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Los dos colombianos muertos en Pasadena, Diego Ortiz y Hernando Riascos, tenían documentos falsos . Riascos incluso había sido deportado en el pasado

polémica

¿Con licencia para matar?

El asesinato de dos ilegales colombianos que intentaban robar una casa ha revivido en Estados Unidos el debate sobre la aplicación de la ley por propia mano.

8 de diciembre de 2007

En pocas ocasiones el robo de una casa en un suburbio interesa a la gran prensa estadounidense. Pero el incidente en que Joe Horn, un vecino de Pasadena, Texas, tiroteó a dos inmigrantes colombianos ilegales que aparentemente estaban robando a su vecino, ha encendido el debate sobre los alcances del derecho a la defensa propia y el uso de la fuerza para proteger la propiedad privada en el país del norte. Lo impresionante del caso es que el comportamiento de Horn está grabado de principio a fin en la llamada que hizo al 911, la línea de emergencia, cuando vio a los supuestos ladrones.

La transcripción es sencillamente escalofriante. En ella, Horn avisa a la Policía tan pronto los ve irrumpir en la casa de al lado a plena luz del día. "Tengo una escopeta. ¿Quiere que los detenga?", pregunta en los primeros segundos. "No, no haga eso. No existe propiedad que valga tanto la pena como para dispararle a alguien", le replica su interlocutor. Después le cuenta cómo los ve rompiendo la ventana con una palanca y describe a los sospechosos. Los dos son negros.

El policía le hace las preguntas de rigor. "Apúrense. No los voy a dejar escapar. No los voy a dejar salirse con esta mierda", insiste Horn. En un tono pausado, el operador le insiste en que debe permanecer dentro de la casa. Los instantes siguientes son decisivos. El operador le advierte que no quiere que tenga el arma en la mano cuando lleguen los oficiales. "Tengo derecho a protegerme. Las leyes han sido cambiadas en este país el primero de septiembre y usted lo sabe. Una escopeta es un arma legal", le contradice Horn.

Tras breves minutos, toma la decisión. "Acaban de robarse algo. Voy a ir a buscarlos. Lo siento, no voy a dejar que se salgan con la suya. Se robaron algo, tienen una bolsa llena de cosas. ¡Voy a hacerlo!", insiste. "Va a hacer que le disparen si sale de la casa con esa arma, no me importa lo que usted piense", le replica, ya inquieto, el operador, a lo que contesta: "¿Quiere apostar?"

A Horn le molesta que uno se está escapando. "Eso no importa, la propiedad no es algo por lo que valga la pena matar a alguien, ¿OK? No salga de la casa, no le dispare a nadie. Sé que se siente furioso y frustrado pero no lo haga", le insiste el funcionario del 911.

Finalmente se oye que sale a su antejardín y está discutiendo con alguien. Después grita "¡Boom! ¡estás muerto!" y se escuchan cuatro disparos. Regresa al teléfono. "Ellos llegaron directo a mi antejardín, no sabía qué carajos iban a hacer, les disparé", cuenta con tono alterado e insiste en que lleguen pronto. Los policías arriban en ese momento. Ante la voz nerviosa, el operador le dice que tiene oficiales vestidos de civil, que no vaya a disparar de nuevo. Todavía con el teléfono en la mano, le dicen que se recueste en el piso y siga sus indicaciones.

Los dos colombianos, Diego Ortiz y Hernando Riascos Torres (que se hacía llamar con el alias de 'Manuel Antonio de Jesús'), tenían antecedentes criminales. Ambos tenían documentos falsos de Puerto Rico y República Dominicana y Riascos incluso había sido deportado en 1999. Algunos reportes de prensa aseguran que hacían parte de una red de crimen organizado.

Los hechos ocurrieron el 14 de noviembre, pero han sido retomados por los grandes medios como CNN y Fox News. Muchos texanos de a pie han exaltado a Horn como un héroe que merece una medalla, el tipo de vecino que querrían tener, e incluso hay una página web dedicada a recoger fondos para su defensa. Para otros se trata de un asesino que debería ser encarcelado y consideran que sus acciones son más propias del salvaje oeste. El debate ha tomado tintes raciales y el domingo estuvo cerca de producir enfrentamientos cuando grupos de activistas marcharon a la casa de Horn para protestar mientras varios vecinos asistieron para defenderlo.

Detrás de todo está un tema sensible en la cultura estadounidense: el uso de armas de fuego y sus límites. La Constitución lo establece como un derecho y desde hace años, con varias masacres de por medio, se ha dado un debate entre activistas a favor de restringirlas y poderosos grupos de derecha como la Asociación Nacional del Rifle (NRA, por su sigla en inglés).

Cuando Horn hablaba del primero de septiembre se refería a una ley estatal que permite el uso mortal de la fuerza para defender las propiedades. Y Texas no es una excepción. Leyes similares han sido aprobadas en 19 estados en dos años, en gran parte gracias al cabildeo de la NRA. Esas legislaciones están inspiradas en la "Castle doctrine" (algo así como la doctrina del castillo), un concepto legal según el cual la residencia (o, en algunos casos, la oficina o el carro) debe ser protegida y el habitante tiene derecho a matar en caso de un ataque. En otras palabras, es un homicidio justificado. En el caso de Horn la defensa personal es bastante cuestionable cuando se anuncia que uno le va a disparar a alguien. A eso se suma que no estaba defendiendo su propio hogar, sino el de su vecino? "Él fue advertido e hizo exactamente lo contrario. Se trata de un hombre determinado a matar a alguien. Su vida no estaba en peligro", dijo a SEMANA Doug Pennington, vocero de la Campaña Brady para prevenir la violencia con armas. "La gran pregunta es, como sociedad, que valoramos más, ¿la vida o la propiedad privada?".

Un gran jurado deberá decidir si levanta cargos contra Horn. El eventual juicio generará expectativa y despertará pasiones, pero más allá del veredicto, como el propio Horn lo admitió en su única declaración pública, los eventos de ese día le pesarán por el resto de su vida.