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Hecatombe judicial, sálvese quien pueda

Musa Besaile, acorralado, pretende pasar de sobornador a víctima. Con Bustos y Ricaurte su ventilador apenas acaba de encenderse. Lo que viene no es menos emocionante.

3 de septiembre de 2017

En el ajedrez el enroque es una jugada muy especial. Se trata del único movimiento que involucra dos piezas a la vez y al que se acude para sacar de peligro al rey. Es decir, una movida defensiva rara para evitar que el juego termine. Justamente es lo que acaba de hacer Musa Besaile.

El senador cordobés se presentó el martes pasado a la Corte Suprema de Justicia y confesó que hace dos años pagó 2.000 millones de pesos para frenar una orden de captura de ese mismo tribunal en su contra. Un primer análisis indicaría que, en estricto sentido, el senador se autoincriminó. Pero en realidad la jugada de Besaile significó todo lo contrario: consistió en confesar inocencia. Para dar ese paso, Musa seguramente contaba con información reservada y anticipada. Es decir, que al tener conocimiento de las pruebas que había en su contra, no tenía sentido negar el pago del dinero. La estrategia entonces era presentar esos hechos no como soborno, sino como extorsión. Todavía no es claro si esto le va a resultar.

Musa tiene un solo problema con muchos frentes. Su problema se llama Corte Suprema de Justicia. Y los filones son los distintos procesos que el alto tribunal le sigue. En la corte hay 24 procesos radicados con el nombre del congresista. El expediente más antiguo data de hace 11 años cuando el jefe paramilitar Salvatore Mancuso mencionó a Besaile y con ello este ingresó a la tristemente célebre lista de parapolíticos en capilla. Ese proceso estuvo quieto en la corte por más de una década, y alrededor de esta demora gira su actual situación judicial. El senador reconoció que el expediente no estaba inocentemente dormido, sino que lo sedaron con 2.000 millones de pesos.

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Otra cuerda procesal, mucho más reciente, tiene que ver con el escándalo de Odebrecht. La Fiscalía trasladó a la corte las evidencias que implican a Besaile supuestamente como uno de los favorecidos en la ya probada fiesta de coimas que pagó la firma multinacional, cuyo monto en Colombia no fue de 11 millones de dólares, como se creía inicialmente, sino de más de 37 millones. Por cuenta de esas mismas evidencias Bernardo ‘Ñoño’ Elías, paisano y colega de Besaile, está en La Picota.

Al máximo tribunal también llegaron, recientemente, pruebas que obtuvo la DEA en Miami. Como se sabe, por petición de la Fiscalía colombiana, la inteligencia gringa monitoreó conversaciones y reuniones entre el fiscal anticorrupción Gustavo Moreno, el abogado Leonardo Pinilla y el exgobernador Alejandro Lyons, este último en su rol de colaborador de la DEA. El nombre de Musa Besaile es uno de los más presentes en esas grabaciones. En estas se dice de manera expresa que Musa habría pagado 3.000 millones para evitar un carcelazo. Esa cifra es 1.000 millones superior a la que él confesó.

Por si fuera poco, el poderoso senador, el más votado del Partido de la U, pronto será atacado desde otro flanco. Este tiene que ver con el exgobernador de Córdoba Alejandro Lyons, quien llegó a una negociación con la Fiscalía. Se acordó que él recibirá un tratamiento especial frente a los 20 cargos que le achaca el ente acusador a cambio de que devuelva la plata robada, pague algunos años de cárcel en Colombia y delate hacia arriba a sus principales cómplices en el desfalco del departamento. Como parte de ese acuerdo, se espera que Lyons hable de Musa Besaile, de quien conoce todos sus secretos pues antes de ser gobernador fue su abogado.

Ante ese alud judicial, Musa decidió adelantarse. Probablemente el senador conoció anticipadamente los detalles del contenido de las grabaciones de la DEA. Frente a esas evidencias su abogado, Julián Quintana, le recomendó la estrategia en la cual está embarcado, la de presentarse anticipadamente como víctima.

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Besaile explicó ante la corte que conoció al abogado Gustavo Moreno porque se lo presentó el exmagistrado Francisco Ricaurte, y que este decía hablar en nombre del presidente de la Corte Suprema de Justicia, el magistrado Leonidas Bustos, a quien llamaba nada menos que “papá”. El senador relató dos reuniones con Moreno en las que este le habría exigido, inicialmente, 6.000 millones de pesos, cifra que redujo y concretó en 2.000 millones bajo la amenaza de que si no los pagaba, sería detenido. El senador aseguró ante la corte que tiene documentos para probar que pagó la extorsión al hacer cuatro desembolsos a manos de Moreno, con destino final al magistrado Bustos. Para respaldar esa afirmación, Besaile cuenta además con la confesión que ya hizo ante la Fiscalía Ignacio Lyons España (primo del exgobernador de su mismo apellido). Este fue abogado de Musa y quien se encargó de entregarle la plata a Moreno. Antes de acudir a la Fiscalía, Lyons España le había dicho a Besaile que iba a confesar. Ese factor, entre otros, hizo que cinco días después el senador también hablara ante la Corte Suprema de Justicia.

Así las cosas, es asunto ya establecido que Musa pagó 2.000 millones de pesos. Pero queda por definirse si lo hizo por soborno o extorsión. Esta es una frontera difícil de establecer, pues el contenido de una misma conversación puede interpretarse de dos formas diferentes. Una cosa es decir “Senador, tengo información de que le van a dictar medida de aseguramiento, pero si me paga 2.000 millones de pesos lo puedo evitar”. Y otra es “Doctor, su proceso está muy complicado, pero tengo amigos en la corte. Yo creo que se puede hacer algo…”. En el primer caso podría haber extorsión, pero en el segundo es discutible.

Como esas conversaciones no están grabadas siempre será la versión del uno contra la del otro. En todo caso las implicaciones judiciales de ambas son diferentes. Cuando una persona soborna a un funcionario, por ejemplo a un juez, incurre en el delito de cohecho que tiene una pena de entre 8 y 12 años de cárcel, y si el delito es parte de un entramado que configure un concierto para delinquir, la pena se puede doblar o triplicar. Si por el contrario la persona es víctima de una extorsión, se entiende que actuó bajo un temor irresistible y puede ser considerado inocente.

Esto último no parece muy probable. Musa no es un ciudadano indefenso, sino un poderoso senador y si fuera inocente, lo lógico es que hubiera denunciado la extorsión. Para justificar por qué no lo hizo, argumentó que por temor a caer en desgracia con la Corte Suprema. Como prueba de que se trató de una extorsión, explicó que en su momento rindió una declaración juramentada en una notaría para que quedara claro que no inventó la versión ahora. Sin embargo, como la notaría es de Sahagún y él es el dueño de ese pueblo, la autenticidad de ese documento tiene escépticos.

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Por todo lo anterior, no es fácil que la corte le acepte al senador su versión. De abrirse paso la teoría de que quienes han comprado un juez son víctimas y lo han hecho bajo presión, todos los sobornadores de Colombia tendrían una coartada. Además, su escándalo de los 2.000 millones de pesos no tiene nada que ver con la situación judicial que enfrentaba antes de este: procesos por nexos con el paramilitarismo y con Odebrecht.

Pero al margen de lo favorable o no que resulte para el senador su osada jugada, está claro que en su intento se llevará a mucha gente por delante. Solo en su primera declaración ante la corte Musa acusó a los magistrados Leonidas Bustos y Francisco Ricaurte de llenarse los bolsillos con miles de millones. La próxima semana, cuando el senador regrese al Palacio de Justicia para continuar declarando dirá lo que sabe sobre los procesos del senador Hernán Andrade y los exsenadores Luis Alfredo Ramos y Julio Manzur, cuyos casos han sido objeto de cuestionamientos recientes. Pero además Musa engordará la lista con los nombres inéditos de dos importantes senadores que, como él, habrían pagado para definir la suerte de sus procesos en la Corte Suprema.

La crisis de la Justicia en Colombia es tan grande que el senador Musa Besaile está lejos de ser el protagonista más importante de este escándalo. Mucho más lo son los dos expresidente de la Corte Suprema de Justicia acusados por él, y otros nombres que se revelarán en los próximos días. Si hay algo más grave que la política corrompida, es la Justicia corrompida.