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Viaje a la tragedia

Detrás de la imagen positiva del Africa subsahariana que George W. Bush quiso vender durante su visita hay una horrenda realidad de guerras, enfermedad y miseria.

13 de julio de 2003

El presidente estadounidense George W. Bush escogió cuidadosamente los países por visitar en su publicitado viaje al Africa subsahariana. No era una tarea fácil pues se trata de una de las regiones más convulsionadas del mundo. La gira comenzó en Senegal, país que ha tenido el mayor progreso político y económico de los últimos años.

También incluyó a Bostwana, con el crecimiento económico más rápido del mundo en desarrollo, a Nigeria y Suráfrica, dos poderosas fuentes de energía con las que Estados Unidos planea aminorar su dependencia del Oriente Medio, y Uganda, que tiene un récord regional en el control del virus VIH/sida.

Antes de partir el mandatario recalcó la importancia que tendrá el plan de ayuda Millenium Change Account, que propone aumentar en 50 por ciento la inversión externa, y prometió una ayuda de 15.000 millones de dólares en la lucha contra el sida. En un discurso de tono mesiánico dijo que "creemos que esta puede ser una década de avances sin precedentes para la libertad y la esperanza y la recuperación y la paz en el continente. Con la amistad de Estados Unidos y otras naciones Africa se levantará y prosperará".

Pero se necesita mucho más que declaraciones de buena voluntad para sacar al Africa subsahariana de un atolladero histórico que no parece tener salida. Aunque Bush visitó los ejemplos más presentables de triunfos regionales, no le fue fácil evitar el contacto con la terrible realidad del Africa subsahariana. Estuvo cerca de Sudán, Liberia y Congo, escenarios de horrendos conflictos. Y en Suráfrica, Bostwana y Uganda, en el centro de la crisis del sida, tuvo que responder al llamado de ayuda militar humanitaria para la pacificación de Liberia, cuyo presidente, Charles Taylor, acababa de renunciar a petición suya (ver recuadro). Tampoco pudo evitar referirse a la necesidad de buscar la paz en la sangrienta guerra del Congo y de generar un cambio democrático en Zimbabwe.

'Momento Kodak'

Por un lado, para varios analistas es claro que el viaje trajo oportunidades de fotos de abrazos a pequeños en hospitales, con las que Bush planea mejorar su imagen. Esto, porque la guerra en Irak afectó las relaciones de Estados Unidos con muchos países, que empezaron a ver a Norteamérica como un matón de los débiles. "En Irak la administración mostró que está dispuesta a usar la fuerza militar para apoyar sus compromisos políticos. Ahora, en Africa, podría estar tratando de mostrar que también está comprometida con estrategias no militares", explicó a SEMANA el politólogo nigeriano Iren Omo-Bare. Según otros analistas más cínicos, como el presidente de Transafrica Forum, Bill Fletcher, la visita no es más que un viaje promocional para las elecciones de 2004. En efecto, la comunidad afroamericana y algunos grupos religiosos, que constituyen buena parte del electorado de Bush, vienen presionando desde hace tiempo para que el presidente se involucre en la lucha contra la pobreza y el sida en Africa.

Pero, por otro lado, la gira de cinco días tiene otro innegable valor estratégico para la administración de Bush. Según dijo a SEMANA Dirk Kotze, profesor de ciencias políticas en la Universidad de Suráfrica en Pretoria, Estados Unidos está tratando de establecer un mundo multilateral que dependa menos de la ONU y de la "vieja Europa" (Francia y Gran Bretaña y más del liderazgo estadounidense. "Africa consta de 54 países miembros de la ONU (un tercio del total) que constituye un bloque poderoso cuando se vota en un foro internacional y también es la mayoría dentro del grupo de No Alineados, que representa a todo el sur", explica Kotze. Bush puede estar particularmente interesado en contrarrestar la fuerte presencia francesa en el continente africano. Al comienzo del año el presidente Jacques Chirac invitó a todos los líderes africanos a París, incluyendo al controvertido Robert Mugabe, de Zimbabwe. Dado el distanciamiento que la guerra de Irak trajo entre Francia y Estados Unidos, Bush debe querer atajar tantos coqueteos.

Además Africa tiene recursos naturales que interesan a Estados Unidos. Actualmente 15 por ciento de las importaciones de petróleo de ese país provienen de Africa. No obstante, la estrategia energética de Bush desea una menor dependencia del Oriente Medio en este aspecto, por lo que Bush busca aumentar el porcentaje de importaciones de ese continente. Por último está el asunto del terrorismo. Por un lado, el presidente Bush necesita el apoyo de los gobiernos africanos en su guerra contra el terrorismo y, por otro, también necesita asegurarse de que los atentados en Nairobi, Dar es Salaam y Casablanca no auguren que los "Estados fallidos" de Africa se convertirán en semilleros del próximo Osama Ben Laden,

Tal vez Bush logre sentar una nueva presencia estratégica en el continente y este viaje lleno de sonrisas y apretones de manos lo lleve a ser tan popular como su predecesor Bill Clinton, quien según una reciente encuesta es el personaje más querido por la juventud africana, superando de lejos a Michael Jackson y Nelson Mandela. Pero lo que parece imposible es que se cumplan los alentadores pronósticos de prosperidad. Africa es un continente golpeado por hambrunas y guerras intestinas y por una epidemia de sida de proporciones apocalípticas. Y lo peor es que su terrible destino se debe, en buena parte, a las políticas de los gobiernos del Primer Mundo, que explotan las riquezas naturales de la región sin que les importen en lo más mínimo los efectos de su influencia política y militar. Se trata de un colonialismo peor que el del siglo XIX, pues ni siquiera se asume la menor responsabilidad política.

Un continente desangrado

Si los recientes conflictos armados del Africa subsahariana ocurrieran en Europa se hablaría de la tercera guerra mundial. Según el Comité de Refugiados, en los últimos años éstos han generado 9,5 millones de refugiados y millones de muertos. Unos 28 Estados subsaharianos han estado en guerra desde 1980 por causas internas, como corrupción, falta de respeto por la ley y violaciones a los derechos humanos.

Los conflictos africanos tienen mucho que ver con el legado colonial, que inventó fronteras artificiales sin tener en cuenta la composición étnica y el complejo entramado de amistades y odios tribales. Y para empeorar las cosas, durante la Guerra Fría Estados Unidos y la Unión Soviética patrocinaron la llegada al poder de dictadores represivos e impopulares, que encontraron violentas oposiciones internas.

Otro lugar común en las guerras civiles africanas son los intereses de explotación de riquezas naturales por parte de multinacionales del mundo desarrollado y el comercio ilegal de armas y recursos preciosos. Así mismo, las políticas de ajuste económico y la inmensa deuda externa han tenido en muchos casos un efecto desestabilizador que precipita escaladas de violencia.

De todos los conflictos, sin duda el más impresionante es la guerra de la República Democrática del Congo, que ha involucrado a siete naciones y desde 1998 ha cobrado 3,3 millones de vidas. En esta guerra de facciones opositoras contra el gobierno del difunto Laurent Kabila, Ruanda, Uganda y Burundi apoyaron a los rebeldes, mientras que Angola, Zimbabwe y Namibia lo hicieron con el gobierno central. Pero el meollo ha tenido que ver con el deseo de las facciones y los países vecinos de explotar los recursos naturales congoleses. En últimas, es una guerra al mejor estilo de Mad Max, en la cual todos se pelean por las reservas de agua, gemas y el columbio-tantalio (coltan), que se convirtió en un material más precioso que el oro con el auge de las nuevas tecnologías y la fabricación masiva de celulares y computadores. Este material sigue siendo comprado por la industria occidental sin hacer preguntas a pesar de las campañas que buscan prohibir el comercio de coltan proveniente de las áreas en conflicto.

En 2001 Kabila cayó en un combate y su hijo Joseph subió al poder. Al final de 2002 este último firmó un acuerdo de paz con el presidente de Angola, José Eduardo dos Santos. No obstante, las Naciones Unidas advierten que sigue dándose saqueo de gemas y minerales y que por cuenta de la guerra los gastos en educación y salud cayeron a menos de 1 por ciento del presupuesto nacional.

Entre otras guerras pasadas y actuales que tienen a la región al borde de una catástrofe humanitaria se encuentra la de Angola, un enfrentamiento que duró 27 años entre el gobierno, en manos del Movimiento de Liberación de Angola (Mpla), contra la guerrilla proestadounidense Unita, de Jonás Savimbi. Dejó 500.000 muertos. Washington también se ha visto involucrada en otros conflictos, como el de Nigeria. Allí son comunes los escándalos por la cercana relación entre las multinacionales petroleras y la represión a ambientalistas y miembros de las tribus locales. A Shell se le ha relacionado con la represión a la comunidad Ogoni, que implica cientos de asesinatos, quemas de aldeas, intimidaciones y torturas. Las petroleras también tuvieron protagonismo en el fusilamiento del ambientalista Ken Saro-Wiwa. Y varios organismos de derechos humanos denuncian que los militares que reprimen violentamente las protestas de grupos de la oposición viajan en helicópteros de la petrolera Chevron. En el genocidio de Ruanda la responsabilidad fue más por omisión. Según documentos del archivo de inteligencia estadounidense recientemente desclasificados, Estados Unidos, Francia y la Otan en su conjunto sabían con antelación que la masacre era inminente, pero decidieron no intervenir preocupados en particular por el costo económico.

No obstante si las muertes por conflictos armados, que representan además un enorme mercado de armas producidas en Occidente, hielan la sangre, lo peor es que en los últimos dos años hubo más muertos a causa del sida que las relacionadas con todas las guerras del continente. En el Africa subsahariana el sida es la primera causa de muerte. Actualmente unos 25 millones de africanos están infectados con VIH, de éstos casi todos morirán antes de 2010. Países como Suráfrica, Zimbabwe, Namibia, Bostwana, Mozambique, Lesotho y Swazilandia tienen tasas de contagio de 35 por ciento de su población. Mientras que en el mundo desarrollado los tratamientos a los infectados han convertido al sida casi en una enfermedad crónica como la diabetes, en Africa no existen suficientes medicamentos y sigue siendo una sentencia de muerte. En un extenso reportaje que la revista Time publicó hace un par de años, la periodista Johanna McGeary contaba que cuando llega un enfermo de sida a un hospital africano los médicos le recomiendan que se vaya a su casa a morirse. Dada la falta de disponibilidad de tratamientos la gente prefiere no enterarse y no toma medidas preventivas. Tristemente, la ayuda que Estados Unidos ha prometido no parece concretarse, mientras que las multinacionales farmacéuticas han hecho lo posible por impedir o demorar la venta de drogas genéricas a precios manejables.

Según dijo a SEMANA Njoki Njoroge Njehu, directora de 50 Years is Enough Network: "La posición del presidente Bush con respecto a Africa debería evaluarse con base en sus políticas y no en sus viajes oficiales". Pero, según ella, varias políticas hablan mal de su compromiso con su "amigo" Africa. "Por ejemplo, su posición en la Organización Mundial de Comercio limita o niega los medios para producir medicamentos contra el sida a un precio razonable; la administración incluye a Suráfrica en la lista de 35 países castigados por permitir los juicios de estadounidenses en la Corte Penal Internacional; los 5.000 millones de dólares del Millenium Change Account anunciados de ayuda en 2002 no aparecen; los 15.000 millones de 'emergencia para luchar contra el sida' no están disponibles y los subsidios por 100.000 millones de la administración a los granjeros norteamericanos estrangulan a los agricultores africanos....".

Por eso pocos observadores miran con optimismo las declaraciones de buena voluntad que hizo Bush en su viaje. Ni el presidente norteamericano, ni sus colegas europeos, han querido nunca enfrentar la realidad de los efectos de su pésima influencia en la región más pobre del mundo. Los viajes repletos de frases, apretones de manos y ofrecimientos de cifras millonarias no son suficientes para devolver a los africanos su derecho a una vida digna sobre la Tierra.