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Aquelarre lúdico-didáctico

Samper llamando por teléfono a Isabelita viuda de Perón: “Ay, venga, monita, no sea retrechera”

Antonio Caballero
5 de marzo de 2001

El ex presidente Ernesto Samper anda muy ocupado organizando una reunión de ex presidentes de lo que en un rapto de ceguera José Vasconcelos llamó una vez “Nuestra América”, como si fuera nuestra. Desde aquí me imagino lo que va a ser ese ágape, y me estremezco.

¿Quiénes serán los convidados? Muchos ex presidiarios, varios prófugos de la justicia, algún preso condenado en firme al que es poco probable que su cárcel de alta seguridad le dé un asueto para venir a Cartagena (la fiesta es en Cartagena, patrimonio de la Humanidad). De sobra son conocidas las dotes de buen componedor de Samper, pero ¿cómo se las va a arreglar para sentar a la misma mesa a, digamos, el ex presidente ecuatoriano Bucaram y a su sucesor Mahuad, que lo echó de la presidencia y lo hizo declarar loco? ¿O al nicaragüense Daniel Ortega y a Bush padre, que financió la guerra de los ‘contras’? Entre colegas siempre hay resquemores. ¿Y permitirá la DEA que asista el narcotraficante panameño Noriega? ¿Y tolerará Amnistía Internacional que vengan los argentinos Massera y Videla, ladrones de niños? La parte logística no va a ser fácil.

Pero Samper es hombre recursivo. Cabe imaginarlo llamando por teléfono a Isabelita viuda de Perón a su mansión en el Mediterráneo y susurrándole al oído con su más acaramelada voz nasal:

—Ay, venga, monita, no sea retrechera…

Y la monita se dejará convencer.

Así que allá los tendremos a todos, comiendo y bebiendo en la Casa de Huéspedes Ilustres. Presidirá, como decano, el general chileno Augusto Pinochet, las manos tintas en sangre. El comandante cubano Fidel Castro es más antiguo, pero no será invitado porque se trata de un convite de ex presidentes, y no de presidentes en ejercicio. Por eso mismo no estará tampoco el peruano Alan García, que para entonces habrá sido reelegido a la presidencia del Perú por sus insensatos compatriotas. Pero en cambio llegará desde el Japón Alberto Fujimori, y desde Irlanda vendrá el mexicano Salinas de Gortari, y desde el sur de Francia viajará el haitiano Baby Doc; aunque éste, según se dice, últimamente anda corto de dinero.

A propósito: ¿Quién financia el evento? Porque con Ernesto Samper nunca se sabe.

Pero bueno, el costo no es problema, porque prácticamente todos los invitados pueden, si quieren, pagarse el viaje y la estadía de su propio bolsillo. El brasileño Collor de Melo, el venezolano Carlos Andrés Pérez, los dos consuegros paraguayos Stroessner y Rodríguez. Incluso el dominicano Joaquín Balaguer, que se gastó toda la plata de su país en construir un gran faro de homenaje a Cristóbal Colón que, cuando lo encienden, chupa tanta energía que deja a oscuras toda la isla. Pero dicen que el hombre es un asceta, no un botarate como otros. Y sin duda sus 30 años de secretario perpetuo del Benefactor Trujillo, más sus seis o siete períodos presidenciales consecutivos, le habrán dejado algunos ahorritos. Porque los convocados a Cartagena no son sólo ex presidentes de sus países respectivos, ni únicamente genocidas, torturadores y violadores de los derechos humanos; además todos son archimillonarios.

Me falta espacio aquí para nombrarlos, porque son muchos: este continente produce ex presidentes como otros producen riqueza. Me faltan por nombrar todos los dictadores centroamericanos que no hayan sido todavía reelegidos democráticamente (pues en eso consiste lo que la prensa llama “el avance de la democracia en el hemisferio”: en que los dictadores ganan las elecciones); y todos los dictadores bolivianos que estén en el mismo caso; y todos los generales brasileños; y todos los uruguayos. Y, claro, todos los ex presidentes colombianos. Además de Samper, el del elefante, acudirán cinco o seis más: Turbay, el del las torturas en las caballerizas de Usaquén; López, el de los primeros detenidos-desaparecidos; Gaviria, el del exterminio de la Unión Patriótica; Belisario, el incendiario del Palacio de Justicia; y Lemos Simmonds, que, aunque no tuvo tiempo para cometer muchas tropelías en su fugacísimo paso por la silla presidencial, tiene cara de haberse escapado del ‘túnel del terror’ de una feria de atracciones. Nuestros ex presidentes, que, sumados, son responsables de más derramamiento de sangre que todos sus colegas del continente juntos.

(Exceptuando, claro está, a los norteamericanos: a esos no les gana nadie).

De manera que la de Cartagena será, para usar la expresión de moda, una reunión lúdico-didáctica. Lúdica para ellos, que recordarán con añoranza viejas francachelas:

—¿Te acuerdas de cuando firmamos aquellos acuerdos tan chistosos con el Fondo Monetario?

—Sí, y nos tocó sacar los tanques a la calle: hubo más de mil muertos.

—¿Y te acuerdas de cuando estuvimos con Pablo en la piscina del Marriot?

—Sí. Eso fue justo antes de que bombardeáramos a Panamá. Por cierto, ¿que quedó del Marriot?

—¿Te acuerdas de cuando matamos al Che?

—No sólo al Che, ¿te acuerdas…?

—¡Ah, qué tiempos aquellos…!

Y didáctica para nosotros, que entenderemos al verlos a todos ellos juntos en la foto de grupo, posando como para un aquelarre de viejas brujas pintado por Goya, porqué a este continente se lo llevó el diablo.

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