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La pantomima en la ONU

Creímos que esta sesión en la ONU era una oportunidad para plantear la molestia de Colombia por las nuevas intenciones expansionistas de Nicaragua pero no.

Viviana Manrique Zuluaga, Viviana Manrique Zuluaga
30 de septiembre de 2013

La mayoría de colombianos cuando se recibió el año pasado el fallo del Tribunal de La Haya teníamos la esperanza de obtener del gobierno una respuesta fuerte y contundente, frente a lo que implicaba perder parte de nuestro territorio insular. Pero desafortunadamente obtuvimos una débil respuesta más de confusión, desconocimiento e incertidumbre, que de respeto a nuestro territorio.

Posterior a este fallo, para los meses de diciembre del 2012 y enero del 2013, se dio una presencia inusitada en la isla de San Andrés por parte de funcionarios de todas las entidades nacionales, con el fin de aparentar atención y presencia estatal. Se iniciaron proyectos, se destinó presupuesto para la isla y de un momento a otro se convirtieron en prioridad nacional.

Sin aprender de la lección después de 11 meses del fallo de La Haya, la semana pasada vimos con esperanza una intervención que haría el presidente Santos en el marco de la Asamblea General de las Naciones Unidas N°68. Todos creímos tal y como lo había expresado el gobierno que esta sesión en la ONU, era una gran oportunidad para plantear la molestia de Colombia por las nuevas intenciones expansionistas de Nicaragua después del fallo de La Haya.

Se entregó previamente una carta a Ban Ki Moon (Secretario General de la ONU) denunciando las aspiraciones expansionistas de Nicaragua, firmada por los  presidentes de Costa Rica, Laura Chinchilla, y de Panamá, Ricardo Martinelli. Colombia y Nicaragua tienen hoy un nuevo litigio limítrofe en aguas del mar Caribe y la más reciente actuación de Nicaragua fue una nueva demanda ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) para reclamar una plataforma continental más allá de las 200 millas náuticas desde su costa afectando a Costa Rica, Panamá, Jamaica y hasta a Haití.

El tan esperado discurso no tuvo sólo el propósito de protestar por las nuevas acciones de Nicaragua como se anunció, fue la defensa del proceso de paz en La Habana, no de sus resultados porque no los hay, sino específicamente del modelo de justicia transicional, con una solicitud expresa de no intromisión por parte de la comunidad internacional, un mensaje implícitamente dirigido a la Corte Penal Internacional, por la advertencia de la fiscal Fatou Bensouda ante la impunidad que se ha venido cocinando a través del marco jurídico para la paz.

Fuera del discurso y en el marco de las acciones de la visita de Santos a la ONU, se realizó un gran avance a lo cual no se le hizo la publicidad que requería, Colombia suscribió el Tratado sobre Comercio de Armas Convencionales conforme a la decisión de la Asamblea en sesión del 2 de abril de este año.  Tratado fundamental porque es el primer instrumento realmente vinculante para regular el comercio de armas. Lo importante no es solo suscribirlo sino ratificarlo por el Congreso colombiano e implementarlo. Ojalá no se quedé en una foto más de un acto diplomático. 

En resumen ¿para que sirvió la visita a  la ONU?, para suscribir un tratado que no sabemos si se ratificará y si estaremos preparados para implementarlo; para presentar una alerta a la comunidad internacional de no intervenir en el proceso de paz de Colombia aunque haya una impunidad evidente; para entregar una carta alertando las nuevas acciones de Nicaragua en el Caribe sin esperar una acción efectiva porque la ONU no tiene competencia sobre los casos presentados ante la Corte Internacional de Justicia.

¿Hacia dónde va nuestra política exterior?, ¿estamos sobrevalorando los organismos multilaterales o estamos improvisando?. 

*Directora Observatorio de Drogas Ilícitas y Armas 
Universidad del Rosario

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