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EL ROBO DEL SIGLO

En forma astuta, los líderes de izquierda, los liberales progresistas y sus simpatizantes se dieron cuenta de la pérdida de vigencia de sus tesis socialistas y sintiéndose desamparados corrieron a despojarle a los conservadores su ideología

Semana
6 de agosto de 1990


Sin tener ni los ribetes cinematográficos, ni el montaje fantástico del Tesoro del Arca Perdida, en la última década se ha llevado a cabo un asalto de proporciones gigantescas y cuyas consecuencias han pasado desapercibidas por gran parte del público. Se trata, nada más ni nada menos, de la substracción alevosa y premeditada de uno de los más grandes tesoros del partido conservador: su ideología económica. Tan peregrina rapiña fue perpetrada, entre otros, por los liberales progresistas y los demócratas que en un número importante de países, habían olvidado sus orígenes ideológicos para abrazar las tesis del socialismo intervencionista. El liberalismo clásico, hoy denominado neoliberalismo, no sólo incluía dentro de su conjunto doctrinario las libertades individuales y políticas, sino que en forma específica incluía las libertades económicas, hoy coartadas por los regímenes socialistas, como son la libertad de ejercer la actividad que uno quiera, como quiera y donde quiera; la libertad de contratación; y la libertad de utilización y enajenación de bienes.

¿Pero a qué se hace referencia cuando se menciona una ideología económica conservadora o neoliberal? Se hace referencia a la reducción drástica del control de la economía por parte del Estado, a diezmar la burocracia, a revivir la vitalidad del mercado, a echar por tierra el "estatismo" y a sacar al gobierno de tantos aspectos de la vida del ciudadano que hoy en día controla. En otras palabras, defender al ciudadano de un Estado, que en su pasión por la planificación, por la burocracia y por el orden impuesto, absorbe y aniquila al individuo, que es la columna dorsal de nuestra civilización.

Gorbachov y Mitterrand, Felipe González y Patricio Aylwin han comprendido que es el conservatismo o neoliberalismo la triunfante corriente económica universal. Las teorías socialistas e izquierdizantes en lo económico han perdido toda vigencia y el mundo es testigo de la aplastante victoria de la ideología económica conservadora. El comunismo y el socialismo marxista pasarán a la historia como una de las mayores aberraciones políticas, económicas e intelectuales del siglo XX.

El tesoro de la ideología económica del conservatismo nunca fue tan valioso y apreciado en el mundo entero. La razón, sencillamente, es que el Estado intervencionista lejos de atender las necesidades básicas de la población, de organizar la distribución de los recursos y de producir y prestar eficientemente los bienes y servicios necesarios para el bienestar y la dignidad del individuo, resultó ser, en el mejor de los casos, voraz, ineficiente y corrupto.

Pero la triste realidad es que con la notable y nunca bien reconocida excepción del presidente Reagan y la señora Thatcher, los líderes conservadores del mundo entraron en la barrena del pánico y permitieron que se consumara impunemente el robo flagrante de su ideología. Es más, estos mismos líderes permitieron que se manchase el orgulloso nombre del partido conservador con remoquetes antagónicos como el de social y popular. Algo similar ocurre en los pocos países comunistas que van quedando, en los que a los líderes de corte "estalinista" se les denomina conservadores en vez de ultraizquierdistas, que es en realidad lo que son y siempre han sido.

Es manifiesto que sin ideología económica no puede subsistir un partido político. En forma astuta, los líderes de izquierda, los liberales progresistas y sus simpatizantes se dieron cuenta de la pérdida de vigencia de sus tesis socialistas y sintiéndose desamparados corrieron a despojarle a los conservadores su ideología. Increíblemente, los paladines conservadores no sólo no la defendieron con orgullo, sino que en un acto sin paralelo en la historia, acogieron la arcaica y simplista ideología de su enemigo tradicional, la izquierda socialista, y llegaron al impensable extremo de rechazar las posiciones de derecha, defendiendo absurdas tesis progresistas y populistas.

El robo del siglo no sólo fue consumado por la astucia del ladrón sino por la desidia, candidez y complacencia de las víctimas.

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