Home

Nación

Artículo

Emiro Sandoval era la mano derecha del presidente de la Corte Suprema, Alfonso Reyes Echandía. Nunca estuvo dentro del ataúd que le entregaron a su familia. | Foto: Archivo particular

Justicia

Palacio de Justicia: la conmovedora historia del magistrado al que lloraban en una tumba equivocada

Más de 30 años después, la familia de Emiro Sandoval, víctima de esa tragedia y mano derecha de Alfonso Reyes Echandía, encuentra algo de sosiego. La Fiscalía identificó sus restos en una fosa del Cementerio del Sur.

Cristina Castro
23 de febrero de 2017

Amelia Mantilla y Alexandra Sandoval llevaban esperando 32 años este momento. Es casi exactamente la edad que tiene Alexandra, quien apenas era una bebé cuando su papá, el magistrado auxiliar Emiro Sandoval Huertas, falleció en la tragedia del Palacio de Justicia. El joven abogado era una de las promesas del derecho de su generación. Había llegado de estudiar un doctorado en Alemania y por eso la Universidad Externado lo había recomendado para trabajar con el entonces presidente de la Corte Suprema de Justicia, Alfonso Reyes Echandía. Sandoval murió a su lado, ese 6 de noviembre que todo Colombia recuerda, en que su jefe pidió al aire que el Gobierno cesara el fuego.  

El martes por la tarde, el fiscal Néstor Humberto Martínez y la vicefiscal María Paulina Riveros citaron a Amelia y a Alexandra. La noticia que tenían para ellas era tan importante, que los altos funcionarios quisieron entregarla personalmente. El caso de Emiro Sandoval había conmovido profundamente a los investigadores del búnker desde que hace un par de años, cuando comenzaron las exhumaciones de los cuerpos del Palacio de Justicia y encontraron una triste verdad. En el ataúd que su familia había enterrado en 1985 no estaba él. De hecho, había restos de otras dos víctimas de la tragedia, que por ahora no han sido identificadas.

Vea también: "Papá, algunas veces me pregunto por qué te sigo llorando"

La esposa y la hija de Emiro Sandoval llegaron con expectativa al búnker. Durante los últimos años, las diligencias judiciales a las que habían asistido no solían representar buenas noticias. Sin embargo, esta vez fue diferente. Martínez les contó que la Fiscalía ha avanzado en la identificación de los cuerpos que encontraron en el Cementerio del Sur y que apuntaban a ser de las víctimas de esa tragedia. Luego de unos minutos, el fiscal finalmente les dijo lo que llevaban esperando por años: que habían encontrado el cuerpo de su papá. 

Las pruebas de ADN que cruzaron con Alexandra y con su abuela paterna dieron un resultado del 99 % de certeza. Los restos de Emiro Sandoval llevaban décadas en la caja número 42 de ese cementerio. Medicina Legal hizo la identificación del cádaver, pero salvo su identidad no han podido corroborar nada más. Ni la fecha exacta ni la causa real de su deceso. Alexandra cuenta aliviada que, a diferencia de muchos otras víctimas del Palacio de quienes apenas encontraron una falange, el cuerpo de su papá está prácticamente completo. "Hoy sentimos un alivio, mucha paz. Por mucho tiempo pensamos que pasaríamos otros 30 años en estas", cuenta ella. 

La horrible noche 

Alexandra era muy niña como para recordar la noche del 6 de noviembre de 1985, pero Amelia Mantilla, su mamá, tiene grabadas esas escenas como si apenas hubieran pasado unos días. En ese momento, ella trabajaba en la Procuraduría, a pocas cuadras del lugar, y aunque dieron la orden de desalojar, se quedó horas esperando a que saliera Emiro. Decidió no moverse de la oficina pues en esa época no existían los celulares y temía que si salía de allí y la llamaba, no podrían encontrarse. 

Finalmente, lograron comunicarse a la 1 de la tarde. Emiro se encontraba en el cuarto piso con su jefe, el presidente de la Corte Suprema de Justicia, Alfonso Reyes. El jurista había ido a la oficina exclusivamente a hablar con él y Amelia lo sabía. Por cuenta de las amenazas del narcotráfico, el magistrado había decidido salir un tiempo del país y ese era el último día antes del viaje. Él -que nunca solía ir los miércoles a la oficina- decidió pasar, después de dar su clase en el Externado, para hablar con Emiro y dejar todo arreglado para los días que no estuviere fuera.  

Amelia esperó horas y Emiro no volvió a llamar. En medio de la incertidumbre, y ante la imagen de los tanques entrando por el frente del Palacio de Justicia a la fuerza, decidió volver a la casa y quedarse con Alexandra. La joven abogada se pegó a la radio, que era la única fuente de comunicación que había de la tragedia, y oyó al jefe de su marido suplicar al aire que parara el cese al fuego. Cuando suspedieron la transmisión de los hechos para poner un partido de fútbol, decidió llevar a la niña a dormir con unos primos. Al otro día, cuando oyó a Yamid Amat decir que tenía que informar con dolor que se había confirmado la muerte del presidente de la Corte, supo que Emiro había muerto con él. 

Amelia fue a Medicina Legal a buscar entre los cadáveres. Miró entre las decenas de cuerpos apilados, pero ninguno era él. Y entonces decidió ir a la Corte Suprema. Entró al Palacio de Justicia por la misma puerta de los tanques. “Vi como bajaban de piso en piso los cuerpos calcinados. Empezaron a lavar con manguera. Es increíble, pero eso hicieron. Creo que con el único propósito de desaparecer las pruebas”, dice.

En una entrevista con Semana.com, a propósito de los 30 años de la tragedia del Palacio de Justicia, relató que en medio del calor del edificio, que apenas se recuperaba de las llamas, vio los restos del presidente de la Corte y cómo un soldado que llevaba un tanque de gasolina encendía una enorme llamarada. "Yo gritaba. Les decía que eran unos asesinos", dijo en ese momento.   

 

Muy rápidamente a todos los familiares de los fallecidos en el Palacio de Justicia los llamaron a la Funeraria Gaviria. Llegaron a un salón y a cada uno de ellos les entregaron un féretro. Les advirtieron que no lo abrieran pues los cuerpos estaban incinerados y el impacto de ver a alguien amado así podría ser grande. Les aconsejaron que guardaran mejor otro recuerdo de ellos. 

Vea también: "Nos entregaron una bolsa negra con otra persona": Carlos Medellín.

32 años después... 

El 30 de junio del 2016, Amelia y Alexandra fueron citadas al búnker. En medio de las investigaciones por los hechos del Palacio de Justicia, Medicina Legal y la Fiscalía habían exhumado los restos de su papá y esposo para determinar si realmente pertenecían a él. Y esa duda que las había rondado por meses finalmente se despejó ese día. En una diligencia discreta les entregaron los resultados. No era él.

Los estudios practicados en los restos que supuestamente eran de Sandoval arrojaron un dictamen desconcertante. Medicina Legal encontró que en su tumba estaban probablemente dos personas diferentes. Desde cuando conocieron la noticia, Alexandra se convirtió en una de las líderes en la búsqueda de la verdad de lo que sucedió en el Palacio de Justicia. Aunque sólo tenía tres años cuando ocurrieron esos hechos, la ausencia de su papá, producto de esas circunstancias, la marcó toda la vida. Estudió Derecho como él y como su mamá, y en los últimos años ha cumplido una labor reconocida en la defensa de los derechos de las víctimas en la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Hoy trabaja en la organización Women‘s Link Worldwide en pro de los derechos de las mujeres. 

Según el Informe de la Comisión de la Verdad, a Emiro Sandoval Huertas lo identificaron por la corbata que llevaba puesta. Ese documento, construido dos décadas después, registra que el acta de levantamiento hacía referencia a “una argolla de metal de color amarillo, restos de una licencia de conducción de control interno número 2556220, un llavero metálico con cuatro llaves, un reloj destruido y dos estilógrafos con nombre Pedro, lo cual puede sugerir error en la identificación”.

El exministro de Justicia Carlos Medellín también perdió a su papá en esa tragedia. A propósito de los 30 años le contó a SEMANA la forma tan irregular como se había hecho el levantamiento de cuerpos: “Los bomberos recibieron la orden de lavar el Palacio. Por el agua, los cuerpos cayeron del cuarto piso al tercero, del tercero al segundo y del segundo al primero. Cuando llegó Medicina Legal, ya todo era un desastre porque toda la escena había sido alterada”. Su familia se negó a recibir unos restos que le dieron en una bolsa negra porque no estaban identificados, y por esa razón, su papá fue enterrado días después en un sepelio aparte de los demás magistrados. “Los que vivimos eso supimos en ese momento todo lo que había pasado”, dijo Medellín.

¿Dónde están?

En los últimos años, la Fiscalía ha adelantado la titánica tarea de investigar dónde están los restos del Palacio de Justicia. El año pasado, el organismo exhumó más de 20 cadáveres y organizó un banco de datos genéticos de cerca de 200 personas. El proceso es en extremo complejo, demorado y dispendioso. En algunos casos la dificultad está en que la persona no tiene ningún familiar vivo con quien se pueda cotejar el ADN. Por esa razón, en los casos de un escolta del DAS Everardo Bermúdez y de Rosalba Romero, funcionaria de la Rama Judicial, la Fiscalía tuvo que exhumarlos no sólo a ellos sino también a su padres para tomar la muestra.

La verdad ha llegado como un bálsamo para unas familias y como un baldado de agua fría para otras. En el 2015, así se encontraron los restos de tres de las desaparecidas. Cristina Guarín, la empleada de la cafetería que inspiró la película La Siempre Viva, se encontraba en la tumba de otra víctima, Marina Isabel Ferrer, en el cementerio Jardines de Paz. Lo mismo que Lucy Amparo Oviedo, quien ese día había visitado el Palacio pues tenía una cita con el presidente de la Corte Suprema. Por otro lado, Luz Mary Portela León, una empleada de servicios generales, fue encontrada en el análisis de las cajas 55 y 55 A, que estaban archivadas en la Fiscalía.

Las familias de ellas tres cerraron así un ciclo de décadas de incertidumbre y desasosiego, pero en la casa de la señora Ferrer comenzó otra tragedia. Cuando se conoció la noticia, su hija Sofía publicó un video en el que resumía su desconsuelo. “Después de 30 años, recibir esta noticia es muy doloroso, es empezar otro duelo, el de llorar un muerto que no era el de uno”, decía acongojada. Posteriormente, la Fiscalía identificó sus restos.

En esa situación se encuentran otros familiares. Uno de los casos más conmovedores es el del magistrado de la Corte Suprema Pedro Elías Serrano. Según el informe de la Comisión de la Verdad, desde los primeros años se supo que lo que había en su ataúd eran realmente los restos de una mujer. A la familia de Norma Constanza Esguerra, una mujer que visitaba el Palacio de Justicia para surtir de pasteles la cafetería, siempre le han dicho que podrían corresponder a ella por un collar que le encontraron puesto. Hoy los restos de Serrano están siendo analizados en Europa. Algo similar pasó con Cecilia Concha, también empleada de la Rama Judicial, quien fue identificada en el cuerpo de un hombre.

Uno de los principales problemas para llegar a la verdad es que han pasado tantos años, que es díficil encontrar a los familiares de las víctimas para poder tomar el ADN. Alexandra, junto con los hijos de otros magistrados, comenzó un voz a voz para motivar a quienes vivieron ese díficil momento a acercarse a Medicina Legal. Para muchos, revivir ese dolor y recuperar las dudas sobre la identidad de sus familiares es tan duro, que prefieren apartarse de la investigación. Alexandra ha intentado llamarlos y explicarles cómo su caso, por el contrario, le ha traído paz a su familia. "Esto que acaba de pasar con mi papá, me demuestra que este esfuerzo valía mucho la pena. Ojalá las demás familias también encuentren respuestas", concluye.  

Vea nuestro especial de los 30 años de la toma al Palacio de Justicia