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La pipa de la paz

El Presidente pone fin a la pelea entre Bavaria y Minhacienda, y el país registra con alivio el que todo este desagradable episodio haya quedado atrás.

28 de diciembre de 1992

La pipa de la paz
EL ENFRENTAMIENTO ENtre el presidente de Bavaria, Augusto López, y el ministro de Hacienda, Ruldolf Hommes, se estaba convirtiendo en una pelea sin arbitro en la cual todo el mundo esperaba que uno de los dos contrincantes cayera en la lona. De repente surgió el arbitro que menos se eperaba: César Gaviria Trujillo.
En una actitud poco usual en Colombia, el Presidente entró a terciar abiertamente en una polé0mica entre el Ministro más importante del país y el presidente del grupo económico más poderoso. El país había pasado casi un mes de bombardeo de versiones sobre el tema. El Ministro acusaba a la industria cervecera de evadir impuestos y Aususto López de persecución a Rudolf Hommes.La opinion pública no entendía nada sobre el debate, pero si registraba por el tono de los protagonistas que el asunto se estaba saliendo de madre. Tanto, que muchos creían que el único desenlace posible era la destitución de uno de los protagonistas por parte de sus jefes o incluso de ambos. El asunto había escalado de tributario a político y de político a judicial, cuando Augusto López demandó penalmente al Ministro de Hacienda.
La carta de Gaviria puso los puntos sobre las íes. Lejos de ser un documento contemporizador en el que sólo se pretendiera quedar bien con todo el mundo, el primer mandatario le dió un espaldarazo a Hommes y le solicitó al presidente de Bavaria que utilizara un lenguaje "caracterizado por el respeto y la consideración que me merece un Ministro de Estado". Pero aunque Gaviria era juez y parte, el documento fue equilibrado. Al pedirles mesura a las dos partes y solicitarles que adelantaran sus diferencias por los canales apropiados, estaba reconociendo alguna contribución de su Ministro en el recalentamiento del ambiente.
Pero más que el llamado a la cordura, lo que hizo que el comunicado fuera también recibido por la opinión pública fue el siguiente parrafo:"Este debate público crea graves precedentes que le pueden hacer daño al país, y al sector empresarial, desviar la función fiscalizadora del Congreso, distorsionar la labor informativa de los medios y afectar la capacidad investigativa del Estado". Con estas escuetas 36 palabras el primer mandatario estaba englobando en una sola frase las diversas preocupaciones que la opinión pública estaba registrando aisladamente. Curiosamente, aunque el documento era una simple opinión personal de César Gaviria y no tenía efectos coercitivos de ninguna clase, sus consecuencias fueron tan contundentes que quedó en claro para todo el mundo el peso que tiene en Colombia la voz del Presidente de la República.
Al día siguiente el presidente de Bavaria, Augusto López, le envió una carta a Gaviria en la que en términos generales acataba las directivas presidenciales aclarando, sin embargo, al final, que el verdadero maltrato lo habían sufrido los cerveceros de manos del Ministro. "Con todo comedimiento, hago notar que he recibido del Ministro de Hacienda y Crédito Público un trato irrespetuoso, contrario a las más elementales reglas de urbanidad y violatorio de claros principios constitucionales y legales". Anexaba a la misiva una voluminosa encuesta del Instituto de Opinión Nacional, en la cual se señalaba que la mayoría de la opinion pública estaba más del lado de la industria cervecera que del Gobierno (53.9 por ciento 41.8 por ciento). Quienes habían registrado con preocupación el hecho de que medios de comunicación hubieran estado al servicio de intereses económicos particulares durante esta pelea, aumentaron su inquietud ante el resultado de las encuestas, pues estas no hacían sino confirmar sus temores.
El Presidente de la República quiso de inmediato dejar claro que este episodio estaba superado para el, y esa misma noche fue hasta la sede de Bavaria a un acto social que se celebraba en honor de Alberto Zalamea, quien publicaba un libro conmemorativo del quinto centenario del descubrimiento. La invitación había sido cursada varios días antes de iniciada la pelea y el primer mandatario la había aceptado.
Con su presencia en Bavaria, además de dar por terminado el incidente, Gaviria cerraba así con gallardía todo este episodio.
Dentro de la chismografía que estos hechos suscitan, algunos creyeron ver el principio del fin del reinado de Augusto López. Pero los conocedores de las intimidades del grupo saben que nada está más lejos de la realidad. López Valencia cometió excesos y esto lo reconocen hasta sus propios allegados. Pero eso no puede opacar una formidable gestión de siete años a la cabeza del Grupo Santo Domingo ni su lealtad a toda prueba con el dueño del conglomerado. No menos importante es que en la guerra cervecera que se avecina contra Carlos Ardila Lulle se requiere un general con conocimiento del tema. Y ningún colombiano sabe más de cerveza que Augusto López Valencia.
A pesar de que todo este incidente fue superado, el duelo entre Hommes y López Valencia dejó un mal sabor en la opinión pública, la cual consideraba el enfrentamiento particularmente inoportuno. En un país donde la violencia ha obligado a decretar el estado de conmoción interna, no tiene la menor presentación que el grupo económico más grande y el Gobierno se enfrasquen en una guerra de acusaciones, insultos y denuncias penales, creando confusión acerca de quienes son verdaderamente los malos del paseo.
Cuando la sociedad libra dos guerras simultaneamente, contra la guerrilla y el narcotrafico, es por lo menos irresponsable crear un tercer enfrentamiento entre las gentes de bien.-