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Los inversionistas temen que las licencias ambientales se conviertan en un obstáculo para el desarrollo.

2 de octubre de 1995

HAY UN TEMA DEL QUE TOdos hablan en privado pero en público nadie quiere ni tocar. Se trata de las licencias ambientales que otorga el Ministerio del Medio Ambiente para dar vía libre a construcciones que de una u otra forma afecten el ecosistema. Varios proyectos de gran importancia para el desarrollo del país como la segunda pista del aeropuerto Eldorado de Bogotá, Termo Paipa IV, el Gasoducto de Occidente y varias carreteras podrían llegar a empapelarse.
El caso más significativo, sin duda, es el de la segunda pista. Este proyecto, que está en la agenda del gobierno desde comienzos de los años 80, ha sido el motivo de una especie de guerra fría entre la Aeronáutica Civil y el Ministerio del Medio Ambiente. Mientras que la Aeronáutica no ha recibido ningún comentario por parte del Ministerio sobre el estudio de impacto ambiental de la segunda pista presentado el pasado 11 de abril, varios medios han publicado declaraciones de funcionarios del Ministerio que denuncian las deficiencias técnicas del estudio.
Una de las principales preocupaciones de la Aerocivil fue precisamente evitar cualquier problema de sonido. Para esto se planteó la construcción de unas barreras antirruido y la utilización bidireccional de ambas pistas. El Ministerio, sin embargo, parece no estar convencido y tiene miedo de dejar que se haga la pista y de que las medidas sean apenas pañitos de agua tibia. El director de la Aerocivil, Alvaro Cala, le dijo a SEMANA que "queremos seguir el procedimiento legal. El Ministerio tiene todo el derecho de exigir y no queremos polemizar".
En general, la polémica gira en torno de cómo se puede proteger el medio ambiente a la vez que se le da vía libre a obras tan importantes como las carreteras o las hidroeléctricas. El problema tiene varios puntos de vista. Según un alto funcionario del Ministerio del Medio Ambiente, "la ley que creó el Ministerio no midió la importancia de las licencias. La razón de ser de estas es la protección de los derechos individuales y colectivos. Por eso no se puede ser flexible en el otorgamiento". Pero es otra la percepción de los inversionistas públicos y privados. Muchos de ellos consideran que el tema de las licencias ambientales se ha convertido en obstáculo para el desarrollo del país. Y como si fuera poco, ven en el papeleo un posible foco de corrupción.
Para Hernando Monroy, presidente de la Asociación Colombiana de Ingenieros, "es la ley del péndulo. Antes las obras se hacían sin tener ningún tipo de respeto por la naturaleza, lo cual hacía que los índices de deforestación llegaran a límites insospechados. Ahora, a raíz de la creación del Ministerio, nos fuimos al otro lado. Los funcionarios empezaron a aplicar normas mucho más estrictas de lo normal".
Tanto el Ministerio como los inversionistas están empapelados con el tema. La oficina jurídica del Ministerio, por ejemplo, tiene a 30 personas trabajando en 490 expedientes de licencia -ver cuadro-. Los inversionistas privados, por su parte, están tratando de aprender a manejar el tema. Funcionarios del Ministerio consideran que en la mayoría de los casos hay deficiencias en los estudios de impacto.
La falta de unificación de criterios está quitando interés a los inversionistas para meterse en obras de infraestructura. Según el vicepresidente de una de las principales firmas de banca de inversión, "decidimos optar por la estrategia de meternos en rehabilitación de vías más que en nuevas construcciones para evitar el lío de las licencias ambientales, ya que eso puede desquebrajar financieramente cualquiera de los proyectos".
El tema, pues, está sobre el tapete. La defensa del medio ambiente se debe hacer de una forma inteligente, de lo contrario podría llegar a generar una reacción negativa de la opinión pública. La gente no entiene por qué el Ministerio le pone trabas a obras públicas que considera esenciales, y no toma una actitud tan decidida frente a problemas como la deforestación o el tráfico ilegal de especies nativas. Es claro que el medio ambiente hay que protegerlo, pero también lo es que Colombia no se puede quedar sin vías, hidroeléctricas o aeropuertos. Es decir, que en ese tema, no puede ser más papistas que el Papa.