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Alquiler de vientres a un 'clic'

Cada vez es más común toparse con publicidad 'online' sobre alquiler de vientres.

Silvia Parra, Silvia Parra
7 de septiembre de 2013

Así como compra zapatos o ropa por Amazon y libros o música por Bestbuy, a través de un clic usted puede “encargarle” un bebé al ciberespacio, definir el sexo, etnia o decidir traer al mundo gemelos. 

Un rentable negocio de alquiler de vientres se extiende por las redes sociales, sitios web, blogs, y cada vez son más las mujeres que están dispuestas a ofrecer sus servicios para pagarse sus estudios, sostener a su familia o simplemente como un trabajo bien remunerado.

Nueve meses cargando “el encargo”, la gestión de algunos documentos y unas cuantas revisiones médicas periódicas bastarán para recibir una buena suma de dinero que le permitirá a una “madre sustituta” pagar sus deudas, dar educación y buena alimentación a sus hijos.

Escriba en cualquier buscador de internet “alquiler de vientres” y le sorprenderá encontrar innumerables empresas con una amplia cartera de voluntarias de entre 20 y 30 años, decenas de clínicas privadas que se encargan de la fecundación y hasta hospitales públicos que ofrecen las facilidades y comodidades para llevar a cabo la maternidad subrogada.

Hay cientos de empresas de maternidad subrogada a través de Facebook y Twitter, se topará con publicidad con mensajes como: “Vengan como una pareja y váyanse como una familia” o tuits al estilo: “Vendo mis óvulos a parejas que quieran tener hijos”, “Alquilo mi vientre para parejas no fértiles”, "Se busca vientre para dar a luz gemelos” o "Se solicitan jóvenes de entre 21 y 31 años que quieran poner sus vientres en alquiler” son mensajes clasificados y publicidad que se propagan a través de los diferentes medios sociales y que cada día pone a valer más este negocio en el mundo entero.

Los países que aprueban esta técnica son pocos: India, Ucrania, Rusia y Estados Unidos. Otros países ni lo permiten ni lo prohíben y algunos otros ni siquiera se han puesto a estudiar el tema, pues son demasiados debates éticos y morales los que hay que afrontar. Pero, más allá de cualquier acto emotivo, el alquiler de un vientre materno es, sobre todo, un negocio floreciente que mueve muchos millones al año.

Y el negocio de la maternidad subrogada lo tiene claro India, líder mundial en “alquiler de vientres”; cobra por el útero de una madre sustituta (generalmente de escasos recursos) entre 7.500 por embarazo y hasta 10.000 dólares si son gemelos. Razón por la cual miles de europeos, norteamericanos, homosexuales, personas con problemas de fertilidad o simplemente quienes desean evitar el embarazo y el parto, prefieren encargar sus hijos desde este país. 


Los costos en Estados Unidos se elevan de 25.000 dólares hasta unos 100.000 dólares, de manera que el tema se ha cotizado sobre todo en el mundo de la farándula; personalidades como Miguel Bosé, Elton John, Nicole Kidman, Michael Jackson, Sharon Stone, Ricky Martin y hasta Sofía Vergara han acudido a prestigiosas clínicas previo pago de cantidades inimaginables.

Por eso vemos cómo los famosos se convierten en padres de la noche a la mañana y los seguimos viendo en películas, series o con nuevos álbumes musicales. Las empresas se ocupan de todo, así como de encontrar a la candidata ideal, hacerle un seguimiento médico y toda la gestión de los papeles burocráticos sin afectar la vida profesional de las “estrellas”.

Por su parte, el costo que debe pagar la mujer sustituta es abstenerse de tener relaciones sexuales durante la gestación, llevar una dieta saludable, asistir a periódicos controles médicos y, por supuesto, la invaluable acción de “no echarse para atrás”, tan pronto nazca deberá entregar una vida que engendró dentro de su ser a cambio de una suma de dinero definida.

¿Cómo un hijo puede ser fruto de una transacción económica, producto de un alquiler? ¿Quién piensa en los derechos del niño por nacer? Si se somete la dignidad de una persona adulta, en el caso de la madre subrogante, aunque esta consienta, ¿qué reparo va a haber en detenerse a reflexionar sobre quién no tiene voz ni voto?

Y sobre este punto, cabe destacar que bajo algunas modalidades de alquiler de vientre, un niño puede tener ¡hasta tres madres!: la que pone el cuerpo, la que hace el encargo y una tercera que aporta sus óvulos. ¿No hay un derecho a la identidad? Así como para los hijos de quienes decidieron darlos en adopción, o de padres desaparecidos, día y noche piensan qué habrá sido de sus padres. Y conocer su origen puede volverse una obsesión. Cómo explicar a un ser humano que la persona que lo engendró, a la que todos llaman “mamá”, sencillamente lo cambió por una cantidad de dinero.
¿Que pasó con ese vínculo entre madre e hijo que se desarrolla durante los meses de gestación?

Lo ideal es nacer de una pareja estable donde reine el amor y no falte lo indispensable. Cuando se habla de un niño que llegó al mundo a causa de un “descuido”, es un tema que puede afectar su constitución subjetiva. Me pregunto: ¿Qué pasaría con un niño “hijo de alquiler”? Habría que indagar estas cuestiones más allá del deseo a ser madre o padre. Son muchas las preguntas que van y vienen en mi mente. ¿Qué pasa si la criatura en gestación nace con problemas físicos o de salud? ¿Los padres no reciben al bebé? ¿La madre biológica deberá quedarse con un niño o niña que tuvo intención de comercializar? ¿Cómo termina este negocio?

El tema es complejo y se presta para todo tipo de debates éticos y morales. Lo cierto es que el crecimiento de la industria de la fertilidad ha provocado que los óvulos de las mujeres y el esperma de los hombres se hayan convertido en productos que se venden y se compran como cualquier artículo de consumo en el mercado. Es como ir de compras online por un papá o por una mamá.

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