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El debate sobre el parlamentarismo

Uribe pasaría a ser primer ministro y ya no presidente para poder aspirar a la reelección. Así lo propuso el ex presidente Alfonso López Michelsen y la idea le sonó a más de uno. Entre ellos al politólogo Fernando Cepeda Ulloa, quien ve viable la posibilidad y explica las ventajas del cambio de régimen.

Semana
4 de abril de 2004

Digámoslo sin rodeos: me encanta el régimen parlamentario. Y entre las muchas virtudes que le encuentro está la de que es más propicio para establecer un esquema gobierno-oposición. El régimen presidencial no impide ese esquema, pero tal como se ha practicado entre nosotros, particularmente a partir de 1958, lo desestimula.

Gustoso habría participado en el debate que ha suscitado el ex presidente López Michelsen. Pero mi columna en El Tiempo, que no pasa de 400 palabras y es quincenal, no se presta para este tipo de controversias. Y, por otra parte, he estado distraído en otro tipo de cuestiones no menos interesantes. Pero esta oportunidad que me brinda Semana.com la aprovecho para decir dos o tres cosas que no inciden en la sustancia de esta importante polémica. Tan solo ayudan a recordar algunos antecedentes.

El tema se planteó con alguna repercusión para América Latina (es posible que haya referencias anteriores pero que no han tenido el mismo impacto) en 1985, cuando el profesor de origen español Juan J. Linz presentó en el Wilson Center un ensayo titulado Democracia: presidencial o parlamentaria. ¿Ello hace una diferencia?. Su argumento era que el presidencialismo tenía menos probabilidades que el parlamentarismo para sostener regímenes democráticos estables.

Así, se desató una preocupación académica que encontró varios escenarios. Por ejemplo, en mayo de 1989 se realizó un simposio de investigación en la Universidad de Georgetown sobre el mismo tema planteado por Linz en 1985. Luego en Chile, Óscar Godoy, que por estos días anda engarzado en una discusión en torno a su candidatura para integrar la Comisión Nacional de Televisión, en septiembre de 1990 organizó un seminario con la participación de los profesores que estaban más involucrados en este tema (Linz, Valenzuela, Lijphart, Sartori y algunos chilenos). Así resultó una publicación de la Universidad Católica de Chile, Hacia una democracia estable: la opción parlamentaria, 1991. Ya en 1988, Eudeba, de Buenos Aires, había publicado Presidencialismo y parlamentarismo: materiales para el estudio de la reforma constitucional, y Bolívar Lamounier en Brasil había editado en 1991 un libro titulado La opción parlamentarista. Y en Bolivia llegaron a considerar el tema, como lo ilustra la publicación de la Fundación Milenio Una Constitución para Bolivia, 1993, producto de un proyecto de dos años que Lamounier, Nino, Linz y Valenzuela habían asesorado.

La consolidación de este debate dio lugar a la publicación de dos tomos editados por Juan J. Linz y Arturo Valenzuela: The Failure of Presidential Democracy (El fracaso de la democracia presidencial, 1994). Existe una crítica (seguramente hay muchas más) de dos profesores, Scott Mainwaring y Matthew Shugart (julio de 1993) en la cual (estoy mirando solamente el resumen) sostienen que "un cambio del presidencialismo al parlamentarismo podría exacerbar los problemas de gobernabilidad en países con partidos muy indisciplinados", pero estos autores, no obstante sus observaciones, reconocen que el argumento de Linz en el sentido de que el gobierno parlamentario es más conducente a una democracia estable es en gran parte correcto. Y comparto esa perspectiva. El debate real, como lo anotan estos dos críticos, debe girar en torno del tipo de parlamentarismo y del tipo de presidencialismo que se establece.

Ellos creen que el presidencialismo puede diseñarse para que sea más eficaz. Por ejemplo, si hubiera partidos razonablemente disciplinados en el Congreso. Ellos dicen que de la misma manera como Linz reconoce que no todos los sistemas parlamentarios llevan a la estabilidad o a la eficacia, lo mismo podría predicarse del presidencialismo. No todos los regímenes presidenciales llevan al fracaso o a la inestabilidad.

Por supuesto, el debate sigue abierto. Como dice el Pprofesor Sartori, hay por lo menos tres tipos de parlamentarismo: el británico, en el que el gabinete juega un papel predominante; el francés de la Cuarta República, que fue un modelo de inestabilidad y de ingobernabilidad. Y la fórmula intermedia de un parlamentarismo controlado por los partidos. Para Sartori, el parlamentarismo puede fallar tanto y tan fácilmente como el presidencialismo. Aquí volvemos a lo que ya se dijo. Lo que cuenta es el tipo de parlamentarismo o el tipo de presidencialismo. Para él, la alternativa del presidencialismo no es necesariamente el parlamentarismo. ¿ Por qué no el semiparlamentarismo o el semipresidencialismo? Para los lectores colombianos que no tienen fácil acceso a la bibliografía anglosajona, recomiendo el análisis que de los distintos sistemas parlamentarios europeos se hace en el libro Las democracias, entre el derecho constitucional y la política, del cual son autores el profesor francés Olivier Duhamel y Manuel José Cepeda Espinosa, publicado por la Facultad de Derecho de la Universidad de los Andes y Tercer Mundo en 1997. Allí se explica con claridad cómo funciona el régimen parlamentario mayoritario (Gran Bretaña), el régimen parlamentario racionalizado (Alemania) y el parlamentarismo partitocrático (Italia), sin que falte la referencia al español como un régimen parlamentario gubernamentalista y racionalizado. El francés se presenta como un sistema presidencialista controlado.

En todo caso ayuda positivamente al entendimiento de nuestras debilidades políticas y a la búsqueda de opciones la controversia suscitada por el ex presidente López, que en buena hora vuelve por sus fueros de profesor de derecho constitucional (o apenas de ciencia política, como solía decir). Con buenas razones, la Corte Constitucional se ha honrado haciéndolo conjuez. Que sigan pues los argumentos en pro y en contra.

*Analista político

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