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EL PPT

Semana
30 de marzo de 1998

Repasando el listado de las noticias más candentes de la semana, he tenido verdadera dificultad en escoger uno de todos estos temas para referirme a él en esta columna: ¿deberé comentar la captura del contralor David Turbay, el quinto, con sus cuatro últimos antecesores contralores de la República, en tener líos con la justicia? ¿O la descertificación con weaver a nuestro país, y la vaciada del gobierno de Clinton al de Samper? ¿O la cuidadosamente elaborada (quién sabe por quién, pero me lo huelo) carta del Presidente a El Tiempo, proponiendo un tribunal de honor para que analice si fue maltratado o no por las informaciones de ese diario sobre el manejo de los dineros de su campaña? Pero quizás ninguno de estos temas es tan urgente como el del PPT, porque estoy segura de que encontraré la unanimidad entre muchos, muchísimos colombianos que se encuentran en la misma circunstancia que yo, con un hijo en la edad del PPT, que comienza a los 13 años, y que Dios quiera, termina a los 16. El mío apenas está cumpliendo 14.
Súbitamente, de la noche a la mañana, un niñito travieso, cachetón y alegre, a quien le gustaba jugar con el lego y con las tortugas Ninja, y que se dejaba abrazar fácilmente de la mamá, ha dado paso a un personaje alto, desconocido, desgreñado, que se comporta como un erizo ante el más mínimo contacto físico-maternal; que calza zapatos talla 40, que habla con voz ronca y que solo me dirige la palabra para hablar del PPT, que resume su mundo actual. PPPPlata para el centro comercial, PPPPermiso para salir con sus amigos, y TTTTransporte para recogerlo en la fiesta del viernes y la del sábado.
Hace rato renunciamos a encontrar el teléfono desocupado. El aparato ha pasado a formar parte integral de los planes que rodean el PPT, y cuando no está sirviendo para ese propósito, está al servicio de Internet, que es la actividad en la que mi hijo adolescente es más comunicativo, durante las 24 horas del día.Se cambia varias veces hasta encontrar una ropa apropiada para reflejar su estado de ánimo, que casi siempre es de enfurruñamiento total. El pelo se lo bota cuidadosamente por encima de las orejas, labor que consulta frecuentemente con el espejo del baño, o con el reflejo de los vidrios en la calle. Lee poco, si se trata de clásicos de la literatura, pero lee mucho, si se trata de aprenderse de memoria la programación diaria de TV Cable.Sus momentos de mayor ansiedad se producen a eso de las seis de la tarde de cada viernes, cuando no hay fiesta a la vista. Se ofende si no recitamos a la perfección los nombres de sus 20 mejores amigas, que son en realidad las verdaderas dueñas del teléfono de mi casa, aunque muy elegantemente somos los padres de mi hijo adolescente quienes pagamos la cuenta.Por las mañanas procura darse el baño de agua caliente más largo de la casa, pero olvida con frecuencia el uso del champú, y le tiene verdadera animadversión al cepillo de las uñas. La toalla con la que se seca está en permanente unión matrimonial con el tapete, y recogerla jamás forma parte de sus planes inmediatos del día.
En su léxico las palabras más frecuentes son 'jartera', 'mamera', 'chanda' y 'oso', que son aplicadas con insistencia a cualquier actividad de corte familiar en la que no esté incluido un amigo, cuyo único requisito es ser adolescente. Vive absolutamente alejado de las realidades del país, y con frecuencia entra en estado catatónico con ayuda de los audífonos de su discman, un aparato que lo transporta a la estratosfera, donde de todas maneras habita, acompañado de una música que constituye una tortura para cualquier espíritu libre.En su cara comienzan a aparecer los vestigios de un incipiente bigote que se afeita una semana sí, y otra no. Y un grano en la nariz puede transformarlo velozmente en un ser desesperado y castigado por la vida.Por las noches es fácil encontrarlo: desde la puerta de la entrada de la casa uno va recogiendo prendas que los indios sioux habrían envidiado para buscar el rastro de los blancos: un tenis sin cordón, una media embarrada, un esfero sin mina, un par de calzoncillos y la carátula del último CD de moda. Ya al borde de la cama hay un paquete desocupado de papas fritas, una regla desportillada y una cuchara untada de arequipe fresco.
Es un rastro seguro: me conduce, al lado de la cama, a un niño grande, a un hombre niño que duerme el sueño de los justos. A Juanqui, que comienza a descubrir su propio tamaño, su propio espacio en la vida, a plantearse las dudas sobre su papel en este país, y en este planeta, donde todo le parece que le queda grande pero donde intuye que tarde o temprano debe descubrir su propia identidad.En un país que según oye decir está descompuesto, en picada, peligrosamente al lado del abismo, y en el que todavía no sabe muy bien qué papel debe cumplir. Te quiero mucho, Juanqui. Feliz cumpleaños.

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