Los ´turcos´ comercializaban en los pueblos del Sinú trapos, perfumes y todo lo que se les atravesaba mediante el 'fiao' y el 'menudeo'. | Foto: iStock

HISTORIA

La gran herencia árabe que quedó en Montería

A finales del siglo XVIII llegaron los "turcos cujis", como les solían llamar, aunque llegaron con poco, pronto se convirtieron en los grandes comerciantes de la región.

María Andrea Solano Behaine*
9 de mayo de 2018

Turcos’ llaman en esta tierra a quienes llegaron de Oriente Medio a finales del siglo XIX y principios del XX con una mano adelante y la otra atrás, que iban de pueblo en pueblo haciendo lo único que sabían: vender. Comerciaban trapos, abalorios, perfumes y todo lo que se les atravesaba. Y a la larga, tras establecerse, abrían grandes almacenes. Tuvieron teatros, arroceras e importadoras, y, según comenta el historiador Alexis Jattin, aplicaron el ‘fiao’ y el ‘menudiao’, un sistema innovador para entonces.

A medida que sus negocios crecían, y conscientes de las necesidades de sus parientes, les enviaban dinero para que estos también vinieran porque confiaban más en ellos que en los nativos. Entonces, la región empezó a llenarse de Gossaínes, Becharas, Chares y demás. Después se volvieron ganaderos y, más tarde, políticos.

En realidad, eran sirios y libaneses cristianos cuyos territorios estaban entonces bajo el yugo del Imperio Otomano, o sea turco. Aunque no les gustaba que les llamaran por el gentilicio de sus opresores, así quedaron bautizados aquí. Se bajaban en el primer puerto que encontraban, como Cartagena, y buscaban una tierra para ganarse la vida. Así llegaron a los pueblos del Sinú y del San Jorge.

“Turcos cujís” les decían. De acuerdo con la escritora Soad Louis Lakah, su único lujo era la buena comida, porque guardaban la plata para que sus hijos se educaran y fueran profesionales, lo que ellos no habían logrado. También compraban joyas, pero más por inversión que por vanidad.

De ellos quedaron algunos apellidos de difícil escritura; otros fueron traducidos, o simplemente el agente de inmigración del puerto escribió lo que entendió. Dejaron igualmente el valor del trabajo arduo, el emprendimiento y su amor por las artes; el idioma no, para que sus hijos no se sintieran discriminados y para que la gente no entendiera lo que decían y cómo negociaban.

Pero no hay duda de que su mayor herencia, de acuerdo con Louis, ha sido la gastronomía, que se ha compenetrado tanto con la local. Aquí se come casabe con leche cortada, pan árabe con suero, y repollitos de parra y las berenjenas rellenas se consiguen en cualquier esquina. No en vano mucha gente cree, como decía David Sánchez Juliao, que el quibbe que tanto les gusta a los ‘turcos’, lo inventaron en Lorica Saudita.

*Periodista.