OPINIÓN

Independencias: De Melquisedec a Minerva

En 1995, el gobierno de Colombia se enteró que nuestra isla de Malpelo en el Pacífico, había sido incorporada a una estrambótica nación llamada “Dominio de Melquisedec”, por la fantasiosa declaración de un ex convicto norteamericano llamado Mark Pedley, que también había “anexado a su jurisdicción” a otros territorios.

Semana.Com
28 de octubre de 2017

En 1995, el gobierno de Colombia se enteró que nuestra isla de Malpelo en el Pacífico, había sido incorporada a una estrambótica nación llamada “Dominio de Melquisedec”, por la fantasiosa declaración de un ex convicto norteamericano llamado Mark Pedley, que también había “anexado a su jurisdicción” a otros territorios.

“El Dominio de Melquisedec” pidió reconocimiento como nación independiente a varios países. La República Centroafricana, que había estado regida por el corrupto y sanguinario emperador Bokassa I, se había mostrado dispuesta a hacerlo.  Colombia, en ese entonces presidente del Movimiento de los Países No Alineados, habló con representantes de la República Centroafricana, que también pertenecía al Movimiento y ésta archivó la solicitud.

Más tarde, aparecieron “Helicon” y la “República Celta de Asturias Occidental” que también pretenden a Malpelo.  El problema es que mantienen disputas por la soberanía de la isla con el “Reino de Arancastilla”, cuyo rey, Carlos de Arancastilla vive “exiliado en España” y entre los muchos títulos que ostenta se cuenta el de “Señor de Malpelo”. Por su parte, otra “nación”, UMMOA, afirma que tiene controversias territoriales con varios países, entre ellos con Colombia, a quien disputa la soberanía sobre los cayos de Serranilla y Bajo Nuevo, en el archipiélago de San Andrés.

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Todas estas “repúblicas” son partes de una extraña cofradía de casi un centenar de micronaciones -no micro estados- extendida por el mundo.  Con frecuencia sus “reyes o presidentes” se dirigen a congresistas o funcionarios de ciertos países, para solicitar su reconocimiento como estado. De pronto por desinformación, mala fe o razones políticas, alguno se interesa en el tema.

En enero de 1972 cuatro norteamericanos encabezados por un tal Morris C. Davis anunciaron a los estados miembros de las Naciones Unidas que habían constituido la “Republica de Minerva”, en unos arrecifes del mismo nombre en la Polinesia, que se encontraban bajo la jurisdicción del Reino de Tonga, un estado constituido por 169 islas y miembro de Naciones Unidas. Los solicitantes pretendían hacer “sobreaguar” al arrecife y establecer en él una nueva nación que tendría un centro de buceo y pesca deportiva.

Minerva envió al presidente de la comisión de relaciones exteriores de la cámara de los Estados Unidos, Larry Winn Jr. su declaración de independencia y pidió apoyo frente a Tonga. El rey de Tonga, Taufa ahua Tupou, en una nota solicitó al presidente Richard Nixon desconocer la pretensión y castigar a los solicitantes, aduciendo que además de violar la soberanía de su país, podrían organizar allí un centro de distribución de drogas. 

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El Departamento de Estado, a cargo de Henry Kissinger, consideró que como el arrecife era parte de la alta mar, no había ningún acto delictuoso por parte de Davis y sus compañeros.  Así le contestó Nixon al monarca en comunicación del 19 de mayo de 1972. Le agregó que, sin embargo, “cualquier indicación de que los cayos de Minerva pudieran ser utilizados como base para el tráfico de drogas sería motivo de grave preocupación para los Estados Unidos”.  

Como en algunas zonas de Colombia han venido existiendo diversas modalidades de autonomía, en las que la justicia y las normas generales que rigen para al resto no se aplican o se aplican en forma restrictiva, no sería extraño que un día apareciera la declaración de independencia de una nueva “nación”, con jefe de gobierno, justicia, constitución, fuerza armada y economía propias.

Falta saber si las preocupaciones de Nixon en 1972 con Minerva, siguen vigentes…

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(*) Profesor de la facultad de relaciones internacionales de la universidad del Rosario