OPINIÓN ONLINE

La fractura gringa

Miles de personas en las ciudades salieron a gritar ¡Trump is not my president!. No son anarquistas violentos ni resentidos ardidos; no son terroristas, no son grupos anti yanquis, ni infiltrados de ISIS ni castrochavistas.

Ana María Ruiz Perea
14 de noviembre de 2016

El mundo entero se comió las uñas hasta la madrugada del 9 de noviembre,y temblócon el totazo del triunfo de Donald Trump. Llega a la Casa Blanca un hombre de negocios sin ninguna preparación en administración pública, un demagogo con discurso antipolítico que prometió meter a la cárcel a su opositora, construir un muro en la frontera, bajar los impuestos ydar lustre al águila imperial. Esa madrugada, cuando el millonario se hizo a los colegios electorales, los Estados Unidos se partió.

Miles de personas en las ciudades salieron a gritar ¡Trump is not my president!. No son anarquistas violentos ni resentidos ardidos; no son terroristas, no son grupos anti yanquis, ni infiltrados de ISIS ni castrochavistas. Gritan consignas, escriben en las paredes del metro, queman monigotes de copete naranja, llaman a reuniones de urgencia en el salón de la justicia a ver si los superhéroes vienen a tomar control sobre el villano mayor.

Esa gente está desesperanzada y con rabia de entregar las riendas del país a un tipo abiertamente racista, xenófobo y misógino. Para esa mitad de los Estados Unidos que votó, esto no es un cambio de partido en el gobierno, es un inadmisible ético. Por medio siglo, desde que la segregación dejó de ser la ley infame que era, generaciones de esos estadounidenses han tejido redes en la sociedad para reconciliarsey construir el difícil camino de la igualdad. Es la gente de los Estados Unidos que llevó a un negro a ocupar por dos períodos la presidencia, y que llevaría a un oriental o a un latino si demuestra que tiene las capacidades para ejercer el cargo.

Es la gente que votó a Hillary, 400 mil personas más que los votantes de Trump. La misma que en estas elecciones aprobó la legalización de la marihuana en 9 estados, 5 para uso recreativo, 4 para uso medicinal;laque traga saliva viendo como inicia el empalme en la Casa Blanca. Todo lo que de sensato, liberal y cosmopolita tiene los Estados Unidos se siente hoy ofendido, y está asustado.

Los colegios electorales le dieron el triunfo a Trump y en los mapas de resultadosse ve la fractura: las grandes ciudades votaron a Hillary, el país rural votó a Trump. Ganóel presidente que les auspicia comprar el arma que les da la gana, pegarle a quien les de la gana, discriminar a quien les de la gana, manosear a quien se les antoje, censurar la teoría de la evolucióndel pensum escolar o creerse el cuento de la superioridad de la raza.

Son los Estados Unidos que cree que ser racista,o no, es opcional como quien elige una hamburguesa, queno lesimporta si el agente naranja sabe o no gobernar porque, a su criterio, nada les merece más respeto que haber creado un emporio que lleva su nombre en letras doradas. Si para construirlo no cumple las leyes laborales, contrata ilegales o esconde la declaración de renta, les tiene sin cuidado. La misma cultura traqueta de por acá, el que hace plata es el patrón, y punto.

Para ellos, como dice MyPresident, los latinos, los musulmanes y los negros son presa para excluir, doblegar o expulsar.Hay una escena escalofriante en un video que circulaporahí. En el salón de clases de una escuela secundaria en Michigan, los estudiantes gritan enfurecidos a coro ¡Builtthe Wall, Builtthe Wall!El video que se hizo viral es muy corto y fue registrado con celular desde abajo del pupitre. Me pregunto qué sentía en ese momento el adolescente que lo grabó, y qué pueden estar sintiendo los chicos y chicas víctimas de esos gritos y de ser los hijos del sueño americano.

Esa es la fractura que se abrió en Estados Unidos con esta elección, permitir socialmente a una mitad del país el retroceso de discriminar a voluntad, abrir la compuerta del dragón del racismo que tanto trabajo ha costado domesticar. Quienes consideran que este es solamente un cambio de mando y que será igual que cualquier otro presidente yanqui,no quieren ver que, blandiendo la bandera de una nación blanca y poderosa, Trump le clava un puñal a la nación, la hace menos humana, lafractura.

De remate. Un negociante populista al frente de una potencia es un peligro global. Trump tiene un costalado de conflictos de interés, los propios de un magnate que ha firmadoacuerdos comerciales con muchos países (no se sabe cuántos, no lo ha hecho público). Esto lo hará moversepor el mundo con ciertasincoherenciaspropias de la ignorancia y de la doble agenda, lo quedistraerácon amenazas y bombardeos donde mejor le convenga, cuando mejor le sirva. Bienvenidos al triunfo de la insensatez democrática.