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Mientras Colombia dormía

En las dos últimas semanas, Estados Unidos renunció a su liderazgo global, con consecuencias impredecibles para nuestro país

Alfonso Cuéllar, Alfonso Cuéllar
2 de junio de 2017

Cuatro noticias ocuparon la agenda mediática y política de Colombia esta semana: un video con una advertencia apocalíptica, un audio de una llamada entre dos investigados por la presunta financiación de las campañas presidenciales de 2014, una rueda de prensa televisada donde el gobernador del departamento más pudiente amenaza dejar sin agua y luz a un corregimiento paupérrimo, y una foto de una cena entre candidatos independientes y de izquierda.

La advertencia provino del senador Armando Benedetti quien predijo que las FARC se “levantaría de la mesa” si el Senado no elegía a Diana Fajardo como magistrada de la Corte Constitucional. En la llamada telefónica, grabada presuntamente por la Fiscalía, Roberto Prieto, gerente de la campaña del presidente Juan Manuel Santos, se refiere con términos despectivos sobre la periodista Vicky Dávila, quien a su vez divulgó por la W Radio y Twitter la conversación y en particular el agravio del que fue víctima. El ultimátum lo emitió el gobernador Luis Pérez, acompañado de toda la delegación parlamentaria antioqueña, quien advirtió que si el gobierno nacional insistía que Belén de Bajirá era chocoano, ese corregimiento pagaría los platos rotos. En la foto del encuentro a manteles aparecen, entre otros, tres precandidatos presidenciales Sergio Fajardo, Claudia López y Jorge Enrique Robledo, lo que fue interpretado como la concreción de una alianza para las elecciones de 2018 (o una “cena para ver cómo se reduce a Petro”, como la describió el mismo ex alcalde).

Según Claudia López fue “una conversación con amigos” para construir un camino colectivo y constructivo. Para Robledo, “es un proyecto para vencer a los mismos con las mismas”. Para Antonio Navarro, quien también asistió, fue un “ajiaquito de unidad y de esperanza”. Fajardo lamentó la “cantidad de chismes” y diseminó por las redes sociales un video de dos minutos donde desmintió que existiera ya un acuerdo de coalición.

Horas después Fajardo puso todo en perspectiva: “por acá alborotados con una foto y Trump acabando con el planeta. Es en serio,” tuiteó. Lo mismo aplica, digo yo, con las declaraciones del siempre locuaz Benedetti, con la obsesión de los medios con los audios de las llamadas “chuzadas” (mucho ruido, pocas nueces) y una disputa bizantina sobre los límites territoriales entre dos departamentos colombianos.

Mientras nos ocupábamos de los ires y venires de Macondo, Estados Unidos renunció voluntariamente al título de superpotencia y los papeles de líder de la liberalización económica y promotor de la democracia. Durante setenta años, el gobierno estadounidense asumió como propia la seguridad de sus aliados europeos y asiáticos. Había diferencias, claro, pero nunca sobre lo fundamental: que Estados Unidos siempre estaría allí. Ya no hay esa certeza bajo Donald Trump. Así lo reconoció el domingo pasado la canciller alemana Angela Merkel: “se acabaron los tiempos en los cuales podríamos contar completamente con otros, como experimenté estas últimas semanas”.

La respuesta de Trump no pudo ser más reveladora: “Tenemos una déficit comercial ENORME con Alemania, además ellos pagan MUCHO MENOS de lo que deberían a la OTAN y militar. Muy malo para Estados Unidos. Esto cambiará”. Desde el final de la Segunda Guerra Mundial Estados Unidos promovió la globalización y fue artífice en la creación de la Organización Mundial del Comercio (OMC) y en la negociación de TLCs. Había un principio rector: la búsqueda de acuerdos gana-gana para las dos partes. En eso consiste una negociación. Para la administración Trump, el único resultado aceptable es uno donde Estados Unidos venza por goleada.

Desde la caída del muro de Berlín y la desaparición de la Unión Soviética, la expansión de la democracia y la defensa de los derechos humanos se convirtieron en pilares de la política exterior estadounidense. Ya no será así. Según el secretario de Estado, Rex Tillerson, “en algunas circunstancias, si usted condiciona nuestros esfuerzos por la seguridad nacional a que alguien adopte nuestros valores, probablemente no lograríamos nuestros objetivos. Realmente crea obstáculos”. Sus palabras fueron un bálsamo para los regímenes autoritarios del mundo. Como diría Santos, más claro no canta un gallo.

La decisión de Trump de extraer a su país del Acuerdo climático de París -un acuerdo en la cual Estados Unidos fue precursor- es el último clavo en la ataúd de la política exterior estadounidense de la posguerra. Que a Trump le importe un bledo compartir cama con Siria y Nicaragua -únicos países no firmantes de París- , lo dice todo. Estados Unidos, en la era Trump, será un llanero solitario.

Para Colombia, las implicaciones son trascendentales. El país ha defendido el libre comercio y los derechos humanos en escenarios internacionales. La protección del medio ambiente es un pilar de nuestra diplomacia. Jugamos un papel relevante en las negociaciones del Acuerdo de París y nos adherimos a él fervorosamente. En todas esas áreas, había coincidencias con Estados Unidos. Confluían nuestros intereses. Incluso frente al narcotráfico, el gobierno estadounidense era flexible ante la tercera vía que planteaba el presidente Santos. Esa opción no tiene cabida hoy en la administración Trump, cuyo fiscal general Jeff Sessions quiere relanzar la guerra frontal contra las drogas.

En fin creo que hay cosas más importantes para preocuparnos que un video, un audio, una rueda de prensa y una foto.

En Twitter Fonzi65

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