Enfoque
“El periodismo es maravilloso, pero se necesita estar enamorado de él para ejercerlo bien”: dice Luis Enrique Rodríguez
El Profe Luis Enrique Rodríguez, ícono de la radio colombiana, se jubiló y colgó el micrófono de Caracol Radio tras estar 30 años en esa casa periodística. Su voz informó las grandes noticias de las últimas décadas.
SEMANA: ¿Cómo fue su último día de trabajo?
LUIS RODRÍGUEZ: El 31 de mayo fue el día que menos trabajé. De periodismo se hizo poco. Una jornada de anécdotas, recuerdos, pensar mucho, resolver preguntas y meditar bastante sobre el futuro.
SEMANA: ¿Cómo llegó a la radio?
L.R.: Desde niño soñaba con emisoras, las seguía, el radio era mi mejor compañía. Iba a eventos donde había transmisiones y poco me fijaba en esto, lo hacía en quienes transmitían. Estudiando en el Colegio Nicolás Esguerra se produjo el incendio del edificio de Avianca y “me volé” para allá. Resulté viendo la emergencia y me imaginaba cómo podría informar. Años después, en la universidad, me “engolosiné” con la radio y en marzo de 1983 fui, sin cita previa ni nada, a tocar puertas en Todelar. Le caí bien a quien estaba en recepción y minutos después estaba hablando con el director, Daladier Osorio, quien me invitó a ir los fines de semana para ayudar en la producción. Días después le estaba ayudando en esos menesteres a don Antonio Pardo García, y así me quedé.
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SEMANA: ¿Cómo fueron estos años en Caracol Radio?
L.R.: Llegué el 23 de abril de 1993 a realizar la edición periodística del Cuarto de Hora Caracol durante los fines de semana. Una experiencia maravillosa. Entre semana, sin fuentes fijas, tenía que rebuscarme. Poco a poco me abrí campo y tuve mucha suerte con cubrimientos periodísticos.
SEMANA: Usted hizo el proceso de reportero hasta director adjunto del servicio informativo. ¿Cómo fue esa experiencia?
L.R.: Siempre he dicho que “fui de buenas para las noticias” y tuve la oportunidad de cubrir eventos muy importantes y momentos muy fuertes para el país. Me gané la confianza de muchas personas, pero especialmente de Darío Arizmendi y de Juan Darío Lara. De ellos aprendí, ante todo, el rigor periodístico que, digo, es lo fundamental. Bueno, y a ser muy creativo y diferente a lo que hacen los demás; ese es un secreto del éxito, digo yo.
SEMANA: ¿Por qué lo conocen como el profe?
L.R.: Cierto día recibí una llamada del entonces decano de Comunicación Social – Periodismo de la Universidad de la Sabana, donde había estudiado. César Mauricio Velásquez, a quien no conocía personalmente, me dijo que había recibido buenas referencias sobre mi trabajo y me invitó a compartir mi experiencia en los salones de clase. De repente, terminé dictando clases durante varios años, siempre guiado por varios amigos académicos, y con los recuerdos de las clases que en las aulas de dicha universidad recibí de grandes de la radio como Jimmy García Camargo, el mismo Antonio Pardo García y José Patrocinio Castañeda.
Me convertí, tal vez sin quererlo, en un inspirador de muchos jóvenes estudiantes a quien les transmití la vocación por la radio. Paralelamente me gustaba ser orientador de quienes llegaban a trabajar a Caracol, dicté talleres y mucho más. Cierto día Yolanda Ruiz me llamó “Profe” y así quedé bautizado.
SEMANA: En décadas de carrera tuvo muchas ‘chivas’...
L.R.: La mayor de todas fue el atentado y muerte de Luis Carlos Galán, un hecho que conoció en Soacha un joven que daba sus primeros pasos en la radio. Me informó sobre la balacera en la plaza, le pedí que averiguara más datos y yo hice varias llamadas para confirmar. Un guardia de turno en la estación de policía en Soacha me confirmó lo ocurrido: “El comandante no puede atenderlo porque está en lo de la balacera del doctor Galán”, me dijo. También obtuve la triste primicia sobre la muerte de Galán. Tuve la fortuna de iniciar muchas transmisiones de noticias grandes como la muerte de Pablo Escobar, la de Consuelo Araújo, el accidente y muerte de Lady Di, el fallecimiento de Juan Pablo II y la mejor transmisión que recuerde fue el atentado al Club El Nogal, en la que mis principales “escuderos” fueron Mario Sánchez y un practicante de ese momento, Julián Salazar.
SEMANA: La tecnología cambió el periodismo. ¿Cómo era la radio en los años noventa?
L.R.: Había que ser demasiado creativo. Solo le doy un dato: la masacre de Pozzeto, en Bogotá, la transmití durante varias horas a través de un teléfono público frente al local donde se produjo ese hecho. Una vecina del lugar me regaló una moneda que tenía un pequeño orificio por el que amarraba un hilo. Ella introdujo la moneda a dicho teléfono y la amarró de tal forma que al terminar los tres minutos de llamada, no cayera a la alcancía y, entonces, no era necesaria otra moneda para mantener la comunicación. Así le contamos al país lo que estaba ocurriendo aquella noche de diciembre de 1986, creo.
SEMANA: ¿Quién fue su maestro?
L.R.: Tuve muchos y todos muy buenos y exigentes. Pero le aprendí bastante a don Antonio Pardo García. Tuve el honor de estar al lado de Daladier Osorio, Arturo Abella, Jorge Enrique Pulido, Jorge Graciano, Alberto Giraldo y Edgar Artunduaga; Edgar cuando me conoció me iba a echar “porque no admitía niños inexpertos” en el trabajo, pero poco después a finales de 1986, me nombró jefe de redacción del Noticiero Todelar de Colombia. Luego, un gran maestro y un jefe excepcional fue Darío Arizmendi, quien con Juan Darío Lara me dieron la oportunidad en Caracol Radio. Y bueno, de todos siempre aprendí mucho, de los de ayer, pero también de quienes hoy están al frente de la radio. Menciono con emoción a Diana Montoya, quien fue la persona que estando al frente del Servicio Informativo, más creyó en mí.
SEMANA: ¿Su mejor jefe?
L.R.: Fue Darío Arizmendi, indudablemente. Fue un gran profe del “profe”. Y el mejor cómplice, don Arturo Abella, con quien los lunes hablábamos de nuestro Millos del alma.
SEMANA: Tuvo problemas de salud que ha superado poco a poco. ¿Cómo se siente?
L.R.: En julio de 2021 fui sorprendido por un diagnóstico terrible. Me apareció un linfoma del manto, que es un cáncer del sistema linfático. Entonces creí que era el final. Pero el apoyo y las oraciones de mi esposa Claudia Isabel, quien ha sido fundamental en mi carrera periodística; de mis hijas, Luisa y Laura, quienes son maravillosas y fans inigualables; de mis hermanos y demás familia; con la buena energía de cientos de personas que estuvieron pendientes, y con la complicidad de Alfonso Ospina, del equipo del Servicio Informativo de Caracol Radio y de los directivos de la empresa, logré superar ese trance difícil, regresé y ahora me jubilo estando dentro de la cabina de radio, que me apasiona demasiado.
SEMANA: ¿Qué les dice a las nuevas generaciones que quieren hacer radio?
L.R.: Que se enamoren de su profesión. El periodismo es maravilloso, pero necesita estar uno enamorado de él, para ejercerlo bien, con constancia, con rigor, con investigación, con ganas.
SEMANA: Por este oficio hay muchos sacrificios, ahora pensionado seguramente tendrá tiempo. ¿Algún sueño por cumplir?
L.R.: Recorrer el mundo en carro. Con Claudia Isabel queremos recorrer América Latina y Europa a bordo de un automóvil. Ya estamos mirando cómo nos financiamos.