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La encrucijada de Duque

Duque ha dicho que no gobernará bajo la sombra de Uribe y yo le creo. pero le va a tocar desde ya empezar a desmentir con acciones a los críticos que lo señalan de ser el medvéded colombiano.

María Jimena Duzán, María Jimena Duzán
23 de junio de 2018

A los dos días de haber sido electo Iván Duque, militantes uribistas pintaron con consignas agresivas el carro del alcalde de un municipio de la zona cafetera, el único en que ganó Petro; un día después, Paloma Valencia, senadora del Centro Democrático, sacó un trino en el que sugiere que la Corte Suprema de Justicia (CSJ) prevarica y está al servicio del cartel de los falsos testigos y del cartel de la toga por investigar al expresidente Uribe. “Nos llega información de que la Corte Suprema están (sic) preparando detención de @AlvaroUribeVel en represalia a la victoria de @IvanDuque y la propuesta de discutir la pertinencia de una sola corte superior con funciones constitucionales. ¿Unión del Cartel de falsos testigos y de La Toga?”, dijo el trino amenazante de la senadora.

A las pocas horas del mismo día, Alfredo Ramos Maya, otro senador del Centro Democrático, agredió verbalmente a la senadora Claudia López en una sesión del Congreso y la trató de “hijueputa” porque en un trino dijo que Ramos, al haberse declarado impedido para votar la ley de sometimiento a las bacrim, indirectamente había aceptado su pertenencia a ellas.

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El mismo día en que el uribismo se fue contra las cortes y le nombró la madre a una senadora de la oposición en lugar de controvertirla con argumentos, la bancada uribista del Senado, que lidera Álvaro Uribe, en alianza con la de Cambio Radical, decidió a último momento no aprobar el código de procedimiento interno de la JEP con el argumento de que este tribunal de paz, que ya es parte de nuestro ordenamiento jurídico, es producto de una imposición inadmisible hecha por las Farc.

En tan solo una semana, el uribismo ha intentado constreñir a la CSJ para que desista de abrirle una investigación formal a Uribe; ha castigado a un alcalde de un municipio cafetero porque allí ganó Gustavo Petro, ha ultrajado a una senadora de la oposición y, por si fuera poco, le ha declarado la guerra a la JEP, la espina dorsal del acuerdo de paz.

Para un nuevo gobierno que aspira a unir a todos los colombianos y que nos prometió que no iba a hacer trizas los acuerdos, son demasiados los frentes abiertos por su bancada en tan solo una semana.

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De todos esos frentes, la posición adoptada por la bancada uribista del Senado es la que más amenaza con hacer trizas los acuerdos de paz. Este código que los uribistas quieren hundir en el Senado le permitiría a la JEP salir de la hibernación en que se encuentra y funcionar de manera plena. Aplazar su discusión para el próximo periodo legislativo, como lo propone la bancada uribista del Senado, sería un golpe mortal. Si eso ocurre, ese tribunal se vería abocado a funcionar sin reglamento, lo que provocaría nuevos choques de trenes que le podrían restar legitimidad y llevarla a su eventual inmolación. Con una JEP al borde del suicidio, la participación política de las Farc quedaría en vilo, se incumpliría con la nuez del acuerdo, lo que causaría un inmediato aumento de las disidencias. En un año el acuerdo de paz morirá por asfixia en medio de un descontento social y político de inmensas proporciones, que radicalizaría aún más las fuerzas políticas en el país. Uribe gobernaría a través de sus trinos y sería el auriga perfecto de la nueva guerra que se nos vendría.

Duque ha dicho que gobernará bajo la sombra de Uribe y yo le creo. Pero le va a tocar desde ya empezar a desmentir con acciones a los críticos que lo señalan de ser el Medvédev colombiano.

No veo a Iván Duque montado en esa película. A diferencia de su bancada, el presidente electo ha sido respetuoso con la oposición y con las cortes. (Duque almorzó con todas las cabezas de la Justicia al otro día del trino de Paloma Valencia, que produjo un comunicado en el que las cortes le exigieron respeto al Centro Democrático). Ha sostenido que la razón para frenar la aprobación del código de procedimiento de la JEP en el Senado no es porque considere a esta justicia espuria, sino porque cree que hay que esperar a que la Corte Constitucional se pronuncie sobre la legalidad de la ley que enmarca la JEP, una duda que acaba de ser esclarecida por el alto tribunal.

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Duque ha dicho que no va a gobernar bajo la sombra de Uribe y yo le creo. Pero como en política valen los hechos y no las promesas, al presidente electo le va a tocar empezar desde ya a desmentir con acciones a los críticos que lo señalan de ser el Medvédev colombiano. La primera prueba para saber quién es el verdadero jefe del uribismo se medirá por lo que suceda con la JEP. Su bancada, liderada por el “presidente eterno”, ya dijo que la quiere hacer trizas. Falta ver si el presidente electo, el mismo que nos prometió que no iba a destruir el acuerdo, hace lo mismo. 

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