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| Foto: Archivo particular

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Así pasa sus días en prisión Rafael Uribe Noguera

Las medidas de seguridad en torno al arquitecto se han redoblado luego de que se enteró por emisoras radiales que deberá pagar 51 años de cárcel. Dado que está en aislamiento, la posibilidad de que atente contra sí mismo es el principal temor de los guardias.

30 de marzo de 2017

El área más segura de la cárcel La Picota de Bogotá se conoce como la Eron. Se trata de una zona de reclusión extremadamente restringida en la que sólo hay entre 15 y 20 internos, quienes están bajo permanente observación y vigilancia de los guardianes del Inpec. Las celdas son tan herméticas como elementales: tras los barrotes un estrecho cuadrante con un inodoro y una regadera, al extremo opuesto un catre de cemento para dormir y en la mitad un lavamanos. Eso es todo. Desde hace cuatro meses, Rafael Uribe Noguera, el confeso asesino de la niña Yuliana Samboní, ocupa uno de esos calabozos.

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Desde su llegada a la prisión el arquitecto ha permanecido allí en completo aislamiento, como suelen estar los más peligrosos reclusos que llevan el rótulo de “extraditables”. Además de algo de ropa y lecturas, a los internos en esas celdas se les permite un lujo que ninguno rechaza: un radio. Y para los reclusos especiales, como Uribe Noguera, el aparato es su única compañía y prácticamente –junto con las llamadas de familiares o la visita de su abogado– la última ventana al mundo exterior.

Uribe Noguera permanece solo en la celda y tampoco se le permite el contacto con otros internos, ni siquiera durante la hora de sol que puede tomar a diario. Para ello un guardia lo conduce hasta el extremo exterior del pabellón que ocupa, cuando ningún otro reo está por ahí. “Ese hombre no puede estar con otras personas por su propio bien”, le explicó a Semana.com un funcionario del Inpec, haciendo alusión a la llamada “Ley de la cárcel”, una práctica entre los convictos por cuenta de la cual a los violadores de niños se les propina la misma brutalidad en prisión.

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Las noches de Noguera no son tranquilas. Los guardias deben pasar revista mínimo cada dos horas para verificar que esté acostado sin novedad, y para ello proyectan su linterna dentro de la celda en penumbra con dirección al catre. También la alimentación del arquitecto implica una logística especial. La preparación de sus alimentos se hace bajo el registro de una cámara de seguridad y cada ingrediente queda grabado desde que se destapa hasta que se incorpora al preparado. Así mismo, el traslado hasta la celda del plato listo. El Inpec se esfuerza al máximo no sólo para evitar un envenenamiento, sino también algún malestar que exija por razones médicas la salida de Noguera de su celda de aislamiento.

“Hoy por hoy, junto con el agresor de Natalia Ponce, Noguera es el recluso más famoso y delicado que tenemos”, dice un guardián de La Picota. Los custodios calculan que por la relevancia y la sensibilidad del caso, las medidas extremas a Rafael Uribe Noguera en prisión se mantendrán como mínimo 15 años, hasta que el peligro se reduzca sólo gracias al devenir del tiempo. En el señalado pabellón también está recluido Andrés Sepúlveda, el polémico hacker condenado a diez años de cárcel.

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Pero para los guardias ningún otro reo implica tanto riesgo como el arquitecto de 39 años, a quien no pierden de vista desde cuando llegó y sobre quien se acaban de redoblar las medidas de vigilancia. “Conocida su condena y ese encierro tan brutal, cualquier cosa puede pasar. El tipo es una bomba de tiempo para él mismo”, concluye el funcionario del Inpec.