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¿Mejor parapolítico que raponero?

Por cuenta de la corrupción y de regímenes especiales, las cárceles del país están estratificadas: mientras que los delincuentes comunes y corrientes viven en reclusiones estrato uno, los parapolíticos y otros presos poderosos gozan de las condiciones del estrato seis.

Semana
10 de febrero de 2011

Por estos días parecen estar de moda los privilegios y abusos de algunos de los presos del país. Sin embargo, lo que no se ha mencionado tanto es que de los beneficios resultantes únicamente gozan algunos de los reclusos. ¿La razón? Sólo ellos cuentan con la fortuna de estar cobijados por regímenes especiales de reclusión, con suficiente plata y poder para hacerse mejorar la estadía carcelaria, o con ambas condiciones. Como resultado, se presentan asimetrías no siempre justificables ni válidas en términos jurídicos.

Me explico un poco más. El contraste al que me refiero se presenta porque las condiciones de encierro de ciertos presos están por encima de las de sus compañeros. Esto se debe a dos razones. Por un lado, a que cuentan con los medios para violar, y esto por supuesto es ilegal, los reglamentos de los centros de reclusión. Así, por ejemplo, consiguen el ingreso de elementos prohibidos (como drogas, licor y armas), o que mantienen actividades delictivas a pesar del encierro.

Por el otro lado, las diferencias se presentan por regímenes especiales y legales de reclusión para ciertos tipos de delincuentes. En consecuencia, en atención a criterios como la gravedad del delito o los riesgos que para su vida e integridad podrían suponer el estar confinados con los demás, se les conceden a estos condiciones distintas, usualmente más favorables, que al resto de los reclusos. Este es justamente el caso de los parapolíticos, que como servidores públicos de elección popular que son o que fueron, disfrutan de concesiones especiales.

Uno de los ejemplos más recientes de las enormes diferencias entre las condiciones de vida de los presos con beneficios y las de los internos del común y corriente, se encuentra en el fiestón de cumpleaños del ex senador Juan Carlos Martínez, que al interior del pabellón de los parapolíticos de La Picota –el llamado ERE sur- ofreció un suculento menú caribeño, whisky y música por cuenta del director de la orquesta Guayacán para sus más de 30 invitados. ¡Es que no todos los días se cumplen 41 años!

Por el contrario, los presos comunes y corrientes difícilmente alcanzan a ver cubiertas sus necesidades mínimas, y con seguridad no podrán tener nunca celebraciones de cumpleaños como la de Martínez.

El contraste entre las situaciones de unos y otros es impresionante. Para la muestra, algunas comparaciones.

Mientras que los exclusivos 44 reclusos del ERE cuentan con habitaciones individuales, tres cocinas, salón de ping pong y billar, gimnasio, salón de masajes, cancha de microfútbol y baloncesto, los casi 1600 internos de la cárcel de Valledupar, que es incluso más nueva que La Picota, soportan la falta de agua potable con temperaturas que alcanzan los 42º C.

Cuando en 2010 algunos parapolíticos salieron más de 50 veces de la cárcel, y en BMW, por citas y tratamientos médicos y odontológicos, una de las principales quejas de los presos del común es que por falta de personal del INPEC para trasladarlos a las citas médicas, o incluso a los juzgados en los que se adelantan sus procesos – pues muchos de ellos ni siquiera están condenados-, tuvieron que esperar meses para adelantar estas diligencias.

Si bien los presos del pabellón de los parapolíticos pueden recibir visitas cuatro días a la semana (y antes de la fiesta de Martínez, hasta seis), los demás reclusos tienen que conformarse con un solo día.

Mientras que estos reclusos de estrato seis, por autorización del mismo gobierno desde que se creó su pabellón en 2005, están autorizados para tener computador con internet y televisión satelital en sus celdas, el resto de presos únicamente puede mantener dos libros en este espacio, con el fin de hacer más ágiles las requisas.

La crítica, por supuesto, no recae sobre el hecho de que los parapolíticos cuenten con buenas condiciones de reclusión. ¡Ni más faltaba! Sino más bien, sobre el hecho de que únicamente ellos puedan tenerlas. De hecho, de acuerdo con la normatividad nacional e internacional, todos los reclusos deberían poder contar con una celda individual y facilidades de recreación, entre otras, que les permitieran tener vidas dignas aunque sencillas.

En el caso de la corrupción, el problema está claramente al interior del INPEC que permite estas irregularidades. Pero surge entonces una pregunta, ¿será necesario y justo que las condiciones especiales y legales de encarcelamiento de los presos estrato seis, que al fin y al cabo son tan delincuentes como los demás, estén tan molestamente por encima incluso de las exigencias legales?
 
* Investigadora asistente del Centro de Estudios de Derecho, Justicia y Sociedad –DeJuSticia (www.dejusticia.org)
 
 

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