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Visión estratégica del TLC para Colombia

Marta lucía Ramírez, ex ministra de Defensa y presidente Ramírez & Orozco International Strategy Consultants, escribe sobre lo estratégico que resulta para Colombia firmar un Tratado de Libre Comercio

Marta Lucía Ramírez de Rincón*
23 de mayo de 2004

Es claro que para Colombia resulta fundamental asegurar el acceso preferencial permanente en el mercado de su principal socio comercial, Estados Unidos, a donde se dirigen más del 45 por ciento de sus exportaciones, especialmente cuando la profundización de la estrategia de "liberalización competitiva" de Estados Unidos hace que Colombia no pueda quedar rezagada mientras varios países latinoamericanos ya cuentan o contarán en breve con acceso preferencial en Estados Unidos, y mientras eventos como la inminente culminación del Acuerdo sobre los Textiles y el Vestido de la OMC afectarán el mercado mundial de productos en los que Colombia espera aumentar su participación.

Es innegable que el Alca tiene el potencial de ser un escenario ideal para lograr una negociación proporcionada en la que se establezcan normas comunes que faciliten el comercio de bienes y servicios en las Américas. Sin embargo, la negociación del Alca ha sido víctima de la falta de avances en agricultura en la OMC, y parece difícil que Estados Unidos y Brasil cedan próximamente en sus posiciones divergentes. Los recientes eventos en el seno de la OMC relacionados con la decisión del grupo especial contra Estados Unidos sobre los subsidios al algodón, si bien pueden darle un elemento adicional de negociación a Brasil en el Alca, difícilmente ayudarán a solventar las complicaciones actuales. Aun en caso que el Alca avance, la determinación de los formatos de negociación de tanto el conjunto común de obligaciones como de los acuerdos plurilaterales tomará más tiempo de lo proyectado.

Mientras esta situación persista, para países como Colombia es necesario avanzar en la negociación bilateral con Estados Unidos, teniendo en cuenta tanto los costos como los beneficios de optar por dicha ruta.

En el caso de los países andinos y especialmente de Colombia, no se puede ver la negociación del Tratado de Libre Comercio (TLC) entre Estados Unidos y los países andinos beneficiarios de Andean Trade Promotion and Erradication Act -Atpdea- (Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú) solamente en términos mercantilistas de acceso a los mercados recíprocos. La negociación del TLC está enmarcada en unos objetivos compartidos por los países involucrados en términos de consolidación de la democracia, la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo, y la búsqueda de un crecimiento económico sostenido en el largo plazo. Lo fundamental en este caso es que dichos temas deben estar reflejados en los resultados finales de la negociación.

Los beneficios de la liberalización económica y comercial han sido cuestionados fuertemente en la región, y el riesgo del surgimiento de alternativas populistas está siempre latente. En este sentido, para Estados Unidos el TLC es una avenida importante para proveer estabilidad y crecimiento económico a la región andina, especialmente cuando la situación en otros rincones del mundo, como el Medio Oriente, se torna aún más complicada.

Varios analistas han criticado la participación por separado de los países latinoamericanos en las negociaciones con Estados Unidos. La crítica más citada radica en que al negociar por separado, los países latinoamericanos contarán con menos poder de negociación. Al respecto, las condiciones tan variadas de los países latinoamericanos hacen que este postulado no resulte necesariamente válido. Los países andinos tienen el potencial de utilizar en su favor sus condiciones especiales y la coyuntura geopolítica actual para lograr de Estados Unidos concesiones importantes que difícilmente se otorgarían en el ALCA.

Otra crítica frecuentemente comentada se refiere al ámbito y profundidad de los temas en negociación, los cuales van más allá del tratamiento dado a estos en la OMC. Al respecto, el hecho de que los compromisos vayan más allá de la OMC no resulta necesariamente perjudicial. En el caso de Colombia, la mayor apertura del sector de servicios, si es acompañada de una regulación adecuada, será benéfica para el aumento de la competitividad de las empresas nacionales, lo que no debe ser visto como una concesión. Lógicamente, si Estados Unidos acepta la liberalización de servicios de interés de Colombia como servicios profesionales, médicos y de ingeniería, entre otros, los beneficios serán aún mayores.

Así mismo, contar con reglas claras y permanentes con respecto a inversión tendrá el potencial de atraer más inversión extranjera directa a un país donde el constante cambio en las reglas del juego ha determinado un menor incentivo para los inversionistas internacionales. Los problemas con respecto a las demandas frívolas que se dieron en los primeros años del Nafta se podrán evitar en el TLC con Estados Unidos si se aclara, como en los recientes acuerdos suscritos por Estados Unidos, el concepto de expropiación indirecta.

Con respecto al tema de compras del Estado, la normatividad actual colombiana es bastante abierta, por lo que los beneficios en este sentido serían la mayor apertura de las compras realizadas a escala federal y estatal en Estados Unidos para los productores de bienes y servicios colombianos.

Un tema que merece una reflexión profunda con respecto a avanzar más allá de lo acordado en la OMC es la propiedad intelectual. Al respecto, es necesario mantener un balance entre la protección de los derechos de propiedad intelectual y el bienestar de los consumidores en términos de acceso a las medicinas y los productos agroquímicos. Así mismo resulta importante que se avance en la negociación del TLC en los temas de interés de los países andinos, como por ejemplo la protección del conocimiento tradicional.

De otro lado, claramente la negociación del TLC con Estados Unidos será el reto más grande que haya enfrentado el proceso de integración subregional en el marco de la Comunidad Andina, de cuyos miembros únicamente Venezuela está excluido de la negociación. La Comunidad Andina, si bien luego demás de 30 años no ha podido adoptar un arancel externo común, ha avanzado de manera importante en la adopción de una normatividad e institucionalidad. Así mismo, el comercio intrarregional, si bien representa alrededor del 10 por ciento de las exportaciones totales de los países andinos, ha crecido de manera importante hasta alcanzar alrededor de los 6.000 millones de dólares, de los cuales una gran parte corresponde a bienes manufacturados.

Idealmente, los países andinos participantes deberían negociar de manera conjunta en la negociación. Sin embargo, Estados Unidos recientemente anunció que Colombia, Ecuador y Perú serán los primeros en iniciar la negociación, a la cual se sumará posteriormente Bolivia. Al respecto, la negociación del Cafta demuestra que ni siquiera negociando al mismo tiempo los países centroamericanos lograron mantener una posición unificada.

La negociación está programada para durar entre nueve meses y un año, de manera que culmine luego de las elecciones presidenciales de Estados Unidos pero antes del proceso de renovación del Trade Promotion Authority, de manera que el TLC se envíe al Congreso de Estados Unidos durante un período en que las presiones proteccionistas no sean tan altas. Sin embargo, la presión del tiempo no puede ser el factor fundamental para definir la negociación. La experiencia reciente del Cafta, que se negoció rápidamente pero pareciera que su aprobación tomará más que lo esperado, debe servir como ejemplo para la negociación del TLC. Lo fundamental para los países andinos es que sus intereses principales sean tenidos en cuenta durante la negociación, aunque esto tome más tiempo del inicialmente estimado.

Finalmente cabe destacar que el proceso de internacionalización de los países andinos debe continuar mucho más allá del TLC y de la negociación del Alca. Otros países latinoamericanos como México y Chile ya cuentan con acuerdos de libre comercio con la Unión Europea y con algunos países asiáticos, por lo que los países andinos deben aprovechar su proceso de integración regional y su posición geográfica privilegiada para integrar cadenas productivas que logren niveles de competitividad que les permitan conquistar los mercados internacionales en varios continentes.

Este artículo fue escrito originalmente para Puentes, 'Entre el comercio y el desarrollo sostenible', publicación del Centro Internacional de Comercio y Desarrollo Sostenible (Ictsd).

*Presidente Ramírez & Orozco International Strategy Consultants