OPINIÓN ONLINE

Síntomas bizarre

Esta es una región que ha pedido a gritos programas masivos de salud mental y asistencia psicosocial

Marta Ruiz, Marta Ruiz
31 de agosto de 2014

No es un invento. Por lo menos 270 niñas y adolescentes han sufrido de desmayos, dolor de cabeza y entumecimiento en las extremidades en las últimas semanas en Carmen de Bolívar. Tengo un amigo que subió a la parte alta de la montaña de este municipio a traer una niña enferma y terminó bajando con diez de ellas en el carro. Según me contó, en el camino encontró campesinos que bajaban a sus hijas desgonzadas, en burro o hamaca. Y una ambulancia que llegó también cargada con niñas acosadas por el mareo.

Los padres de familia, algunos maestros y funcionarios no tienen duda de que esta crisis ha sido desatada por la aplicación de la vacuna contra el papiloma humano, que previene en las mujeres adultas algunos tipos de cáncer de cuello uterino. La campaña de vacunación se hace en colegios de todo el país y partamos de reconocer que es una iniciativa de buena fe y positiva para la población. El Gobierno, en cabeza del ministro de salud, Alejandro Gaviria, ha puesto sus manos en el fuego por la vacuna, apoyado en los conceptos de la OMS y la OPS, entre otros.

Al día de hoy, la mayoría han sido devueltas a su casa porque están bien, aunque también hay hallazgos extraordinarios: un caso de lupus y cuatro embarazos en menores de 15 años. El gobernador Juan Carlos Gossaín dice que 25 expertos están estudiando el caso para determinar las causas del problema porque, por fortuna, nadie niega que algo raro está ocurriendo. Aunque no se ha descartado que la causa sea la vacuna, o su manipulación, se barajan hipótesis de sugestión, histeria colectiva y no ha faltado quien diga que este episodio es una consecuencia tardía de la terrible guerra que vivió la región.

Lo que más me ha llamado la atención fue el comentario del ministro Gaviria cuando definió los síntomas de las niñas como bizarros (supongo que de bizarre: estrafalarios, extraños), que en lenguaje médico quiere decir que no son específicos.

Que podrían ser manifestación de cualquier cosa. La definición me encanta porque encaja perfecta no sólo para el Carmen sino para todos los Montes de María. Por lo menos en la parte rural, allí puede pasar cualquier cosa.

En un trabajo de campo realizado por la Fundación Semana en los corregimientos de esta zona, se encontró una realidad bizarre en materia de salud. Por ejemplo, que apenas eln 45 % de los centros poblados cuentan con acueducto y que el 90 % no tiene plantas de tratamiento. La gente toma agua impotable y en algunos casos, abiertamente contaminada.

Existen casos graves como el de Canutal, en Ovejas, donde el agua tiene plomo y no se puede beber. La gente da explicaciones bizarre: que las empresas petroleras han revolcado la tierra de tal manera buscando gas y petróleo, que contaminaron las aguas profundas.

Los campesinos describen así el círculo bizarre del servicio de salud: donde hay centros de salud (menos de la mitad de la zona rural) no hay dotación ni médicos. Donde hay médico (que es en menos del 30 % dela zona rural) este sólo llega una vez por semana o menos.

Las ambulancias son prácticamente inexistentes en la zona rural. O no tienen acceso por el mal estado de las vías. Existen síntomas bizarre de este abandono, como que la gente todavía tiene que sacar a los enfermos a lomo de burro o en hamaca, como lo demostró esta emergencia. La gente cree que la telemedicina sería una alternativa, pero apenas el 30 % del territorio tiene conectividad a internet.

En Montes de María, como en otras zonas rurales, los médicos no van a la gente, sino la gente a ellos. Los campesinos gastan lo que tienen en transporte para ir a una cita de la que se devuelven con un papel que ordena volver después por un examen o una fórmula.

Casi todos desisten y prefieren comprar un analgésico o recurren al yerbatero. Allí todavía la salud es un miedo, no un derecho.

En un mundo tan bizarre, por supuesto que una epidemia de estas puede ser causada por cualquier cosa. Aunque, como señalan los padres de varias niñas, no hay explicación para que sólo se enfermen las mujeres de entre 9 y 15 años que han sido vacunadas. Y la tesis de que se trata de un caso psiquiátrico, de sugestión, gana terreno. Una histeria que sólo les da a las mujeres jóvenes, al parecer. Y eso no es menos grave. Esta es una región que ha pedido a gritos programas masivos de salud mental y asistencia psicosocial, para tratar las afectaciones que dejó el conflicto. Hasta ahora no ha sido escuchada por nuestro bizarre sistema de salud.