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¡VIVA EL GRAN PARTIDO LIBERAL!

El único que no se ha declarado liberal es el ex presidente Pastrana y por eso acaban de sacarlo a codazos.

Antonio Caballero
15 de julio de 1991

LO QUE QUEDO DISUELTO NO FUE EL CONgreso, sino el partido liberal: ese al que los borrachos colombianos, aun los conservadores, aun los comunistas, los ricos y los pobres, los costeños y los cachacos, gritaron tantos vivas. Tal vez el único elemento verdaderamente cohesionador y unificador de un país tan diverso y tan mal comunicado como Colombia ha sido ese ¡viva el gran partido liberal! que gritaban los borrachos columpiándose con el trago en la mano en la mitad del club o de la tienda o de la calle, hasta hacerse matar cuando era necesario, o sin que lo fuera. Uno se percataba de que había salido del territorio colombiano y estaba en Venezuela o en el Nepal cuando veía que los borrachos ya no gritaban eso. Y se acabó. No existe. El paso siguiente, ya casi simplemente protocolario. debiera ser la disolución de Colombia. De la cual, por lo demás, ya se ven algunos síntomas, como la reciente creación en medio del general beneplácito de la República Independiente de Envigado para don Pablo Escobar.
Paradójicamente, lo que disolvió definitivamente al Gran Partido Liberal fue la invención de la circunscripción nacional para las elecciones de Constituyente. Porque fue ella la que dejó al desnudo el secreto que lo mantenía grande y vivo en todo el país: que ese partido que gracias a la vociferación de los borrachos creaba por sí solo la unidad nacional no tenía nada de nacional, sino que era exactamente lo contrario: una acumulación caótica de particularismos locales, de provincianismos, de parroquialismos, de personalismos. El partido liberal colombiano nunca ha sido un partido en el sentido serio de la palabra, un aglutinador de ideas o de intereses, con una estructura interna coherente y una voluntad política común, unas jerarquías, unos programas, una organización, unos propósitos. Sino que ha sido un amontonamiento de egoísmos independientes y centrífugos, enfrentados todos contra todos, feudos autónomos cimentados sólo por la corrupción y el clientelismo. En el partido liberal colombiano nunca ha existido una voluntad de comunidad: siempre. y como cosa perfectamente natural y que a nadie sorprende, los intereses y las ambiciones individuales se han impuesto sobre los intereses de la colectividad (no hablemos del país). Así, siempre ha sido imposible desenredar la maraña de los amores y los odios intestinos entre liberales, hasta el extremo de que, por ejemplo, nadie. sea politiquero profesional o simple observador, puede saber a ciencia cierta si en el departamento del Atlántico. digamos, el liberal es Juan Slebi o José Name, o los dos, o ninguno, y en Boyacá Jaime Castro o Zamir Silva, o viceversa, ni, si son enemigos o amigos entre sí. En el liberalismo colombiano reina el genial aforismo de Fontanarrosa :

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