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¿Inocente?

Se pudo haber cometido una injusticia enorme al condenar al coronel Hernán Orozco, el único hombre que trató de evitar la masacre de Mapiripán.

2 de abril de 2001

De la matanza de Mapiripán todo el mundo habla del general Jaime Uscátegui, quien fue condenado por la justicia penal militar a 40 meses de cárcel por prevaricato por omisión. Sin embargo poco se habla del otro protagonista de este episodio: el coronel Hernán Orozco, subalterno de éste y quien fue condenado por el mismo delito a 38 meses de prisión.

La condena de Orozco se ha convertido en los últimos días en objeto de atención internacional y para los observadores sus implicaciones pueden tener más alcance que la de Uscátegui. La razón en muy sencilla: muchos creen que Orozco es inocente. Y en este grupo no sólo están colombianos sino la mayoría de las ONG internacionales y medios de comunicación de la importancia del The New York Times.

Es necesario aclarar que todos los que creen que Orozco es inocente, están convencidos de que Uscátegui es culpable. Consideran que salió bien librado al ser condenado por prevaricato por omisión. Durante cinco días el general fue informado de la presencia de hombres de Carlos Castaño en el municipio de Mapiripán y de la posibilidad de una masacre. Al respecto no hizo nada. El gran interrogante para la historia será determinar si la pasividad de su actuación obedeció a descuido o a complicidad. Lo primero sería un prevaricato por omisión que es un delito burócrata por lo cual fue condenado. Lo segundo sería un acto criminal que hubiera podido tener una condena de más de 40 años de cárcel.

Los defensores de Orozco están convencidos de que el general era más culpable de lo que se ha reconocido. Y que para disimular esa culpabilidad fue necesario condenar al coronel Orozco.

El argumento no es absurdo. Al fin y al cabo el coronel fue la persona que alertó al general Uscátegui de lo que iba a ocurrir en Mapiripán y le solicitó actuar para evitarlo. Jaime Uscátegui era en ese entonces el comandante de la VII Brigada en Villavicencio y tenía jurisdicción, según la justicia penal militar, sobre Orozco y sobre Mapiripán.

Para la época de los hechos, el coronel Orozco, subalterno de Uscátegui en su condición de comandante encargado del Batallón Joaquín París de San José del Guaviare, le mandó un memorando a su jefe que se ha convertido en su principal defensa ante la justicia. El coronel decidió escribirle al general, el 16 de junio de 1997, un documento que contiene 10 puntos en los que señala en detalle la operación paramilitar que se iba a llevar a cabo en Mapiripán. Entre otras cosas Orozco indicaba en dicho informe que se había detectado la presencia de “unos 60 hombres, armados con fusil AK-47 y fusiles Fall. Tienen acento costeño y paisa. Concluyo que son paramilitares venidos de Urabá”. Agregó que el juez de Mapiripán, Leonardo Iván Cortez, le dijo textualmente: “Creo que Castaño está aquí”.

En otro de los puntos del memorando, Orozco le señala a Uscáteguí que “considero yo que si los paras han venido desde tan lejos, no ha sido precisamente para deleitarse con el paisaje de la región. Pronostico en los próximos días una serie de matanzas y asesinatos entre algunos pobladores de la antes mencionada ciudad”.

En el noveno punto de la misiva, Orozco recomienda tomar medidas urgentes para evitar que la situación en Mapiripán se complicara. “Me permito recomendarle a mi general, aprovechando lo manifestado, que con los medios humanos y materiales de la Brigada Móvil 2 (tres batallones y tres helicópteros) se adelante una operación rápida y sorpresiva sobre Mapiripán”.

El coronel Orozco ha dicho que a pesar de la información en detalle que tenía el documento de los 10 puntos y la propuesta que él hizo para evitar la masacre de Mapiripán, nunca recibió respuesta de su jefe Uscátegui.

Durante la investigación, que primero estuvo en manos de la Fiscalía, se encontró un segundo documento fechado el mismo día y con la misma numeración, 2919, pero menos preciso. Este sólo contenía cuatro puntos. Según Orozco “el autor material e intelectual del primer informe soy yo. Y el autor del segundo es mi general Uscátegui”. El coronel agregó que él se limitó a cumplir órdenes por presión de su superior: “Me empezó a llamar a diario al batallón y me decía que era un documento muy comprometedor y que no convenía que existiese”.

Era tanta la insistencia, contó Orozco, que el general le envió un fax de su puño y letra con unas recomendaciones: “Que suprimiera algunos puntos y que terminaba diciendo que destruyera ese documento, cosa que hice”.

El coronel Orozco reconoce que inicialmente faltó a la verdad por solidaridad con su jefe. Pero aclara que una vez que tomó la decisión de hablar contó todo. Igualmente, agrega, que él no sólo no es culpable de prevaricato por omisión sino que, como está consignado en los documentos, fue la única persona que hizo todo lo posible para que se enviaran tropas a esa población. La no ejecución de esta solicitud no es responsabilidad suya.

Pero también admitió que le correspondía operar sobre Mapiripán, pero que en el momento que obtuvo la información sobre la presencia de los paramilitares no tenía recursos. “Mis tropas estaban en Puerto Concordia y Calamar”. Por esa razón tuvo que pedirle ayuda al general Uscátegui.

Entonces, ¿por qué lo condenaron? Según la izquierda, las ONG y buena parte de la prensa internacional, simplemente para mandarle un mensaje al estamento militar en el sentido de que no es bien visto delatar colegas o superiores. En otras palabras, que la unidad de cuerpo está por encima de cualquier cosa. El propio Orozco afirma: “Me condenaron por denunciar a un general y, por extensión, por ofender a todo el generalato”.