Los expertos predicen que la realidad virtual permitirá a los humanos experimentar un sexo más intenso y sensorial. En esta era, la industria explorará mucho más la satisfacción de las mujeres.

Sociedad

¿Tendría sexo con un robot?

La ciencia y la tecnología empujan a la sexualidad humana hacia territorios nuevos e inexplorados. Hoy ya existen prototipos de robots sexuales avanzados, pero los expertos advierten que vendrá mucho más. El futuro de la intimidad con máquinas ya llegó.

15 de septiembre de 2018

La semana pasada, los medios italianos registraron con emoción, y algo de pánico, que abría sus puertas “con todas las reservas agotadas” el primer burdel de muñecos sexuales en el país, ubicado en Turín. El negocio, que ya existe en países como España, Canadá, Holanda, Austria, Dinamarca, Rusia, entre otros, ofrece a los huéspedes la experiencia de pasar un rato íntimo con un amante robótico a partir de 80 euros la media hora. Adentro, los usuarios tienen la oportunidad de conocer a Noemi, Kate, Molly y Alessandro, algunos de los prototipos de robots sexuales más avanzados que existen.

Aunque durante décadas estos autómatas pertenecieron a la ciencia ficción, el origen de los robots sexuales se remonta a 2010 cuando en la feria Adult Entertainment Expo de Las Vegas, el ingeniero Douglas Hines presentó a Roxxxy. En ese momento, era solo una mezcla básica de silicona y circuitos eléctricos, pero en ocho años la industria evolucionó a tal punto que actualmente existen muñecas con personalidades propias, capaces de mover la cabeza, sonreír y simular orgasmos. Los científicos vislumbran que en el futuro habrá robots capaces de pasar prácticamente desapercibidos entre humanos, con quienes podrán tener experiencias sexuales inolvidables e, incluso, desarrollar relaciones sentimentales como en la película Her. Ahora, varias compañías compiten por crear la versión más realista.

Hoy la más sofisticada es Harmony, creada por Realdoll (ver imagen). La versión actualizada, lanzada en abril de este año, no solo posee genitales muy reales, sino también la capacidad de conversar. Esto gracias a una aplicación de inteligencia artificial que por medio de algoritmos y datos da la sensación de expresar sentimientos. Matt McMullen, el principal desarrollador, ha dicho que su plan es llevar a Harmony a la realidad virtual para ofrecer experiencias sexuales cada vez más intensas y realistas.

                                                                                                                                                                                                           Para que ‘cobre vida‘ los usuarios deben descargar una aplicación que conecta el robot con la cabeza de la muñeca. Los usuarios pueden conectar diferentes caras a la misma base del cráneo.

Pero los robots son apenas la punta del iceberg. Según Bryony Cole, quien lidera el proyecto The Future of Sex, la ciencia ya empieza a transformar la intimidad humana en cuatro campos al menos. Uno de ellos es el de la sexualidad remota, es decir, aparatos y estimuladores de placer que en unas décadas lograrán que el sexo a larga distancia sea más atractivo, realista y emocionante, aunque por ahora están en una etapa incipiente. “Hoy hay prototipos de dispositivos para sentir besos a larga distancia, trajes corporales táctiles de realidad virtual y almohadas que transmiten el sonido de los latidos del corazón de un amante”, explica.

También existen los mundos virtuales para adultos, que ya son una realidad. Páginas como Red Light Center y 3DXChat permiten a los más curiosos diseñar entornos y cuerpos, en los que pueden convertirse a sí mismos en el personaje que deseen o crear un avatar de su pareja sexual ideal. Además, allí pueden conocer humanos en tiempo real e incluso participar en fiestas virtuales, entre otras actividades. A medida que el mundo virtual y el del sexo remoto evolucionen y se integren, “la línea que divide el sexo ‘real’ con alguien en su espacio físico y el sexo virtual en los mundos en línea, desaparecerá”, dice Cole.

La experta considera que existe incluso potencial para que el sexo tecnológico eduque sobre las relaciones de pareja. Pone el caso de la International Language School de Montreal que por medio de audífonos de realidad virtual educa sobre el acoso sexual desde la perspectiva femenina. La experiencia de inmersión está destinada a enseñar prácticas de sexo seguro, combatir las infecciones de transmisión sexual y prevenir embarazos no deseados advierten otros expertos. 

                                                                                                                                                                                                            Está hecha de silicona. Puede reír, pestañear, mover los labios, hacer expresiones y tener orgasmos.

Cole y otros investigadores como Kate Davlin pertenecen a la corriente a favor de la evolución tecnológica del sexo. En la otra orilla están aquellos que advierten que el panorama podría ser trágico. La encabeza, entre otros, la británica Kathleen Richardson, quien desde 2015 lidera la campaña Against Sex Robots y argumenta que dar rienda suelta a estas innovaciones solo servirá para exacerbar la violencia de género y los comportamientos sexuales disfuncionales. Dentro de esta postura también están los que aseguran que los robots acabarán con las relaciones tradicionales de pareja, pues en un futuro las personas preferirán la realidad virtual para tener sexo y evitar intercambiar los fluidos que transmiten enfermedades. Además, provocará que los jóvenes se esfuercen menos por conquistar, pues al alcance de un clic podrán disfrutar de un millón de fantasías imposibles en el mundo real. Lo anterior pondría en riesgo incluso la reproducción humana.

Aunque ambas partes presentan posiciones válidas, hoy existe poca evidencia del rumbo que tomarán las relaciones humanas con la expansión de estas tecnologías. El único trabajo, publicado en agosto de 2017 por un grupo de científicos de la Universidad de Sheffield, supone que entre el 9 y el 75 por ciento de las personas estarían dispuestas a tener sexo con robots y 86 por ciento creen que podrían satisfacer sus deseos sexuales. En promedio, los hombres son 50 por ciento más abiertos a experimentar con estas máquinas.

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Los diseños son personalizables. La opción básica cuesta 24 millones de pesos pero va aumentando según el color de ojos, cabello, uñas y piel que el usuario desee poner.

El informe reconoce también un gran desacuerdo entre los expertos sobre si estos robots podrían prevenir crímenes sexuales. Asegura que si bien no es probable que en los próximos cinco o diez años existan robots que suplanten a los humanos, la tecnología avanza tan rápido que crece la incertidumbre. “Es posible que todo este mercado quede reducido a un nicho, pero también que el sexo con robots cambie nuestra forma de relacionarnos y se convierta en la norma. Necesitamos mucha más ciencia sobre el tema”, concluye.

Por ahora, el asunto seguirá en el debate. Del 13 al 14 de diciembre la Universidad de Montana, Estados Unidos, realizará el cuarto Congreso Internacional de Amor y Sexo con Robots, un simposio anual que atrae a académicos y profesionales de la industria. El tema genera tanta polémica que en ediciones anteriores estos encuentros han sido cancelados por amenazas de arresto e incluso de atentados de extremistas musulmanes.