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Cuenca Cauca

Podríamos evitar más 'Hidrocaustos', desalojos, deforestación y tristeza de madres que enfrentan los efectos de la narcoeconomía en sus propios hogares, si enfrentáramos el toro por los cuernos: ese es el desafío de las próximas elecciones, votando con conciencia.

Margarita Pacheco M.
16 de febrero de 2018

Me pongo los zapatos de una de las mujeres cabeza de familia que ha perdido un ser querido en el conflicto que reina en la región dónde se construye la represa hidroeléctrica Pescadero Ituango. Es en el cañón del río Cauca o Bredunco (en la lengua del pueblo nutabe), donde se anuncia la inminente inundación y la transformación de la vida en esta geografía escarpada de la cordillera Central.

Este cañón rocoso, con paredes de hasta 90 grados, conforma abismos que protegen el bosque seco y el río que baja a alta velocidad. El Cauca serpentea por entre faldas y pliegues, recorriendo varios municipios antioqueños (1). De una manera u otra, más de 180.000 habitantes campesinos, barequeros, pescadores, transhumantes del cañón,  viven hoy con desasosiego, por la puesta en marcha de la represa, prevista para la Navidad  del año 2018.

Los desalojos de familias campesinas de barequeros y pescadores son hoy una fuente de preocupación. Ya se llevó a cabo uno en 2015, que afectó a más de 500 familias, en la playa La Arenera, donde se pasaron por alto los derechos de las víctimas del conflicto y los lineamientos de derechos humanos de las Naciones Unidas.  En febrero de 2018 vuelven las agresiones del Esmad para producir más miedo y desplazamiento. Esta situación recuerda el término de ‘hidrocausto‘, como lo plantea el profesor y diputado español Pedro Arrojo, quien acuña este concepto en la Nueva Cultura del Agua.  Aplica como anillo al dedo al conflicto socioambiental de los “cañoneros” del río Cauca.

Para los grandes accionistas que financian la represa, Hidroituango será la generadora más grande del país y una comercializadora de energía altamente competitiva en el mercado nacional e internacional. Sin embargo, para el Movimiento Ríos Vivos, que agrupa a 15 organizaciones sociales que se oponen a los efectos de la megaobra, los impactos se evidencian en su vida cotidiana, desde 1997, cuando se inició la Asociación Pescadero Ituango.   

Desde aquel entonces ya acechaban las amenazas. Hoy en el área de influencia del cañón, están presentes los grupos armados del ELN, disidencias de las Farc, paramilitares Autodefensas Gaitanistas de Colombia AGC, Esmad, narcos del Clan del Golfo, Ejército, gamonales y malandrines del oro, unos y otros al acecho de oportunidades ante el revuelo causado por las organizaciones sociales por la construcción de la represa.

Fenómenos colaterales a la obra florecen con la presencia de todos estos actores: Alza en precios de la tierra, deslizamientos de sedimentos y rocas generados por la deforestación en las obras, barequeros y pescadores heridos, afectaciones por  la contaminación de residuos en las aguas, tanto por la minería ilegal como por los materiales residuales de la construcción de la represa, campos sembrados de minas antipersonal. La vida bucólica del campo perdió la tranquilidad por estar infestada con el mercado de narcos, protegiendo sus corredores estratégicos hacia Córdoba y el Urabá. Los desalojos de cientos de familias campesinas se están produciendo en este escenario confuso, como si no pasara nada. Como dice un senador con interés en tierras en la región, todo por el bien de la patria.

El clamor de las gentes que habitan este territorio está fundamentado en mil razones. (2) Entre esas, la ausencia de  planes de reubicación, la falta de claridad en el plan de manejo ambiental pre y post inundación del embalse, en la corrupción y amenaza ante cualquier denuncia ante la Fiscalía. Nadie confía en nadie. Cuentan que la represa también cala hondo en los corazones heridos por la guerra, en la búsqueda de familiares desaparecidos. Muchos quedarán enterrados en el fondo del lago. Otros ya fueron enterrados y adoptados por deudos anónimos que encontraron los cadáveres flotando en el río Cauca. Las fotografías de Juan Manuel Echavarría sobre los ‘NN‘ encontrados en las playas del cañón, dan buena cuenta del drama de tantos desaparecidos, que aún son buscados por sus familiares.

El conflicto socioambiental suscitado en Hidroituango, como en otras represas en Antioquia, es el resultado de una política minero-energética impulsada por el Estado y avalada por exgobernadores amigos de las represas, las grandes propiedades y poseedores de una “exaltada” visión del desarrollo. Está visión ya cumplió su ciclo, con tanta sangre derramada.

Desde la perspectiva científica, ya está comprobado que las emisiones de gases de efecto invernadero de ríos represados, contribuyen al calentamiento global. Cuando los embalses de las represas se inundan, alteran los ecosistemas de toda el área de influencia, cambiando el patrón de flujo de CO2 y metano a la atmósfera. Esto sucederá en diciembre de 2018 al inundar el cañón del río Cauca: las plantas y suelos que se van a descomponer, van a liberar todo el carbono almacenado y las consecuencias serán un desastre no natural anunciado. Experiencias recientes ya demostraron que la mortandad de peces producida por los gases emitidos por la biomasa que queda en el fondo del lago, genera una crisis alimentaria de pescadores y campesinos en la zona. El bosque seco tropical (BST) que está en proceso de desaparecer en Colombia, quedará bajo el agua y dejará de prestar los servicios ecosistémicos, vitales para la mantener la biodiversidad de especies de flora y fauna endémicas de la región.  

Todos estos efectos retardarán las metas acordadas para la transición energética pactada en el Acuerdo de París en 2015, frente a la crisis climática mundial. La megainversión en estos proyectos que modifican la geografía andina, en pro del buen negocio para generar energía eléctrica, son ya, a nivel internacional, una opción cuestionada. La misma banca multilateral que ha financiado represas en otras regiones del mundo tropical, expresa sus dudas por los altos costos sociales y ambientales.   

Vale preguntarse entonces, ¿qué tan benéfica será la represa para las comunidades locales, en territorios donde impera el cultivo de coca? En la región de Sabanalarga, Uitango, Yarumal, Valdivia, Caucasia, Toledo, Briceño, San Andrés de Cuerquia, Peque, Pescadero y en zonas de Resguardos Indígenas Embera Katío de San Román y Jaidukama, y otros, ya se evidencia la dependencia de las drogas en jóvenes rurales y en el desarraigo de la cultura campesina.

A estos pueblos también llegan aguas residuales contaminantes de las obras de la represa, de los cultivos de coca y de la minería ilegal, afectando ciénagas y afluentes del río Cauca. El Movimiento Ríos Vivos tiene la valentía de levantar la voz y defender los recursos naturales en medio de este panorama donde parece que no hubiera vuelta atrás.

Podríamos evitar más ‘Hidrocaustos‘, desalojos, deforestación y tristeza de madres que enfrentan los efectos de la narcoeconomía en sus propios hogares, si enfrentáramos el toro por los cuernos: ese es el desafío de las próximas elecciones, votando con conciencia.

Mientras suceden las elecciones, el Movimiento Ríos Vivos se pregunta ¿qué pasará cuando los 11.000 obreros contratados por EPM y de esos más de 3.000 que deberán volver al campo, podrán volver a cultivar la tierra en las laderas del embalse?


(1) El río Cauca, con un recorrido de 1.350 km; su cuenca de unos 37.800 km2 recorre más de 150 municipios de Colombia, con una población de más de 10 millones de personas; descarga sus aguas al río Magdalena y al mar Caribe.
(2) Según el Centro de Memoria Histórica hubo 73 masacres, hay todavía 643 desaparecidos en los 12 municipios del cañón. Los asesinatos selectivos sucedieron cuando EPM inició las obras en 2010. Grupos paramilitares generaron una limpieza social para sacar la gente del cañon. En ese año surge el Movimiento Ríos Vivos Antioquia, por el desalojo forzoso.

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