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Una tormenta en un vaso de agua

La opinión pública ha sugerido la salida de funcionarios del gobierno, pero ¿qué tan grave fue lo que sucedió en Conejo? y ¿qué tanto afecta la imagen del proceso de paz?

Semana.Com
19 de febrero de 2016

Luego de las fotos que circularon en redes sociales y las imágenes en video que se trasmitieron sobre la visita de jefes de las FARC al corregimiento Conejo, en Fonseca, municipio de La Guajira, se formó un debate en torno a lo que se ha denominado la estrategia de socialización de los acuerdos por parte de las FARC. Básicamente las críticas han sido tres.

Por un lado, se ha dicho que la socialización contemplaba la visita a campamentos y no reuniones con población civil, por ende, estos sucesos, con tarima incluida, estaban prohibidos. En segundo lugar, se cuestiona que los guerrilleros hubiesen estado armados en el corregimiento Conejo. Algunos han dicho que se trataría de una forma de “hacer política con armas” y por tanto en la medida que no se ha firmado un acuerdo de paz, no estaría autorizado el proselitismo político. Por último, se cuestiona el hecho de que algunas organizaciones sociales hubiesen prestado su nombre para organizar la tarima y el acto social con el que se sacó el permiso en la alcaldía para organizar el evento.

Luego de conocidas las fotos se ha llegado a sugerir la salida del ministro de Defensa e incluso algunos sectores políticos han manifestado que esto significa una incapacidad del gobierno de controlar los grupos guerrilleros. También han sugerido una incapacidad del presidente Santos para manejar las situaciones de seguridad. Pero, ¿qué tan grave fue lo que sucedió en Conejo? y ¿qué tanto afecta la imagen del proceso de paz?

Lo cierto es que esta no es la primera socialización que hacen las FARC, es la quinta. Hubo una en el Meta, otra en Arauca, una más en Putumayo y otra en Caquetá. Así las cosas, la crítica sobre que las FARC hubieran hecho un evento con población civil y no únicamente con guerrilleros, como al parecer decían los protocolos, no es necesariamente grave, aunque es no deseable. Lo cierto es que esta socialización en la base social de las FARC es necesaria. En las ciudades del país, por ejemplo, la población colombiana percibe que las FARC no van a cumplir con los acuerdos, que en realidad no van a dejar las armas y que en general se debe esperar una traición a los acuerdos de paz. Estos miedos son producto de la falta de pedagogía que ha tenido el gobierno. Pero estos mismos miedos y escepticismo también se viven en la base social de la guerrilla. Allá se considera que el Estado no va a cumplir, que los van a masacrar igual que a la UP y que no va a existir ningún desarrollo rural.

Esta base social de la guerrilla no son únicamente los guerrilleros, son sus padres, madres, hermanos… En fin, una guerrilla de 50 años generalmente tiene una base social. Así que la socialización a estas personas es fundamental. También es cierto que en poblaciones como Conejo no está únicamente su base social, también son poblaciones que han padecido a las FARC, que han vivido su accionar armado y aguantado la extorsión.   

Igualmente frente al cuestionamiento de que los hombres de las FARC fueron armados al corregimiento Conejo, si bien es una imagen repugnante y odiosa y trae a la memoria esa vieja práctica de la política con armas, se debe decir que no habría podido ser de otra forma. En la medida que  no hay cese bilateral y que estamos en un conflicto armado, aun es difícil pedir que la guerrilla no vaya armada a estas reuniones. De hecho, el año pasado, dos guerrilleros que estaban realizando socialización en Colombia fueron bombardeados y murieron. Fue el bombardeo en Guapi, Cauca, en el que murió Jairo Martínez. Así que las desconfianzas son grandes.

Evidentemente verlos armados y en plaza pública causa una gran impacto negativo en la población colombiana, pero en lo práctico es difícil hacerlo de otra forma. Lo que queda claro después de lo de Conejo es que los protocolos no fueron lo suficientemente claros para estas socializaciones y que efectivamente las FARC debieron ser más discretas en esta puesta en escena. Pero para solucionar el impase se debía acudir a Noruega y Cuba, como países garantes, y no tomar la decisión, por parte del gobierno, de suspender las socializaciones.

Aún faltan tres bloques guerrilleros por conocer el acuerdo y esta decisión del gobierno de suspender las socializaciones no hará más que retrasar la firma de los acuerdos por lo menos tres semanas más. Incluso se podría decir que el gobierno debe dejar de gobernar por Twitter y crear protocolos para actuar ante esta crisis.

Además, ver a los comandantes guerrilleros realizando este tipo de reuniones de socialización debería confirmar que nos acercamos a la firma de los acuerdos de paz y en cierta medida dar tranquilidad de que, después de tres años, estamos cerca. No obstante, desafortunadamente el efecto fue lo contrario.  En fin, una tormenta en un vaso de agua.

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