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La hora de los paras

A este proceso le falta un gerente, y me atrevo a sugerirle al presidente Uribe que piense en alguien como el politólogo Alfredo Rangel

Semana
30 de noviembre de 2003

Los colombianos todavia no sabemos qué pensar de la masiva entrega paramilitar que vimos frente a las cámaras de televisión la semana pasada. La escena tenía un halo de truculencia, a pesar de todos los esfuerzos del gobierno para que la entrega por ahora 'gratis' de esos delincuentes no hiriera la susceptibilidad del país. Pero si en Colombia estamos preocupados, por fuera están con los pelos de punta.

No han faltado los comentarios obvios: que entregaron muy pocas armas, que los uniformes estaban demasiado nuevos, que a última hora llegaron varios paracaidistas.

Lo más fácil es emocionarse con las imágenes de los combatientes que entregan sus armas, los niños desplazados que los acompañan, las coloridas huellas de sus manos sobre una pared, el Himno Nacional, la paz.

Las mismas emociones y esperanzas que sentimos cuando vimos a Pastrana reunido con la cúpula de las Farc -a pesar de la ausencia de 'Marulanda'- cuando se inauguraba el fallido proceso de paz de su gobierno.

¿Terminaremos en tres meses con la misma frustración anterior?

A mí, como a muchos colombianos, me asalta la sensación de que se ha iniciado un proceso sin una estrategia clara. Cuando escuché a algún funcionario hablar sobre el futuro de estos 800 jóvenes, los planes me parecieron demasiado frágiles: a través de una especie de 'plan padrino' -que ya había fracasado con el M-19- los empresarios deberían comprometerse a 'enganchar' a estos muchachos para reintegrarlos a la sociedad y a la economía. Si esta primera etapa con los paras depende de esa 'medida de aceite' al establecimiento, estamos perdidos. En tres meses saldrán a buscar empleo y no veo a una cola de industriales o empresarios peleándoselos para llevárselos a sus fábricas.

Esa es la primera gran pregunta: ¿qué pasará con los jóvenes el día en el que salgan de su club-cárcel y regresen a las calles?

Los siguientes interrogantes no son menos grandes:

¿Terminará este proceso siendo una gigantesca operación de lavado de activos?

¿Desembocaremos en un proceso de 'resocialización' del narcotráfico?

¿En qué etapa se cumplirán los requisitos que impone la doctrina de los tribunales internacionales para este tipo de procesos, que son la verdad, la justicia y la reparación a las víctimas?

¿Los colombianos estamos dispuestos a asumir que a partir del punto que puso esta negociación con los paras, será hacia arriba y nunca hacia abajo que tendrá que negociarse algún día con la guerrilla?

¿Tendrá la Fuerza Pública la capacidad de retomar los espacios que vayan abandonando los paras, teniendo en cuenta que este fenómeno surgió por una grave falta de presencia del Estado en las zonas más conflictivas del país?

El comisionado de Paz, Luis Carlos Restrepo, ha resultado ser un hombre bien intencionado, discreto, entregado a su causa, pero su falta de experiencia en el manejo del Estado y su evidente ingenuidad todavía nos producen más inquietudes hacia el futuro. A este proceso le falta un gerente, y me atrevo a sugerirle al presidente Uribe que piense en alguien como el politólogo Alfredo Rangel, para que aterrice esta negociación con los paras.

Mientras le damos un compás de espera a que se resuelvan las anteriores inquietudes pongámonos en los pantalones del presidente Uribe. La realidad del conflicto colombiano está tan degradada, que su manejo ha trascendido todos los marcos teóricos y nos ha obligado a aterrizar en el campo experimental.

Lo que se está haciendo en La Ceja, Antioquia, es un experimento sin cartilla.

Los primeros desmovilizados son paramilitares urbanos, por lo que el problema que será la inevitable y complejísima negociación territorial con los paras rurales pertenece por fortuna a otra etapa del proceso.

Pero ante ese desastre que es tener a estos delincuentes sueltos, sufragados por el narcotráfico, manipulando motosierras o jugando fútbol con cabezas decapitadas, pues hombre. Nadie podrá decir que eso es mejor a que se desmovilicen. Y como experimento, las respuestas a todos los anteriores interrogantes sólo podrán irse encontrando en el camino.

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