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EL SECUESTRO, DE LA MANO DE LA MUERTE

1991 fue el año de mayor índice de secuestros y muerte en la historia. Diana Turbay fue el símbolo trágico de esas dos desgracias.

20 de enero de 1992


DIANA TURBAY MURIO EL 25 DE ENERO. COmo era el primer mes del año, en la memoria de los colombianos no está asociada con los eventos de 1991. Sin embargo, de no haber sido por su sacrificio el desarrollo de este año que termina hubiera sido muy diferente. Su muerte accidental y absurda, obligó a todas las partes involucradas en la guerra del narcoterrorismo a acelerar la búsqueda de una solución. Esta solución llevó a la entrega de los principales narcotraficantes a la justicia.
Cuando los historiadores escriban sobre la era del narcoterrorismo es probable que el capítulo que más dolor evoque sea el de los secuestros. Personas totalmente inocentes fueron plagiadas -y a veces asesinadas- simplemente por lo que representaban. En esta categoría estaban Diana Turbay, Francisco Santos, Maruja Pachón de Villamizar y Marina Montoya. Su representatividad dentro del establecimiento los hizo acreedores a convertirse en rehenes de fuerzas siniestras que querían presionar al Estado a modificar sus leyes. Personas que accidentalmente estaban con ellos como Azucena Liévano, Richard Becerra, Juan Vitta, entre otros, padecieron el mismo calvario.
De todas estas personas dos murieron: Diana Turbay y Marina Montoya. Esta última por un simple parentesco con el ex secretario general de la Presidencia, Germán Montoya. Era una madre y ama de casa, buena e inocente, ajena a todos los tejemanejes del poder. Murió acribillada en un acto de barbarie poco común, aún en un país tan bárbaro como Colombia. Por su parte. Diana era una mujer profesional. Una periodista que iba a buscar la noticia donde ésta estuviera. Murió en este proceso. Una bala perdida segó su vida.
Pero Diana Turbay no fue la única periodista víctima del terrorismo. En 1991 hubo otro episodio de violencia en el que estuvieron involucrados como víctimas periodistas que estaban ejerciendo su oficio. Julio Daniel Chaparro, redactor de El Espectador y el fotógrafo Jorge Torres, murieron asesinados en Segovia cuando realizaban un reportaje sobre el tema de la búsqueda de la paz en esa región. Sus nombres, al lado del de Diana Turbay, se convirtieron en símbolos de los riesgos de decir la verdad en Colombia.
Estos episodios, más publicitados que muchos otros de la misma naturaleza, recuerdan el drama en que se ha convertido en Colombia el delito del secuestro. Durante este año fueron secuestradas cerca de 1.500 personas de las cuales 129 murieron en cautiverio. Prácticamente sin excepción, todas las organizaciones delictivas que operan en el país -desde la delincuencia común hasta el narcotráfico, pasando por la guerrilla- se dedican a este horrendo delito. Esta situación ha hecho que las autoridades hayan confirmado que 1991 ha sido el año en el que se han registrado el mayor número de secuestros en la historia.
El desolador panorama que significa el tema del secuestro en Colombia muestra, sin embargo, un elemento positivo: el grupo Unase, un grupo élite destinado al rescate de secuestrados, ha logrado anotarse éxitos significativos en su campaña de represión de este delito. Sus logros, especialmente en los departamentos de Antioquia y Córdoba, le han devuelto algo de tranquilidad a la ciudadanía y, poco a poco, desalienta a las bandas de secuestradores a continuar en esta actividad.
Sin lugar a dudas, 1991 va a ser recordado como un año en el que tanto la violencia como las perspectivas de paz fueron intensas. Y ligado a ambos recuerdos estará el nombre de Diana Turbay. -