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¡La farándula al poder!

Propongo un sistema recíproco para que, así como hay gente de la farándula que se mete a la política, haya a cambio gente de la política que se meta a la farándula

Daniel Samper Ospina
20 de febrero de 2010

No sólo no tengo nada en contra de que algunas personas de la farándula aspiren al Congreso, sino que yo mismo estoy tratando de convencer a Julio Nava para que, dado su gusto gastronómico por los tabiques, se lance al senado y le haga oposición a Juan Lozano. Tan pronto arranque Lozano con el cuento de que él es el heredero de Luis Carlos Galán, le suelto el bozal a Nava y se lo echo de frente para que aprenda a respetar:

-¡Hucha, Julio! -le ordeno- ¡attack!? Y que lo corretee por toda la plenaria: ese es mi sueño. Ojalá se me dé.

Dado que con frecuencia tengo fantasías semejantes, me queda imposible criticar a los actores que aspiran a una curul: a un Gregorio Pernía, a una Haydée Ramírez. A un Armandito Benedetti. A todos los apoyo, a todos les deseo lo mejor. Representantes del mundo de la belleza, como Vanessa Mendoza, o de la cultura, como la célebre poetisa Aura Cristina Geithner: ojalá ganen. Y no sólo los apoyo, sino que me parece equivocado que los descalifiquen bajo el supuesto de que, por ser de la farándula, no están preparados para llegar al congreso. No seamos exagerados: quieren ser congresistas colombianos; sólo eso. No se trata de reemplazar a Churchill sino a Roy Barreras. Lo podría hacer hasta el niño que interpretaba a Julius.

Nunca he sabido qué es peor: si un periodista metido de político, como Edgar Artunduaga, o si un político metido de periodista, como Edgar Artunduaga. Sin embargo, estoy tentado a votar por Javier Hernández Bonnet si ese es el precio que hay que pagar para que no vuelva a comentar fútbol. Era una gran persona, pero, como siempre lo advertíamos con un amigo, no sabía pronunciar la letra ese; tampoco la zeta. Increíblemente las convertía en jota. "!Ej que con ejos brajos cómo no iba a jer arquero!", solía gritar en medio de la más desoladora impunidad. Ahora quiere defender los valores de la familia: ¿de cuál familia, si no hubo un solo domingo en que estuviera con la suya por andar viendo fútbol?

Sin embargo, confieso que desde que existe esa desbandada de personas del espectáculo al mundo público, me cuesta trabajo conciliar el sueño: ¿y si a raíz de todo esto nos quedamos sin actores y sin deportistas? -me desvelo a media noche-, ¿a quién veremos ahora en la pantalla? ¿A quién en las canchas?

Por eso, me permito proponer un sistema recíproco para que, así como hay gente de la farándula que se mete a la política, haya gente de la política que, a cambio, se meta en el mundo de la farándula. Es una especie de intercambio de rehenes que garantiza un equilibrio; el único sistema de pesos y contrapesos que sobrevivirá al letal paso de Uribe por la presidencia.

Así como se han lanzado muchos humoristas de Sábados Felices al congreso, ya es momento de que algunos congresistas se lancen a Sábados Felices: ¿no se reirían ustedes de Héctor Elí, por ejemplo? ¿No es Rodrigo Rivera lo suficientemente lagarto como para poder hacer de 'Hombre caimán'?

Advierto que este sistema no puede ser hecho a la ligera; que debe existir cierto rigor, cierta simetría. Estoy seguro de que en este país de mediocres el éxito de Sergio Fajardo se debe a que tiene un aire a Rafael Novoa. ¿Alguien sabe qué propone Sergio Fajardo? No, nadie: pero a las amas de casa les parece churro, y con eso es suficiente. Bien: si Rafael Novoa decide lanzarse al senado, Sergio Fajardo debe protagonizar una novela. Sería un caso inverso al de Álvaro Araújo, a quien la política lo salvó: terminó en la cárcel, es verdad, pero si no hubiera sido senador, hoy estaría protagonizando Oye, bonita.

Ahora bien: si se lanza a algún cargo Diego Trujillo, lo debe reemplazar el embajador Mauricio Rodríguez. Si Diego León Hoyos quiere ser congresista, Cecilia López debe ocupar su lugar en la televisión. Magda Egas puede reemplazar a Dilian Fransica si se compromete, como ella, a hacerse aseo bucal con la lengua, ponerse un moño al revés y declarar, acto seguido, que qué bueno, que así es con los cucos de la buena suerte.

Si se lanza 'La negra Candela' a la política, Yidis Medina debe dirigir un programa de chismes malintencionados inmediatamente. Las dos son idénticas. Y si Natalia París aspira a una curul, la misma Yidis debe tomar su lugar dado que tiene buenas medidas, sobre todo de aseguramiento.

El ministro de Agricultura tiene la papada indispensable, la barriga desabrochada y el español burdo que se necesita para ser un comentarista deportivo parecido a Iván Mejía. Con un mérito adicional: y es que sabe medir la extensión de una cancha de fútbol al ojo. Es compararla con la finca de Ana Mercedes Gómez para que adivine.

No sé dónde podría jugar un buen papel el presidente Uribe; quizás en reemplazo de algún deportista. Pero ¿existe algún deporte en el que se puedan jugar tres tiempos? ¿Existe alguno en el que uno pueda cambiar las reglas en la mitad del partido? ¿En dónde podría brillar Uribe? ¿En equitación, modalidad salto sin regar el tinto? ¿Jugando rana? ¿La rana es un deporte? En ese caso tendría que llamarse 'Sapo', y podría hacer torneos con los estudiantes de Medellín, los taxistas de Cali y la plana mayor del uribismo, en donde por ahora sonríe Juan Lozano hasta que Julio Nava le dé su merecido.

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