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MI TURNO

La tómbola

Descartado el consenso, la cultura del encuentro, el diálogo entre las fuerzas vivas, la trayectoria incierta marca el orden del día

Juan Gabriel Uribe, Juan Gabriel Uribe
14 de octubre de 2017

Las secuelas del plebiscito siguen determinando, después de un año, la democracia colombiana. Hasta el punto de que siempre surge esa crisis sin resolver como característica subyacente de la tensión nacional. Lo que no se sabe aún es cuál puede ser la plataforma de resolución. Pero podría entreverse, en principio, que se trataría de la campaña parlamentaria, a la cual casi nadie pone atención y más bien se considera de segunda importancia frente a las precandidaturas interminables, el cubilete de las firmas y el ‘pasatiempo’ de las encuestas presidenciales.

En tanto, lo que suceda con la integración del nuevo Congreso es, a no dudarlo, la primera etapa de lo que viene después. Decirlo así es, ciertamente, una perogrullada. Pero no por ello deja de ser una evidencia categórica. Porque de esos resultados depende, en buena medida y como pocas veces, el punto de inflexión hacia otras realidades o la refrendación democrática del continuismo. Es ahí, pues, donde se va a zanjar inicialmente la pugna del plebiscito que, como bien se anticipó entonces, era apenas la primera de las muchas vueltas que luego daría la política. Descartado desde esa época el consenso, la cultura del encuentro, el diálogo entre las fuerzas vivas, como favorabilidad para tener en cuenta en una nación agobiada por el declive económico y la sistemática erosión de las tres ramas del poder público, sin verdaderas reformas a la vista, la trayectoria incierta marca el orden del día. Todo ello, por lo demás, en medio de una reforma política en curso, en el Congreso, cuyos elementos, antes del viraje que se requiere, contempla, como no es sorpresa en la atávica cultura del atajo, formulaciones eminentemente tácticas y coyunturales, es decir, variantes del eterno fuguismo y transfuguismo.

Es la llamada ‘Ley Cristo’, por medio de la cual los partidos Liberal y de La U, entre otros, pueden asociarse, a última hora, en una sola lista para Senado. Y con esto enfrentar lo que se viene pierna arriba. Por el momento, sin embargo, podría aventurarse, según las preferencias de los sondeos, un cambio drástico en el Congreso. Si es cierto que el Centro Democrático (CD) va en el ascenso que se señala, la lista de Álvaro Uribe podría incrementar sustancialmente, es decir, un aumento a 25 o 30 senadores. Asimismo, si Cambio Radical incrementa su representación, de acuerdo con los vaticinios y a la vez se concretan los parpadeos de los últimos días con el CD, la base de una coalición parlamentaria mayoritaria sería la noticia, con la bancada conservadora y de otros sectores minoritarios naturalmente proclives al tema. La composición de lugar permitiría, de otro lado, avizorar, si fuere del caso, una presidencia del Congreso por parte de Álvaro Uribe o una influencia esta vez decisiva desde su escaño, en materia de votaciones, sea para el gobierno o para la oposición.

Frente a ello, no se sabe si la coalición Fajardo-Robledo-López logre generar listas conjuntas para el Senado y aumentar las diez curules compartidas entre el Polo Democrático y la Alianza Verde. Algunos esperan de ello un fenómeno al estilo de Macron, en Francia, pero aquello operó con fundamento en un partido totalmente nuevo y sin personerías antecedentes. Tampoco se sabe si un candidato como Gustavo Petro presentará listas al Congreso. Entretanto, la presencia en la convención liberal de un par de miembros reiterativos de La U, como Roy Barreras y Armando Benedetti, y sin saberse todavía la suerte de la caudalosa ‘noñomanía’ oficialista, se deja entrever que mientras aquellos entran por la puerta de adelante, por la de atrás, estrenada allí la política de los vetos, salen senadores del influjo y la votación de Juan Manuel Galán, Viviane Morales y Sofía Gaviria. En todo caso, ese es el alinderamiento que se juega en la llamada reforma política, a fin de refundar la ‘unidad nacional’, eventualmente refrescada con las curules automáticas de las Farc.

En el fondo, la destorcida política ya no presentará necesariamente un país dividido por mitades. Fuere lo que sea, la elección parlamentaria es la primera consecuencia lógica de un plebiscito irresoluto dentro de una nueva dinámica que más parece una tómbola.

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