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SON SANTAS LAS ONG

Semana
12 de enero de 1998

La caída del muro de Berlín y el derrumbe del mundo comunista trajeron muchas cosas buenas pero una muy mala para la Cuba del exilio y para Colombia: liquidado el mundo bipolar, el comunismo dejó de ser un peligro para Estados Unidos y, al dejar de serlo, no le importa ya a esta potencia que Castro perdure en el poder y que las guerrillas colombianas amenacen seriamente a nuestro país. No es un problema que comprometa su seguridad interna. En cambio, al Departamento de Estado le preocupa sobremanera el narcotráfico. Y tiene razón porque el narcotráfico es un azote para esa sociedad, pero aún más para la nuestra pues genera violencia y su dinero alimenta todos nuestros males: la subversión, el paramilitarismo, la corrupción en el gobierno, en el Congreso y la justicia; y, gracias a él, no lo olvidemos, tenemos a Samper de presidente.A mí me parece sumamente injusto que el Departamento de Estado haya promovido, durante décadas, una cruzada contra el comunismo en todo el continente, en nombre de la defensa de la democracia, y que ahora, cuando ya no lo ve como una amenaza contra su propia seguridad, no le importe o le importe muy poco el alcance de la subversión colombiana cuyo signo ideológico es inocultablemente marxista leninista. No lo entiendo: principios y valores son universales; no tienen porqué detenerse en las fronteras propias; se debe ser demócrata en todas las latitudes y no sólo dentro de casa.Peor aún: el Departamento de Estado, con una ceguera sorprendente, ha resuelto darle todo crédito a las denuncias contra oficiales de las Fuerzas Armadas colombianas que unas ONG perfectamente sesgadas envían a la Human Rights Watch, entidad que, sin ninguna investigación real, se encarga de estampillarlas, refrendarlas y difundirlas internacionalmente. ¿Se habrá preguntado alguna vez la Human Rights Watch qué tan confiables y demócratas son los señores de la Comisión Colombiana de Juristas de la cual reciben constantes y copiosos informes? ¿No sabe acaso que ésta es una de las tantas organizaciones de fachada del partido comunista, cuyo brazo armado son las propias Farc? ¿No es de presumir que su misión no es precisamente humanitaria (pues si lo fuese denunciarían los atropellos atroces perpetrados por la guerrilla), sino una labor militante al servicio de su causa?¿Y qué decir de los eclesiásticos del Cinep y sobre todo de la Comisión Intercongregacional de Justicia y Paz que dirige el inefable padre Javier Giraldo? Allí lo que hay es una clara enajenación ideológica ligada a la Teología de la Liberación, de acuerdo con la cual resulta legítima, en nombre de la opción de los pobres, la insurgencia armada. Es, por cierto, un postulado peligroso, equivocadísimo, rechazado en una y otra ocasión por el Papa Juan Pablo II. Sería hora de que, vacunados contra las utopías sangrientas, estos prelados acataran la suprema autoridad de su Iglesia, que es también la nuestra. Pues, como dice un gran periodista francés de izquierda, "toda revolución, comunista o no, es detestable porque queriendo sustituir por la violencia un orden por otro, ella precipita pueblos enteros en la tormenta, tritura, mata y reemplaza, en fin de cuentas, una injusticia por otra".También estas ONG dirigidas por religiosos disfrazan de causa humanitaria su sesgo militante. Y por ello multiplican infundios contra cientos de oficiales de las Fuerzas Armadas. (Conozco un oficial intachable acusado de 147 homicidios, que debió vender su casa para pagarse un abogado y demostrar que no había cometido ninguno) Y en cambio estos sacerdotes pasan por alto los reales horrores de la guerrilla. Suelen decir que sólo se ocupan de las violaciones perpetradas por agentes del Estado. Pero no es cierto porque de los paramilitares sí se ocupan, considerando que las Fuerzas Armadas son cómplices de ellos. Y también de las Convivir cuya labor es esencialmente informativa: no hay una sola prueba de que sean organizaciones combatientes.Ahora el objetivo de las ONG, con la Human Rights Watch a la cabeza, es la Brigada XX, de inteligencia militar, gracias a la cual se produjo la captura de Francisco Galán, del ELN; de Caraballo, del EPL, de 30 mandos guerrilleros y de dirigentes de seis ONG que trabajaban para la guerrilla. Está claro, está clarísimo, pues, que con ello se le está prestando un servicio muy eficaz a la subversión. Y lo malo es que Estados Unidos cree en tales informes como cree en la Biblia. Y como la cobardía reina entre nosotros nadie da la pelea por establecer la verdad: ni el Presidente, ni la Canciller, ni los embajadores, ni los candidatos, ni la prensa; nadie, salvo un Uribe Vélez. Pero entendámonos: claro que los derechos humanos se violan en Colombia; claro que las masacres de los paramilitares son repugnantes, y no tengo inconveniente en decirlo en muy alta voz porque yo sí no tengo doble moral. Y claro que puede haber militares o policías culpables de atropellos. Todo eso debe ser denunciado, investigado, castigado. Pero no por ello se puede ser tan idiota como para acreditar los fraudulentos montajes de las ONG, pues detrás de su apostólica fachada, como las orejas del lobo, se asoma una ideología que santifica a la subversión, cierra los ojos ante sus crímenes y sataniza a quienes se le oponen. n

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