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Dairo Antonio Úsuga David

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$3.000 millones de recompensa por 'Otoniel'

El presidente Juan Manuel Santos anunció que se duplicó el dinero en efectivo que se ofrece por el máximo jefe del Clan Úsuga.

11 de abril de 2016

Las autoridades no se detienen hasta dar con la captura del jefe del Clan Úsuga, Dairo Antonio Úsuga David, más conocido como ‘Otoniel’. Este lunes, el presidente Juan Manuel Santos anunció que la recompensa por alguna información que conduzca a su paradero es de 3.000 millones de pesos.

“Vamos a fortalecer el bloque de búsqueda para dar con Otoniel. Va a ser una estrategia sostenida. (…) Habrá una mayor operación por parte de la Fuerza Pública”, dijo el mandatario después de un consejo de seguridad. 

Desde que esta banda criminal, también conocida como los ‘Urabeños’, paralizó siete departamentos del país con su accionar armado el pasado 31 de marzo, las autoridades han lanzado más advertencias con el objetivo de que este grupo delincuencial frene sus actos delictivos. Así mismo, han advertido que no descansarán hasta capturar a los integrantes de la estructura de ‘Otoniel‘. 

La operación ‘Agamenón’, que se lanzó en febrero del año pasado se está volviendo más robusta. Ahora no solo la Policía estará en el gran despliegue, sino que todas las fuerzas armadas trabajarán en conjunto para desarticular al Clan Úsuga.  

Según el presidente, durante su gobierno la Fuerza Pública ha logrado capturar a más de 20.000 miembros de este grupo, entre ellos 48 de sus jefes, “como ‘Megateo‘, ‘Giovanni‘, el hermano de Otoniel, ‘Pijarvey‘, ‘Guagua‘, el ‘Negro Andrés‘”, dijo Santos. Y agregó: “En estos último tres meses han sido 728 capturas”.

Además de eso, se han incautado más de 1.000 toneladas de cocaína, 1.830 toneladas de marihuana, han desactivado 5.000 minas ilegales. “El objetivo es desmantelar definitivamente estas organizaciones criminales”, dijo.

Santos aseguró que, desde este lunes, él mismo se encargará de hacer un seguimiento a los resultados de los operativos contra Otoniel y semanalmente dará un balance a todos los colombianos.

“Se van a intensificar las acciones contra ciertas organizaciones, en especial contra los Úsuga. Vamos contra los cabecillas y contra su jefe máximo. Parte del bloque de búsqueda está dirigido contra este individuo”, puntualizó.  

El accionar de Otoniel

“Ese hombre es un animal. Es peligrosísimo. Él mata por matar, a niños, al que sea, no le importa”. Uno de los capos más temidos que han existido en Colombia, Daniel ‘el Loco’ Barrera, extraditado poco después a Estados Unidos, sorprendió en su momento a las autoridades con esa frase. No es común que un personaje sanguinario como él, que ascendió en el mundo criminal a punta de bala, confesara temerle a alguien. Sin embargo, como ha comprobado el país en las últimas tres semanas, no estaba equivocado.

El hombre de quien hablaba Barrera es Otoniel. “Si en Colombia hay alguien malo, malo y realmente peligroso es ese tal Otoniel de Urabá. Se acordarán de mí. Si las autoridades no cuidan a Urabá, eso, mínimo, va a terminar con unas 400 personas inocentes muertas”, fue el macabro pronóstico de Barrera, que hoy parece estarse cumpliendo. Aunque la cifra de víctimas que ha dejado Otoniel es incierta, la realidad es que se cuentan por docenas aquellos que han muerto bajo las balas de los Úsuga, sean rivales de otras bandas, civiles inocentes o miembros de la fuerza pública.

Cuando el Loco hizo esas afirmaciones casi nadie en el país sabía de la existencia de Otoniel y su grupo criminal, con excepción de los habitantes de Urabá, la región donde surgió esa banda, desde donde se ha expandido a 22 departamentos. Hoy, cuatro años después, prácticamente muy pocos colombianos no han oído hablar de Otoniel y los Úsuga. 

En los últimos días, los Úsuga estuvieron en la primera plana de todos los medios cuando desataron una ofensiva contra el Estado al mejor estilo de la época de la guerra de Pablo Escobar. Emulando al capo del cartel de Medellín, Otoniel ofreció a sicarios propios y ajenos 2 millones de pesos por cada policía asesinado. En una semana ya habían caído diez uniformados en cuatro departamentos. Con esa orden la bacrim reaccionó ante la operación policial que terminó con la muerte del jefe militar de ese grupo, Jesús Durango, alias Guagua.

Al mismo tiempo, Otoniel y sus lugartenientes distribuyeron panfletos para anunciar un paro armado. Más de 30 municipios en tres departamentos se vieron afectados ya que por temor los pobladores cerraron comercios y colegios. Varios vehículos de quienes no cumplieron la orden terminaron incinerados. El terror se expandió a gran parte del país gracias a que usaron las redes sociales para masificar amenazas que otros delincuentes y personas inescrupulosas aprovecharon para generar zozobra a nivel nacional.

Como si todo lo anterior no fuera suficiente, a mediados de la semana pasada se conoció que Otoniel ordenó ampliar el plan pistola. Pasó a ofrecer 20 millones de pesos por la cabeza de los oficiales de inteligencia y los comandos que están tras él desde hace más de un año en la Operación Agamenón. También ordenó asesinar a las familias de esos uniformados.

Además de la venganza por los golpes recibidos, los Úsuga buscan con estas acciones realizar una demostración de fuerza para obligar al gobierno a considerarlos un grupo paramilitar al que se le debe dar un reconocimiento político, lo cual les permitiría ser incluidos en una mesa de negociación con las prerrogativas que esto implica. Esta no es una pretensión nueva, pero ha puesto sobre el tapete un viejo debate sobre la naturaleza y el tratamiento que deben recibir este tipo de organizaciones. Respetados académicos y el gobierno tienen varias posiciones al respecto. (Lea: Neoparamilitarismo: un monstruo de mil cabezas).