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SE ARMA EL DESASTRE

Tras la reunión Baker Shevarnadze en Viena, el desarme en Europa es una posibilidad real.

10 de abril de 1989

Quince años han pasado desde que la Unión Soviética y los Estados Unidos se reunieron por primera vez, para tratar el tema de la reducción de las armas convencionales que infestan Europa, a lado y lado de la Cortina de Hierro. Sin embargo, tras esos años en que las conversaciones entre la OTAN y el Pacto de Varsovia eran poco menos que sainetes diplomáticos, por fin aparece por primera vez la luz al final del túnel.

Al menos esa es la impresión que dejó en los observadores internacionales la reunión que sostuvieron la semana pasada en Viena, los encargados de las relaciones internacionales de los dos paises, el secretario de Estado norteamericano James Baker y el canciller soviético Eduard Shevardnadze, en el preámbulo de las conversaciones que sus respectivas delegaciones adelantarán para tratar de llegar a un consenso sobre el tema.

Tan ostensible era el tono amigable entre los dos dignatarios, que cuando se reunieron a solas con la única compañia de sus intérpretes, un observador comentó que éstos eran innecesarios, pues los dos hablaban un idioma común: el del desarme. Baker, quien hacía su debut en las relaciones soviético-norteamericanas, logró un auspicioso comienzo frente al canciller soviético, que, como él, tampoco tenía experiencia diplomática antes de asumir su cargo.

Aunque la reunión de los ministros trató además de la reducción de arsenales, otros aspectos claves de las relaciones de las dos superpotencias, como el nuevo papel de la URSS en el Medio Oriente, la atención se centró sobre las propuestas que cada parte hizo acerca del desarme, puesto que por primera vez en la historia de las relaciones entre las superpotencias, las posiciones tienen muchos más puntos de acercamiento que de divergencia y sobre todo, porque los principios básicos están claros en cuanto a establecer límites numéricos iguales para el armamento más importante, la magnitud general de las reducciones y la necesidad de sistemas suficientes de verificación del cumplimiento de lo acordado.

A despecho de lo afirmado por Baker, quien trató de ganar de mano el apoyo de la opinión pública europea al desafiar a los rusos a "poner mayor sustancia detrás de su nueva política", Shevardnadze hizo una presentación que impresionó a los occidentales por su tono desapasionado y desprovisto de polémica. En lo que se consideró la concreción de los anuncios de Gorbachov sobre el tema, Shevardnadze expuso un plan soviético de desarme que, de ser aceptado, se llevaría a cabo en tres fases. En la primera etapa, que se llevaría a cabo en dos o tres años, se establecerían topes iguales en el número de ciertas armas, en una cifra inferior, en 10 ó 15%, al nivel más bajo de cualquiera de las partes. En la segunda fase, que también tomaría dos o tres años, las tropas y los armamentos se reducirían en un 25% adicional y en la tercera, las fuerzas de cada lado serían reestructuradas para jugar un papel "puramente defensivo".

La propuesta de la OTAN, que fue presentada, además de Baker, por el ministro de Relaciones Exteriores de la Gran Bretaña Sir Geoffrey Howe funcionaría de la siguiente manera.
En primer lugar, se estableceria un tope igual para el número de tanques piezas de artilleria y transporte blindado de tropas. Los límites se situarían a niveles ligeramente inferiores al número de esas armas que la OTAN afirma poseer en Europa. Esa propuesta significaría que las fuerzas del Pacto de Varsovia deberian hacer recortes mucho más significativos que los de la OTAN, por cuanto su superioridad numérica actual es enorme.
Por ejemplo, en tanques solamente los orientales tienen 57.300, contra 22 mil de la OTAN. Otros aspectos del plan de la OTAN se refieren al establecimiento de sistemas de alarma contra la movilización de tropas y a la reducción de los arsenales soviéticos en países de su órbita politica.

A pesar de los evidentes avances en el camino del desarme convencional, aún queda un sinnúmero de aspectos que deben aclararse. Uno de ellos, y tal vez el más importante, es el que tiene que ver con el desarrollo de definiciones comunes en cuanto al tipo y equivalencia de las armas existentes a lado y lado. Por otra parte, el plan soviético representaria, sobre todo en su segunda etapa, una disminución demasiado radical de las fuerzaa de la OTAN, que según sus dirigentes está ya en un nivel escasamente suficiente para garantizar la seguridad de Europa Occidental. Además los miembros de la OTAN se niegan a aceptar la inclusion de los aviones de combate entre las reducciones, y a eslablccer la zona desmilitarizada, que implicaría entregar a la neutralidad una porción de territorio de Alemania Federal.

Es claro que los acuerdos no se conseguirán de un día para otro, pero el primer paso que se ha dado, ha diseminado por toda Europa una sensación de optimismo desconocida en las epocas en que los dos bandos se sentaban a la mesa para acusarse mutuamente. Como comentó el ministro Shevardnadze, "la imágen de enemigo" que prevaleció tanto en nuestra propaganda como en la de Occidente, está dando paso a una imagen mutua más seria y objetiva". -