| Foto: SEMANA

POLÍTICA

Diez hechos de las elecciones para mirar con lupa

Lo regular, malo y muy malo para reflexionar. Análisis de Semana.com

Armando Neira
12 de marzo de 2014

1. La fuerza de los caciques

Es posible que a la inmensa mayoría de los colombianos los nombres de Musa Besaile Fayad y Bernardo Miguel Elías Vidal no les digan nada. Y, sin embargo, se trata de dos de los políticos más influyentes de hoy en el país. Son los senadores de La U –el partido que obtuvo el mayor número de curules a la Cámara alta–, que más votos sacaron no sólo en esta lista, sino que, además, están entre los primeros del país. En varios recorridos que hizo Semana.com por Sahagún, el santuario de ambos en Córdoba, se vio la puesta en marcha de la maquinaria para seducir a los electores. Ventiladores, tejas, cementos. “Así se hace la política acá”, era la frase de los pobladores cuando se les preguntaba si esta feria no era una irregularidad. “Nada, esto es lo más normal”. Ambos simbolizan lo que en nuestro sistema político se llama caciques. Y aunque en todas las elecciones se cuentan las historias de aquellos que se queman, siguen casos como estos, que muestran la fortaleza de su estirpe, inmunes a todo.

2. Los todopoderosos

En línea con lo anterior, hay que decir que en ocasiones los caciques trabajan de manera aislada, cada cual en defensa de su feudo. En otras oportunidades se unen e imponen sus condiciones con repercusiones para el resto del país. Fue lo que hicieron Musa Besaile Fayad, Bernardo Miguel Elías Vidal y otros caciques, quienes sin pudor encendieron una poderosa máquina que les dio resultados sorprendentes. En tres departamentos –Atlántico, Córdoba y Sucre–, donde está el 9 % de la población de Colombia, obtuvieron el 26 % de todo el Senado de la República. Atlántico eligió diez, Córdoba nueve y Sucre siete senadores. ¿Cómo, por ejemplo, mirarán estos padres de la patria las necesidades de las poblaciones de Guaviare, Vichada, Caquetá? ¿El Senado de hoy representa al país entero?

3. ¿Quién quiere ser millonario?

Las denuncias de los ríos de dinero que corrieron en estas elecciones fueron el pan de cada día. Y, lo peor, nada se hizo para ponerle un dique. Al contrario, las autoridades electorales primero fijaron unos topes de gastos de 300 millones de pesos por candidato y de la noche a la mañana, sin ningún argumento técnico, dictaminaron que eso no era suficiente por lo que autorizaban un ciento por ciento más. Es decir, 600 millones de pesos. Jorge Enrique Robledo, considerado uno de los mejores y más transparentes congresistas del país y que de entrada cuenta con un segmento importante del voto de opinión, contó que gastó 600 millones de pesos. ¿Cuánta plata, pregunto, entonces, se movió por ejemplo en la costa Caribe? ¿De dónde salió tanto billete? ¿Y quién y para qué la puso? 

4. El fraude en directo

Ante los ojos de todos, en Buenaventura se está cocinando un fraude. Con un guión similar y con protagonistas parecidos a los que se presenta en cada elección. Esta vez tiene en disputa a dos candidatos a la Cámara de Representantes del Partido Liberal: Juan Fernando Reyes Kuri y Hernán Sinisterra Valencia. El primero, de la línea de Sergio Fajardo, y el segundo, mencionado como uno de los presuntos responsables del asesinato del pastor y concejal liberal Stalin Ortiz, ocurrido el año pasado. Con el 98 % de las mesas informadas en el puerto y con 21.731 votos, el primero ganaba a su contendor que llevaba 19.726 votos. Es decir, una diferencia de 2.005 votos y con un mínimo porcentaje por escrutar, apenas el 2 %. Cuando empezó el reconteo las tendencias cambiaron y cada vez han ido apareciendo nuevos formularios con resultados contrarios. ¿Alguien puede explicar esto?

5. Unos blancos muy negros

Hay trampas de trampas. Algunas por debajo de mesa, otras haciéndole una hábil esguince a la ley, pero ¿cómo explicar las que insultan de frente a toda una comunidad? María del Socorro Bustamante y Moisés Orozco, dos blancos, fueron elegidos en representación de los afrocolombianos. Es lo que se ha llamado ‘politiquería impostora’. Juan de Dios Mosquera, fundador y presidente del Movimiento Nacional por los Derechos Humanos Afrocolombianos Cimarrón, sentenció que estos dos nuevos congresistas “son personajes politiqueros, indignos e indeseables como representantes políticos del pueblo afrocolombiano en el Congreso de la República”. Los acusados, por su parte, se defienden y dicen que “conocen” bien los problemas de los negros. ¡No hay derecho! 

6. El voto preferente hizo agua

Uno de los retos más urgentes es darle un revolcón al sistema de elección de los parlamentarios. El voto preferente no sólo permite a algunos individuos, estén en el puesto que estén, pero con la chequera abultada, hacerse elegir. También aumenta los gastos de las campañas y confunde al elector que llega a la urna y queda de una pieza cuando le pasan una sabana de tarjetón en donde abundan cientos de cuadritos, cual crucigrama. Las listas deben ser cerradas. Con partidos organizados y que cada colectividad la arme de acuerdo con su liderazgo o con el método deseado. Es una de las maneras de evitar esa tragedia que es ir a votar, encontrar un pliego de gran tamaño en el que no aparecen las fotos ni los nombres de los candidatos, sólo el partido y un número asignado para la votación que el elector debe memorizar durante la campaña. Tarea difícil cuando hay más de 2.000 candidatos.

7. El crimen siempre paga

Las elecciones del pasado domingo mostraron que en el país están intactas algunas estructuras mafiosas. Son castas políticas que van dejando en sus herederos las curules sin importar los graves crímenes que arrastran detrás. Mauricio Aguilar, hijo del exgobernador de Santander Hugo Aguilar, condenado por parapolítica, tomó ahora el poder; Doris Vega, esposa del exsenador Luis Alberto Gil, condenado a siete años de prisión en el 2012 por pactos políticos con el sangriento Bloque Central Bolívar, hace lo propio; Teresita García Romero, hermana del exsenador Álvaro García, condenado a 40 años de cárcel por la masacre de Macayepo en la que fueron salvajemente torturados 16 campesinos hasta matarlos a piedra, machete y cuchillo, repite curul. ¿Qué pensarán las víctimas?

8. ¿Dónde está la ley?

Las autoridades electorales están en deuda. En el momento de escribir estas líneas, por dar un ejemplo, no había aun resultados oficiales de la consulta de la Alianza Verde en la que participaban solo tres candidatos. Si esto es así con un hecho tan evidente, ¿qué se puede esperar de imponer la ley en departamentos como Sucre, en donde en pleno conteo se fue la luz, o ante hechos tan evidentes como la publicidad engañosa para confundir al elector?

9. Abstención, abstención, abstención

La Misión de Veeduría Electoral de la Organización de Estados Americanos (MVE/OEA) recomendó a las autoridades colombianas que estudien los altos niveles de abstención en los comicios y que busquen soluciones para superar este fenómeno, que se une además al de los votos nulos, sin marcar y en blanco. Eso lo dice todo. Es una inquietud general. Según datos de la Registraduría Nacional del Estado Civil con el 98,40 % escrutado, en las elecciones para el Senado se registra una participación de 14,3 millones de personas de los 32,7 millones convocados (43,58 %), mientras que para la Cámara de Representantes fue del 43,57 %.

10. Malo, malo, muy malo

En algunos casos es culpa del sistema, en otrosl de los ciudadanos, pero sea quien sea el responsable, lo cierto es que hay una tragedia que parece nadie se quiere tomar en serio: los votos nulos y los no marcados. En el caso del Senado, este domingo hubo 1.485.567 votos nulos. Esto significa que un millón y medio de colombianos se levantaron, salieron de sus casas, fueron hasta el puesto de votación, buscaron el lugar que les tocaba, hicieron la fila, recibieron los tarjetones y luego los marcaron mal. A estos se suman 842.615 personas que sencillamente los dejaron tal cual lo recibieron. ¿Por qué no lo hicieron? ¿Querían votar en blanco? ¿Les dio pánico escénico frente a la urna? ¿Sufrieron de amnesia repentina? Sea lo que sea, este hecho forma parte de las cosas malas, muy malas, de unas elecciones que no deberían ser así.