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Arte y escándalos: Salvator Mundi es un Da Vinci, pero no es “La Gioconda”
El cuadro más caro de la historia, protagoniza una puja de egos internacional que involucra a un príncipe saudí, al Museo del Louvre y a un documentalista que agitó el avispero.
Se estima que Salvator Mundi, de lejos la obra de la que más se habla en el ámbito planetario en el siglo XXI, fue pintada en 1500. Se sabe que formó parte de la colección del rey Carlos I de Inglaterra al momento de su muerte en 1649 y que su rastro se perdió a finales del siglo XVIII, hasta que un día de 2005 dos comerciantes de arte neoyorquinos la rescataron del olvido en una venta en Nueva Orleans. Estos hombres pagaron entre 1.700 y 10.000 dólares por la pintura, la revisaron, evaluaron y la soltaron. Esta pasó por varios dueños, llegó a manos del magnate ruso Dmitri Rybolovlev y, entonces, en 2011, apareció en el radar del mundo.
Cuando la National Gallery de Londres la exhibió en una muestra exclusiva de la obra de Da Vinci, esta pieza se convirtió en una máquina de titulares, de escrutinio y de intriga, y eso no cambia. Dado lo improbable del descubrimiento y la dimensión artística del polímata italiano (que solo pintó 20 cuadros), la historia de la pintura ya daba para una película, pero era apenas el comienzo.
La fascinación que despertó un nuevo Da Vinci dio pie también a un enorme escepticismo. En el proceso de validar la obra con análisis de materiales, trazos y muchos más detalles, diversos expertos emitieron sus juicios. Hubo voces a favor, voces en contra; pero la casa Christie’s (encargada de la que sigue siendo la madre de todas las subastas del siglo XXI) le dio la última palabra a Martin Kemp. El británico tenía los pergaminos suficientes para darle legitimidad a la pintura y luz verde a la venta.
La subasta marcó un récord de ventas cuando un comprador anónimo desembolsilló 450,3 millones de dólares por ella. A pesar de no aceptarlo oficialmente aún, ese anónimo es el Ministerio de Cultura de Arabia Saudita; es el príncipe Mohamed bin Salmán.
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Lastimosamente, esto le significó al Salvator regresar al “oscurantismo”. Desde ese punto, la obra se convirtió en la pieza escondida de una puja de egos, exigencias desmedidas, verdades a medias y certezas calladas intencionalmente que, a todas luces, también tiene ramificaciones geopolíticas y económicas para Francia.
Curiosamente, ese entramado se ha ido aclarando gracias a la emisión de un documental que la semana pasada agitó el avispero en Francia. Con informaciones anónimas del Gobierno francés, luego desmentidas por el Louvre, el programa de televisión destrabó el nudo de información y reveló esta novela de altos caprichos.
El príncipe y el museo
Para celebrar los 500 años de muerte del genio Leonardo Da Vinci, en 2019, el Museo del Louvre de París tenía preparada la más grande exposición dedicada al pintor y creador italiano en la historia. Un esfuerzo de diez años de planeación y acuerdos con museos y colecciones de Italia, Rusia, Reino Unido, Estados Unidos y más apuntaba a reunir la mayor cantidad de sus obras; el Louvre parecía haber logrado lo imposible. El Salvator Mundi irrumpió y se hizo imprescindible, por lo cual el museo gestionó su préstamo con Arabia Saudita. Todo cuadraba.
Pero el 1,1 millón de personas que asistieron a la masiva muestra no la vieron. La ausencia del Salvator Mundi, acentuada porque tampoco había llegado al Louvre de Abu Dabi en 2018 (como se había anunciado), desató una nueva ola de dudas. ¿La tenía el príncipe Mohamed bin Salmán en un yate? ¿Se había arrepentido el Louvre? ¿Se había equivocado Martin Kemp?
Sin claridad alguna para responder estas preguntas, las dudas quedaron en el aire hasta hace días, cuando la televisión en Francia presentó un documental que prometía revelar lo cierto. Basándose en el testimonio de un funcionario del Gobierno francés, Antoine Vitkine, director de la cinta, planteó que, tras haber sido analizado por el laboratorio del museo, se había descubierto que el Salvator Mundi había sido pintado en el taller de Da Vinci, pero que el maestro solo había contribuido unas pinceladas a la obra. ¡Escándalo!
El tire y afloje entre sauditas y franceses que ilustra el documental también mezclaba intereses políticos y comerciales, que terminaron por ser sacrificados. El programa planteó que hasta el presidente de Francia, Emmanuel Macron, tuvo su opinión a la hora de rechazar las condiciones del árabe.
Acto seguido, según el documental, el Museo del Louvre les comunicó a los representantes árabes los descubrimientos de su laboratorio, y estos no lo tomaron bien. No obstante, la investigación de Vitkine dejó una pieza por fuera: un informe del laboratorio del Louvre con las observaciones sobre la obra. Vitkine se lo pidió al museo y este le negó que la hubiera.
La publicación existe, pero fue borrada del discurso oficial por cuenta de exigencias de los árabes que al Louvre le parecieron exageradas. Si ellos no iban a prestar el cuadro, el Louvre tampoco iba a vitorear que era legítimo e iba a dejar las dudas sin aclarar.
Parias en París
Gracias a la información del documental, esta semana se reveló que, contrario a lo que se creía, el príncipe Mohamed bin Salmán no tenía secuestrada la pintura en un yate. La había enviado a París en 2018 para que fuera analizada en el laboratorio del Louvre y la legitimara. Cuando el laboratorio examinó la obra yendo al detalle máximo, al tipo de madera, a los trazos que revelaron los rayos X, a los restos de vidrio molido en la pintura y más, la certificó como pintura de Da Vinci. El museo ya había diseñado el folleto de la exhibición con el Salvator, pero vinieron las condiciones del príncipe.
Según The New York Times, las autoridades árabes se tomaron en serio el remoquete que la prensa le dio al Salvator: “Mona Lisa en masculino”. Para ceder la obra, el Louvre debía exhibirla al lado de La Gioconda, en un espacio separado del resto. Si la iban a prestar, debía ser ubicada al lado y altura de la más reconocida de todas las obras de Da Vinci.
El Louvre y su director, Jean-Luc Martinez, se negaron a las peticiones de los árabes y en retaliación ocultaron los estudios de legitimidad del cuadro, que por el documental tuvieron que confirmar. La mezquindad sigue siendo protagonista, y un público que ha tenido que leer tanto sobre esta obra del gran maestro posiblemente nunca llegue a verla.