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¡Precisamente por nuestros niños!

Es justamente por el bien de las niñas y los niños que hay que permitir la adopción por parte de parejas del mismo sexo.

José Manuel Acevedo M., José Manuel Acevedo M.
24 de enero de 2015

No nos inventamos su historia. La de Alexis Polo emergió de una realidad que camina más rápido que la normatividad jurídica que nos rige. Una realidad que no necesita de esos cambios legales para seguir su rumbo pero que podría ser mejor para todos si un día el Estado decide ponerse del lado de quienes reclaman la igualdad.

Alexis Polo, de quien les hablo, es la hija de una pareja de homosexuales colombianos –costeños para más señas– que un día decidieron unir sus vidas y conformar un hogar con dos hijos a quienes les han dado todo su amor. Alexis, la mayor, es ahora una profesional de 30 años y habló en RCN LA RADIO para dar su testimonio, espontáneo como el que más, en medio del debate que ha surgido en la Corte Constitucional a propósito de la adopción por parte de parejas del mismo sexo.

Relató detalles de su infancia, que calificó de normal y declaró que se siente agradecida con la vida por haber tenido la suerte de encontrar una auténtica familia.

La enseñaron a rezar, a creer en Dios, a llamarse católica aún cuando su iglesia siga oponiéndose desde los púlpitos a esa experiencia de vida que a nadie le hace mal y que al contrario a ella le permitió ser la mujer hecha y derecha que es hoy y no una estadística más de una joven sin oportunidades, abandonada y entregada a la calle.

Como la familia Polo, existen ya, de hecho, miles compuestas por dos papás o dos mamás o por uno sólo de ellos, que por encima de los anacrónicos incisos y las trabas normativas, le han demostrado al mundo que un hogar es mucho más que dos personas heterosexuales que unen su vida en ‘sagrado matrimonio’.  

Algunos invocan por estos días el bienestar de los niños como pretexto para oponerse a la adopción por parte de parejas gay y para ellos, afortunadamente, la respuesta está en cada una de esas casas en las que cohabitan las ‘nuevas familias’ quizá con más estabilidad que varias parejas de heterosexuales que conozco.

Dice Monseñor Luis Augusto Castro que si en Colombia no hubiera suficiente ‘demanda’ de padres heterosexuales, se justificaría la adopción por parte de parejas del mismo sexo como la forma de escoger para los niños ‘un mal menor’. Aunque es verdad que las solicitudes de adopción de recién nacidos superan el número de niñas y niños que el ICBF tiene a su disposición, el argumento de Monseñor Castro desconoce otra realidad: la de los niños con características y necesidades especiales que tienen problemas de adopción porque superan los 8 años, o hacen parte de un grupo de hermanos o carecen de condiciones óptimas de salud.

Según las últimas estadísticas, en Colombia hay 5,283 menores catalogados como de características especiales a quienes se les abriría una ventana de esperanza si la Corte amplía la población apta para adoptarlos e incluye a las parejas homosexuales. ¿No es eso acaso pensar, de verdad, en nuestros niños? Es justamente por ellos y para ellos que la adopción debe permitirse sin distingos de orientación sexual y con la única condición de que el amor por esos niños nunca se acabe.
 
Este país, que invoca la protección de sus menores para justificar una concepción conservadora y excluyente, es el mismo que es incapaz de mirar con seriedad hacia La Guajira donde los niños todos los días se mueren de hambre sin que a nadie le importe.

Mientras todo eso pasa, Alexis Polo, la niña que es ya una mujer y a la que nunca le faltó amor en su casa, seguirá rezando al lado de sus dos papás para que un día ese Dios que muchos compartimos les haga entender a los más reacios que para saber lo que es una familia, no hace falta mirar el sexo de sus integrantes sino la cantidad de afecto y amor que hay en su interior. 

Twitter: @JoseMAcevedo

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