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Sobre la baja participación electoral de Colombia

De cada diez colombianos con un bajo nivel de escolaridad, alejados de los medios de comunicación, desinteresados en política y sin identidad partidista, ocho se abstienen de votar.

Miguel García Sánchez, Miguel García Sánchez
18 de octubre de 2016

En Colombia hay noticias que se repiten una y otra vez como una suerte de déjà vu; una de ellas, la alta abstención electoral. En 1991 un columnista de El Tiempo advertía sobre la baja participación electoral de cara a las elecciones legislativas. Más tarde, un artículo de 1994 del mismo periódico destacaba que la abstención en las presidenciales de ese año “podría ubicarse en la escalofriante cifra del 60 %”. El rosario de noticias sobre la baja participación electoral de los colombianos continuaría apareciendo una y otra vez después de cada elección presidencial, legislativa y local, hasta llegar al plebiscito del 2 de octubre, elección en la que el 63 % de los electores no votaron. Además de ser una noticia recurrente los informes periodísticos sobre la abstención, tienen en común dos cosas: Primero, suelen registrar cada cifra con sorpresa, como si se tratara de un “nuevo record”; segundo, dejan entrever una perplejidad sobre las causas del fenómeno. Entonces, más allá de los reportes de prensa ¿qué sabemos desde la investigación social sobre el abstencionismo en Colombia?

Sabemos que históricamente los colombianos han salido poco a votar. Desde un punto de vista comparado, Colombia es el país de la región con los niveles más bajos de participación electoral. Mientras el promedio de abstención electoral de América Latina es de más o menos 30 %, la abstención promedio en elecciones presidenciales en Colombia es del 51 % (teniendo en cuenta datos del periodo 1942 - 2014). También sabemos que la baja participación es relativamente estable; es decir, no se puede afirmar que en los últimos años se haya presentado una caída de la participación electoral. Si se identifican las elecciones presidenciales con más baja participación (menor a 45 %) entre 1942 y 2014 habría que nombrar las de 1950, 1966, 1990, 1994 y 2014. Igualmente, las elecciones con alta participación (mayor a 55 %) se distribuyen por todo el periodo así: 1946, 1958, 1974 y 1998.

Ante este panorama la pregunta obvia es qué podría estar detrás de nuestros bajos niveles de participación. Aquí se pueden destacar dos argumentos: uno institucional y otro histórico. Desde el punto de vista institucional, una de las posibles causas de la abstención electoral es la no obligatoriedad del voto. Muchos países que registran niveles relativamente bajos de abstención tienen en común que obligan a sus ciudadanos a votar y sancionan de manera efectiva a quienes no participan. Desde el punto de vista histórico la abstención se podría entender por el uso rutinario, desde el siglo XIX, de los procedimientos electorales. En Colombia las elecciones no son una novedad. Además, por la vía electoral no se han generado grandes terremotos políticos.

Ahora bien, la participación electoral, en tanto producto de miles de decisiones individuales, no se agota en las comparaciones nacionales o en el seguimiento, a lo largo del tiempo, de un promedio nacional. Para entender este fenómeno es necesario también explorar su dimensión individual, pues finalmente muchos ciudadanos votamos. En otras palabras, es necesario identificar qué distingue al colombiano que vota del que no lo hace. La investigación política ha demostrado que la participación electoral es el producto de la combinación de tres grupos de factores: recursos, motivaciones hacia la política y contexto. Los recursos hacen referencia a los elementos que requiere una persona para tomar una decisión electoral y para poder ejercer su derecho al voto (información, tiempo libre o escolaridad). Las motivaciones se refieren a las predisposiciones positivas o negativas de las personas hacia la política y los políticos. Finalmente, el contexto tiene que ver con las acciones de otras personas que estimulan o no la participación en política (campañas, redes sociales, clientelismo, violencia, etc.).

En esta línea, un estudio del Observatorio de la Democracia de la Universidad de los Andes concluyó que el abstencionista colombiano es generalmente una persona en la que confluyen: desinterés por la política, un déficit de recursos individuales y una baja identidad partidista. El primer factor opera como una barrera entre el ciudadano y los procesos electorales; la falta de recursos (bajo consumo de medios y baja escolaridad), impiden que el ciudadano articule los pasos que se requieren para tomar una decisión electoral (recopilación de información, identificación de alternativas y selección de candidato); finalmente, la distancia entre los ciudadanos y los partidos los hacen inmunes a las invitaciones a votar que hacen estas organizaciones. Así, de cada diez colombianos con un bajo nivel de escolaridad, alejados de los medios de comunicación, desinteresados en política y sin identidad partidista, ocho se abstienen de votar.

En síntesis, abordar el problema de la abstención supone mucho más que idear reformas institucionales que estimulen la participación; pasa también por entender que hay ciertas circunstancias que contribuyen a la “buena ciudadanía”, una de ellas es el acceso al sistema educativo. Igualmente, mientras la política sea vista con desinterés y como un espacio en el que no se juega nada relevante para la vida cotidiana de muchos ciudadanos, los colombianos seguirán alejados de las urnas.

* Codirector del Observatorio de la Democracia de la Universidad de los Andes - En Twitter: @migarcias

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