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JOSÉ MANUEL ACEVEDO M.

¿Quién quiere ser magistrado?

Al parecer, tres magistrados andan en plan de obstaculizar las votaciones porque quienes obtienen la mayoría no son de su predilección.

José Manuel Acevedo M., José Manuel Acevedo M.
13 de julio de 2013

Increíble. En un país como Colombia, con una congestión judicial que se traduce en más de dos millones de procesos represados, los magistrados de la Corte Suprema de Justicia se dan el lujo de ocuparse dos semanas enteras, de día y de noche, a la escogencia de nuevos miembros para esa corporación.

Si la demora para elegir fiscal en el 2010 nos pareció el colmo, lo que está ocurriendo por estos días en la Corte debería llevarnos a la absoluta indignación.

Y es que los miembros de la Corte Suprema decidieron reunirse en sala plena cada día hasta destrabar los nombramientos de cinco nuevos magistrados. Hay vacantes que esperan un titular desde hace más de un año y en el momento de escribir esta columna los togados no habían llegado a acuerdo alguno sobre quiénes serán sus nuevos compañeros. 

De los 16 votos que se requieren para resultar magistrado, los que más obtienen sufragios llegan hasta 15 y no pasan de ahí. Luego de interminables rondas, me cuentan que a juristas como Luis Armando Tolosa, en la sala civil, o Gustavo López, en la laboral, les ha faltado sólo un voto. ¿Dónde está el bloqueo y por qué no se logra el número mágico de 16?

Al parecer, tres magistrados andan en plan de obstaculizar las votaciones porque quienes obtienen la mayoría no son de su predilección: dicen que Arturo Solarte, María del Rosario González y Jesús Vall de Ruten están paralizando todo.

Solarte quiere un académico de sus afectos en el cargo que dejó su buen amigo Jaime Arrubla. Vall de Ruten propone a su joven auxiliar de 35 años de vida y apenas seis de experiencia en la rama judicial para una de las vacantes. Nadan contra la corriente, sin duda, y basta que se junten para que el sentir de las mayorías se trunque y nadie obtenga los 16 votos.

¿Caprichos individuales o razones de peso? Cada uno sabrá. Lo cierto es que la función electoral de nuestros magistrados ha logrado distraerlos de su deber esencial: impartir justicia. 

Por andar en componendas internas, actuando más como congresistas que como jueces de la república, la alta justicia colombiana es el antiejemplo de lentitud, intrigas y juegos de poder perversos que, insisto, deberían llevarnos a los colombianos a protestar con vehemencia.

Una verdadera reforma clama al cielo. Una que les quite la tentación a los magistrados de elegir compadrotes frente a los cuales litigan una vez terminan sus períodos. Una que les prohíba meterse a la política o llevar casaciones multimillonarias que resuelven sus excolegas y amigos agradecidos, porque lo que hay detrás de cada elección de magistrados es, tristemente, eso.   

Nos iría mejor si enviamos a los aspirantes al concurso aquel de Paulo Laserna, sólo que en vez de llamarlo ¿Quién quiere ser millonario?, podríamos denominarlo ¿Quién quiere ser magistrado?

A fin de cuentas, los jueces y magistrados de tribunales han llegado a sus cargos por concurso de méritos. ¿Por qué no hacer lo mismo con quienes quieren entrar a la Corte?


Twitter: @JoseMAcevedo    

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