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Por un puñado de votos

La estrecha mayoría del PSOE plantea dificultades parlamentarias a Felipe González.

4 de diciembre de 1989

En España todo el mundo celebró su propia victoria en la madrugada del 30 de octubre, al día siguiente de las elecciones. Y con razón, porque todo el mundo ganó.
Unos matemática y otros políticamente. Felipe González, del Partido Obrero Socialista Español, cuya aspiración era salir elegido por tercera vez por mayoría absoluta, lo logró (según los resultados iniciales). José María Aznar, de la coalición que conformó el Partido Popular, cuya aspiración era perfilarse como un líder a nivel nacional, lo consiguió. Y Julio Anguita, candidato de la alianza que se formó alrededor del Partido Comunista Español, Izquierda Unida -cuyo propósito era el de recoger los votos de los desencantados con el PSOE-, también tuvo éxito.
Pero la celebración reflejaba en cada uno de los rostros de los protagonistas una cierta dosis de amargura, porque, en el fondo, también todo el mundo perdió. El PSOE, porque para el partido de gobierno, aunque los resultados finales lo favorezcan en el escaño que está en disputa y del cual depende la mayoría absoluta, un triunfo con discusiones no es un triunfo. De hecho, el haber perdido cerca de un millón de votos en relación con las elecciones de 1986 para quedar únicamente con el apoyo del 40% del electorado, tiene un amargo sabor a derrota.
Tanto el Partido Popular como la Izquierda Unida sólo podrían cantar realmente victoria si hubieran logrado arrebatar la mayoría absoluta al PSOE, única condición para meterlo en cintura y obligarlo a transar con alguna de las fuerzas, y única condición para que el progreso electoral de ambas fuerzas opositoras tenga perspectivas.
Pero tal vez la mejor radiografía de lo que ocurrió con las recientes elecciones españolas, la han dado los titulares y los comentarios de la prensa europea. The Independent, de Londres, sintetizaba su posición editorial en un título que decía "González debe mostrar un rostro humano", y aunque celebraba la estabilidad que produce el triunfo de Felipe de cara a la Europa del 92, echa de menos la inclinación social de las políticas del presidente González. En el mismo sentido se pronunció el diario británico The Times: "El malestar social sería ahora desastroso y el gobierno puede tomar medidas para evitarlo. Es de interés general (CEE y OTAN) que (González) haga caso y escuche a la gente". Para el Financial Times "el mensaje de muchos electores consiste en que él (González) y el PSOE se han vuelto muy arrogantes y que una buena parte de la bonanza española debería llegar a los que se encuentran en el último escalón social".
El diario conservador francés Le Quotidien llama la atención sobre el fenómeno de que "desde Portugal hasta Polonia, España es el único país de Europa occidental donde el Partido Comunista gana todavía escaños en unas elecciones libres", y el periódico comunista L'Humanité dice que "un millón de votos conseguidos por Izquierda Unida son una esperanza para Europa". En Italia el diario La República, de Roma, titula: "España, por un escaño, sigue siendo de González", y La Stampa, de Turín, dice: "González triunfó con escalofríos".
El hecho es que casi todo el mundo coincide en que lo de Felipe resultó como un empate del Real Madrid jugando de local. O algo así como un triunfo, pero en el que la victoria moral se la lleva el contrario. Y en lo que la mayoría también está de acuerdo es en que el Partido Socialista se ha "aburguesado" y se ha olvidado de su vocación social. Por eso muchos temen que, de seguir así, termine haciendo caso más bien a las sugerencias del Wall Street Journal cuando afirma: "El gobierno español, respaldado por un 40% de la población debe ir más lejos en su política económica. Sería triste que para apaciguar a sus adversarios González abandonara a sus votantes".
Y aunque el gobierno español tendrá que hacer caso tanto a la prensa norteamericana como a la europea, lo primero que tiene que mirar es cómo va a gobernar, porque con el margen tan estrictamente justo con el que ganó (lo más seguro) la mayoría absoluta, no puede dejar de asistir a las sesiones parlamentarias ni uno de sus diputados ni uno de sus senadores, sopena de que los proyectos se ahoguen por falta de votos suficientes.
Las medidas contra el ausentismo tendrán que ser tan estrictas como lo serán las revisiones que deberá hacer el Partido Socialista sobre los resultados concretos de las elecciones. Una de las tareas será establecer el porqué las grandes ciudades, inclusive Madrid (tanto capital como provincia), le dieron la espalda electoral al PSOE.
Otra, la de encontrar en dónde se perdió el eslabón que unía a los obreros y al partido porque, a juzgar por los últimos resultados y por las posturas de las dos centrales obreras, UGT y CCOO (Unión Central de Trabajadores y Comisiones Obreras), el PSOE, que tradicionalmente obtenía el grueso de su votación en los grandes centros industriales, ahora lo consigue principalmente en las zonas rurales.