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Septiembre será el punto de quiebre de la reactivación económica del país.

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A vencer el miedo: el gran desafío para la reactivación económica

A seis meses de la pandemia, el país abre su economía para superar los devastadores efectos sociales que ha dejado el virus. ¿Cuánto tiempo tomará recuperar 10 años perdidos?

5 de septiembre de 2020

La hora de la verdad. En medio de la pandemia, el país empieza a reabrirse y a regresar lentamente a la dinámica de su economía. Septiembre se convirtió en el punto de quiebre y, luego de casi medio año de cuarentenas, aislamientos y confinamientos, la actividad en varios sectores retomó labores.

Esta reapertura ha provocado expectativa y entusiasmo. Ilusionan señales como tener a los aviones en el aire y no en tierra, como estuvieron por meses; reconectar a las regiones con el transporte terrestre intermunicipal; sentir de nuevo los aromas en los restaurantes que han prendido sus fogones y desempolvado sus menús; y abrir los comercios y hoteles, aun en medio de restricciones y medidas de bioseguridad.

La reapertura coincidió con hechos emblemáticos que alimentan esa esperanza. La entrada en operación del túnel de la Línea el viernes, tras años de retrasos, dificultades y sobrecostos, conectará más eficientemente el occidente con el centro del país y le dará mayor competitividad al aparato productivo. Lo mismo pasó con anuncios y avances en el desarrollo de obras en cada una de las regiones. Solo en Bogotá y el centro de Colombia, entre los proyectos en ejecución y los que están por adjudicar, las inversiones superan los 27 billones de pesos. La primera línea del metro, el Regiotram de Occidente y la ampliación de la autopista Norte, entre otros, se convierten en referentes de las iniciativas que generarán empleo y dinamizarán la economía.

También sucede algo parecido con las regiones, a pesar de que ven golpeados sus recaudos en impuestos por cuenta de la pandemia. Por ejemplo, en Bucaramanga avanzan siete proyectos estratégicos con inversiones superiores a los 700.000 millones de pesos, entre ellos, la planta de tratamiento de aguas residuales de la ciudad y el área metropolitana. Barranquilla tendrá un plan de reactivación económica con 13 megaproyectos de ciudad para la recuperación de los 150.000 empleos que se perdieron durante este periodo. Por su parte, Cali cuenta con cuatro grandes obras, entre ellas, la prolongación de la avenida Circunvalación para crear una vía rápida que conecte el sur y el norte de la ciudad, al igual que la extensión de la avenida Ciudad de Cali por el costado oriental. Medellín sigue a la expectativa del tranvía de la 80 y el Valle del Software.

Sin embargo, no se puede olvidar la catastrófica cuenta de cobro que ha pasado la pandemia, en un impacto que no cesa: una contracción de la economía superior al 15 por ciento en el segundo trimestre de este año, que para el final de 2020 puede acercarse al 8 por ciento, la peor en la historia del país; más de 5 millones de empleos destruidos, el tejido empresarial roto y la amenaza latente de que cientos de empresas puedan desaparecer.

Pero no son los únicos indicadores preocupantes. Hay otros más dramáticos. La pobreza aumentará, miles de familias que estaban en la clase media perderán los avances que lograron en las últimas décadas y la vulnerabilidad social será más evidente. Un dato entregado en un informe reciente del Dane deja ver en toda su magnitud el impacto de la pandemia: solo en el mes de julio, 1,6 millones de familias –cerca de la cuarta parte de hogares en el país– pasaron de tener tres comidas diarias a solo dos, y el 10 por ciento de los hogares solo cuentan con una comida al día. Estos porcentajes coinciden con las familias que no han recibido ingresos en los últimos meses como efecto del aislamiento y del desempleo galopante.

Para revertir esta situación, recuperar los empleos perdidos y no caer en una profunda crisis social, la economía tiene que moverse. Sin embargo, asegurar que esta reapertura se convierta en una reactivación será un camino complejo y duro. No solo se trata de reabrir las operaciones: mientras aparece una vacuna o un tratamiento contra el virus, la tensión económica tendrá que competir con el miedo al contagio. Incluso, en el ambiente privado, muchos empresarios consideran que todavía lo peor está por venir. 

La pandemia fue como un tsunami que arrasó las economías del mundo y puso en jaque a los sistemas de salud. La ola está bajando y ya aparecen los daños a la estructura económica. Muchas compañías no serán las mismas, sus tamaños cambiarán y se ajustarán a una oferta más limitada no solo por las restricciones, sino por la misma dimensión del mercado. Las solicitudes de insolvencia presentadas ante la Superintendencia de Sociedades, que venían disminuyendo durante el primer trimestre de 2020 con un promedio de 73 mensuales, subieron a 124 y 134 en junio y julio, respectivamente, y llegaron a 101 en los primeros 13 días del mes de agosto. El 70 por ciento de las solicitudes corresponden a micros y pequeñas empresas; el 30 por ciento restante son medianas y grandes, según un análisis de McKinsey.

La pandemia generó profundos choques en la oferta y en la demanda. La primera empieza lentamente a recuperar su senda a la espera de que vuelva el consumo. Sin embargo, la segunda apenas se pondrá a prueba en medio de la incertidumbre.

Hoy el país está ante una crisis de confianza. Y volver a los niveles que tuvo en 2019 no sería tan rápido y, por el contrario, como advierten distintos analistas, podría tardar algunos años. Unos consideran que solo en 2022 empezaría a regresar el escenario anterior a la pandemia, pero otros creen que podría tardar entre tres y cinco años por la profundidad de la crisis.

Por esto, la mayor amenaza ahora, cuando se está hablando de reaperturas, es que se repita en el país lo que pasa en otras regiones del planeta: rebrotes que vuelvan a confinar zonas completas y a presionar, de nuevo, el sistema de salud, lo que desembocaría en aislamientos estrictos que serían la daga que acabaría con la recuperación económica.

Precisamente, de acuerdo con un sondeo que realizó la revista Dinero entre analistas económicos, la principal amenaza para la economía colombiana en lo que resta de 2020 es que vuelvan las cuarentenas. Máxime cuando algunos análisis, como uno del BID, las han puesto en entredicho por las dificultades para cumplir las instrucciones de los Gobiernos y por los altos niveles de informalidad, en especial en países como Colombia, donde la calle es el vehículo de negocios y movimiento. 

La tarea del cuidado no solo individual, sino de la economía corre ya por cuenta de cada uno. Usar permanentemente el tapabocas, observar el distanciamiento físico, cumplir las normas de bioseguridad y evitar las aglomeraciones harán parte de un nuevo comportamiento, en la ‘nueva normalidad’.

Pero también existen tareas complementarias. Por ejemplo, para los Gobiernos locales, en el sentido de flexibilizar las reaperturas de los sectores. Es fundamental que las autoridades monitoreen las medidas, las políticas y las restricciones vigentes. Hoy, muchos de los sectores no son viables en las condiciones planteadas para la reapertura, y los empresarios prefieren mantener cerradas sus operaciones. Así es muy difícil pasar de un círculo vicioso a uno virtuoso, pues una mayor demanda permitirá recuperar empleos y avanzar en el crecimiento económico y la inclusión social.

Es preciso dar espacio para esta reapertura, mientras se mitigan los riesgos de contagio. No se puede bajar la guardia en materia de salud y se necesita aumentar las pruebas e identificar los cercos epidemiológicos. Pero volver a cerrar la economía no es una opción.