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Venezuela corre la crisis

La solidaridad, deporte del corazón que mejora con la práctica, sí cambia a la gente: es un agente de transformación potente.

Poly Martínez, Poly Martínez
22 de marzo de 2017

En tiempos de crisis, las personas corren más. Aunque no he logrado encontrar el gran estudio que soporte esta afirmación, tengo ya los suficientes kilómetros a cuestas para decir que es así.

La crisis es un semillero de corredores, pero no por moda y andar en la movida del “running”, sino porque es una puerta para escapar por un rato del agobio cotidiano; un deporte al alcance de todos que aporta perspectiva, satisfacciones y logros justo cuando otros asuntos de la vida parecen ir en reversa.

Personalmente, entre muchas cosas, correr me ha permitido tener otra mirada del entorno y, por ese camino, la oportunidad de conversar con mucha gente y escribir un libro que más que hablar de una carrera, entre líneas relata la forma como, a través de una maratón, se ha ido integrando paso a paso una sociedad fracturada.

Esa es la historia que cuenta la Maratón CAF Caracas, que el próximo domingo llega a su sexta edición. ¿Una maratón en Caracas? Sí, en Caracas, Venezuela, los 42km completos y media maratón también. Un evento impecable, con las debidas certificaciones internacionales, clasificatorio para todo, desde Olímpicos hasta Panamericanos, pasando por Boston y el circuito que lleva a las grandes maratones internacionales. Sí, una carrera de calle exigente y reconocida por sus estándares logísticos y de seguridad, la misma que está conectada con la de Las Flores (Medellín), la Media Maratón de Bogotá y las principales maratones latinoamericanas.

Vista desde el andén, podría ser una carrera más. Sin embargo, al correr por Caracas, investigar, hablar con autoridades, entrenadores, corredores élite y recreativos, patrocinadores, expertos en logística, médicos y especialistas, esta maratón adquiere otra dimensión: no hay ningún otro evento hoy en el cual se sienten a trabajar en la misma mesa las autoridades nacionales con las de los municipios que conforman el Distrito Metropolitano, sean de corte chavista o estén alineadas con la oposición. Pero, además, logra que hagan llave el sector privado y las entidades públicas, e integra cientos de voluntarios de todas las zonas de la ciudad, cosa de por sí compleja en coyunturas menos difíciles a la que vive Venezuela hoy.

Por eso, el fin de semana de la Maratón CAF es especial; un domingo al año en el que la gente se toma la calle pacíficamente para animar a miles que han entrenado durante meses y realizado un esfuerzo personal para estar ahí, lograr su meta y disfrutar una ciudad despejada, libre de carros y de la tensión cotidiana de atravesarla de este a oeste. Una fecha en la que la política pierde el primer puesto y –estoy casi segura, aunque no ha sido estudiado puntualmente- la inseguridad queda rezagada.

Traigo a cuento todo esto porque me sigue asombrando el poder que tiene el atletismo para generar lazos, comunidad y solidaridad; no divide en equipos, sí suma a miles que persiguen un mismo propósito. Cifras: en sólo seis años el número de participantes en el Maratón CAF Caracas se ha cuadruplicado, y en la última década han surgido muchos clubes de corredores por todo el país como respuesta a la necesidad de hacer deporte de forma más segura y a bajo costo. Poco a poco han avanzado, cada día toman más fuerza y ofrecen nuevas vías de encuentro a más ciudadanos, además de correr del espacio público a los malandros que se tomaron los parques de muchas ciudades.

El aspecto sociológico me parece más interesante e importante que las marcas que se logren romper por el camino (la mejor 02:18: 23, en manos del colombiano Juan Carlos Cardona). Estos clubes de corredores están bien organizados, reciben a todo el que quiera participar, sin importar edad o condición, siempre bajo el sano principio de que la política se queda casa.

La mayoría ofrece entrenamientos sin cobrar, como sucede con los grupos que madrugan a correr por los grandes parques de Caracas. Además, estos clubes se rebuscan patrocinios locales, se turnan el trabajo de dar hidratación y comida a todos los que participen en las largas jornadas de entrenamiento del fin de semana y hacen vaca para llevar a Caracas a los que no tienen con qué viajar. Eso significa movilizar 100, 500, 800 y hasta mil corredores que han entrenado juntos, viajan juntos y celebran juntos su participación en la maratón.

¿Qué tanto de esta iniciativa sobrevivirá con el paso del tiempo? ¿Cuánta energía tendrán las diferentes carreras que han surgido si no se logra frenar el desgaste de la cotidianidad venezolana? Prefiero ser optimista y pensar que así como correr unidos les ha dado resiliencia, también les va a facilitar reconstruir el tejido social local y la confianza, que es lo que permite trazar metas comunes. La solidaridad, deporte del corazón que mejora con la práctica, sí cambia a la gente: es un agente de transformación potente.

Tengo claro que el atletismo no es exactamente el deporte nacional de los venezolanos y que proporcionalmente, con todo y lo que ha crecido, el impacto positivo en la vida y salud emocional de muchos no crece de forma exponencial. También sé que casi nada de esto llega a los titulares internacionales, que hoy poco hablan de esa otra Venezuela que trata de avanzar en medio de la tormenta.

Correr es una forma de pertenencia, una manera de apropiarse del espacio y recuperar el tiempo. Participar en eventos con diferentes distancias y niveles de exigencia motiva, da alegría y fortalece la cohesión social. Por eso es que correr es una certeza en tiempos de incertidumbre. Y la maratón, el camino para acortar distancias.

@Polymarti

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