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Mocoa: Solidaridad y Esperanza

El rector del Rosario hace una reflexión sobre la necesidad de que el modelo económico de Colombia considere la diversidad del territorio.

Semana.Com
7 de abril de 2017

Hace unos días me escribió un alumno que había sufrido con su familia la tragedia del Putumayo y desesperadamente me preguntaba, como se hacen la pregunta muchos otros compatriotas, ¿Por qué nos pasan tragedias tan tristes como estas a nosotros?. Le comenté que ante hechos tan desoladores como este, valía mejor preguntarse ¿quién es el que está sufriendo? Y sobetodo ¿quién puede enviar una gota de esperanza a esos que sufren?

Pensando en el sentimiento de solidaridad que ha despertado el trágico desastre natural de Mocoa, y sin dejar pasar la oportunidad de recordar a los (a la fecha de envío de esta columna) 273 colombianos que perecieron dramáticamente en medio del lodo y la oscuridad, por nuestra endeble relación con la naturaleza; quise pensar en la etimología de este importante valor humano.

En mi búsqueda, rápidamente encontré un buen motivo para compartir algunas reflexiones en medio de tanto dolor y muchos cuestionamientos. La palabra solidaridad es un derivado del adjetivo latino solidus, el cual nos lleva a la cualidad de la solidez o firmeza. La solidaridad entonces se convierte en ese “compacto” que fundamenta nuestra cohesión social, muy importante en estos tiempos de paz que apenas comienzan.

Si bien se reconoce que la solidaridad es esencial en los momentos de crisis, no podemos olvidar que de ella y de su puesta en práctica, mucho podríamos aprender para repensarnos como país y como sociedad.

Mocoa, su gente y su tragedia, deberían ser considerados la fuente inspiradora de un consenso nacional sobre la importancia de un desarrollo territorial responsable con la integridad ciudadana, empresarial, social y ambiental de todos nuestros territorios.

La oportunidad de estos tiempos de paz y los aprendizajes de esta tragedia; en el contexto de las emotivas manifestaciones de solidaridad que hemos visto en los últimos días, deben ser motivo para que, en honor de nuestras dolorosas pérdidas, repensemos nuestro futuro como una sociedad unida y creativa que resuelve con audacia deudas socioeconómicas y ambientales que nuestros futuros colombianos no deberían soportar.

El debate que se desata a partir de esta tragedia, ya está muy avanzado en otros países. A manera de ejemplo, el Foro Económico Mundial reconoció en 2016 que los modelos de desarrollo socioeconómico consistentes con los desafíos del futuro deberán promover consensos a lo largo de culturas, religiones y filosofías sobre tres valores fundamentales para la construcción social: i) el respeto por la dignidad y la equidad; ii) la prevalencia del bien común sobre intereses individuales; y iii) el cuidado inteligente y consciente de los recursos a nuestra disposición en el presente, para permitir su disfrute por nuestros futuros conciudadanos.

En consecuencia, espero que con este suceso, no nos limitemos a que, como mencionó recientemente Carlos Jacanamijoy en su entrevista a la Revista Semana, el país simplemente sepa dónde queda el Putumayo, sino que a partir de la conciencia de la adversidad migremos rápidamente a la conciencia de los desafíos tan importantes que se nos vienen encima para enfrentar nuestra recomposición como sociedad que reconoce la diferencia, a partir de su diversidad territorial.

Esta tragedia enluta a muchos Colombianos, pero somos nosotros mismos, quienes podemos enviar un mensaje solidario y de esperanza. Un mensaje de amor y generosidad a quien vive en medio de la tragedia. Un mensaje de que al final somos hermanos de un mismo país y que esos otros hermanos claman nuestro apoyo y con la conviccion como alguna vez dijo Martir Luther King de que “si ayudo a una sola persona a tener esperanza, no habré vivido en vano”

Las dificultades tienen explicaciones y razones, pero de momento aquí lo que debería invitarnos a actuar, son esos ¿cómos? a traves de los cuales expresamos nuestra solidaridad y regalamos gotas de esperanza a niños y familias que quizas lo perdieron todo, pero siguen conservando los que nos une y regenera como sociedad: la dignidad humana y su condicion de ser hijos de una misma nación: Colombia.

*Columnista invitado

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