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CUBA LIBRE (RON + COCA-COLA)

Es desconcertante la abundancia que rodea al turismo frente a la escasez que vive el resto

Semana
16 de enero de 1995

EN LA BODEGUITA DEL MEDIO SE PUEDE comer toda la variedad imaginable de platos típicos cubanos o beber cualquier cantidad de tragos a base de ron, con el fondo excepcional de un trío de voces habaneras, maracas y cuerdas. Pero a la salida una nube de personas de todas las edades se arremolina en torno del turista para suplicar por un regalo: una golosina, en el caso de los niños, o un jabón de baño, en el de los adultos.
En los hoteles no falta nada. La atención es inmejorable y la calidad de lo que se consume es igual o mejor que el promedio internacional. Pero siempre está merodeando por allí un grupo inusualmente grande de mujeres, cada una de las cuales le propone al turista un rato de cama por solo cinco dólares.
En Cuba es desconcertante la abundancia que rodea al turismo frente a la escasez que refleja la actitud de la gente. Sin embargo, la sensación que se percibe en medio de esa sociedad es la de estar frente a algo grande, importante y contundente, aunque nunca se sabe muy bien en qué radica esa solidez. Puede ser el hecho de la belleza de la isla, y del encanto subyugante de La Habana, a pesar de su penuria visible.
Puede ser el hecho de que no importa con quién se esté hablando, la conversación siempre es interesante, culta, amable y diga. Con los críticos del régimen, con sus apologistas, con los desencantados o con los resignados. Conversar con la gente en Cuba deja siempre buena impresión, desde Fidel Castro hasta el más casual de los transeúntes callejeros.
Puede ser algo de todo eso, o puede ser todo al mismo tiempo. Pero el hecho es que, a pesar de las condiciones gravísimas de la economía cubana tras la salida del Estado soviético -benefactor y solidario-, el entorno en Cuba refleja más a una sociedad que tocó fondo y va para arriba, que a un país que va en picada por el despeñadero.
La cruda realidad hizo que Cuba diera su primer gran timonazo hace un año y medio con la apertura al capital extranjero para la explotación del turismo y de los recursos naturales del sector minero. Después de 35 años de darle la espalda al turismo para evitar la contaminación del socialismo puro con las hordas de cámara al cuello y dólares entre el bolsillo, el gobierno de Castro tuvo que dar el viraje.
Y no empezó de una manera tímida: el proceso arrancó a mediados de 1993 con la aceptación por Constitución de la propiedad privada para asociaciones mixtas de capital extranjero con recursos oficiales cubanos. Después se despenalizó la tenencia de divisas extranjeras, lo cual hace cinco años era un sacrilegio. Más tarde se autorizó a la gente para trabajar libremente y por cuenta propia en 300 oficios diferentes. A esto le siguió la eliminación del carácter gratuito de ciertos servicios, la creación del sistema impositivo y el reajuste de tarifas para el agua y la energía.
Tal vez lo más trascendental hasta el momento haya sido la decisión tomada hace dos meses de permitir mercados agropecuarios campesinos cuando la producción exceda las metas oficiales de producción. Ya hay 150 mercados en Cuba, en los cuales los excedentes salen para el consumo a un precio fijado por el libre juego de la oferta y la demanda, y se pueden ver por ahí ventas de productos de microempresas que van desde hornos hasta camisetas, todo por fuera del ámbito estatal.
¿Hacia dónde apunta todo eso? Quién sabe. Una cosa es cierta, y es que el modelo futuro de Cuba no va a ser ni el del capitalismo clásico ni el del socialismo cerrero que ha vivido la isla durante los últimos 35 años. Es posible, más bien, que todo apunte hacia un híbrido autóctono que combine el régimen existente con islotes de mercado libre, según el sector de la economía. Una mezcla de ron con Coca-Cola, la fórmula clásica del Cuba Libre, que es un coctel que tapa ingeniosamente el amargo del licor de caña con el dulce almibarado del refresco negro.
Y toda esta receta, incluídas la gotas de democracia electoral que contenga la fórmula final, va a ser diseñada y ejecutada por Fidel Castro, cuyo discurso ortodoxo no coincide con sus medidas aperturistas, pero que seguramente estará más tiempo en su cargo de lo que la mayoría de los pronósticos estiman.

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