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Detalles de la cumbre Trump-Uribe-Pastrana

Para reivindicar a los doctores Pastrana y Uribe, pues, reconstruimos los hechos, según lo reveló un testigo que pidió reserva de identidad

Daniel Samper Ospina, Daniel Samper Ospina
22 de abril de 2017

Esta columna averiguó cómo fue la cumbre entre Pastrana, Uribe y Trump, anunciada en un trino por el expresidente conservador (en el cual agradecía al mandatario americano por “la cordial y muy franca conversación sobre problemas y perspectivas de Colombia y la región”); analizada en profundidad por Juan Lozano en su columna de El Tiempo; y desmentida, posteriormente, por la enmermelada Casa Blanca y su filial CNN, la cual informó que, más que un encuentro, se trató de un tropezón de pasillo, de un ‘quick hello’. Para reivindicar a los doctores Pastrana y Uribe, pues, reconstruimos los hechos, según lo reveló un testigo que pidió reserva de identidad:

Los expresidentes colombianos departían en una mesa del club Mar-a-Lago, Florida, en donde un socio –el senador Rubio– les había dejado firmada la entrada. Fue Uribe el primero en notar que el presidente Trump se encontraba en el mismo lugar:

–Ve, presidente Pastrana, ¿aquel que está allá en aquel samovar no es Trump? –le advirtió a su amigo.

–¿Cuál, presidente Uribe?

–Pues cuál va a ser, home: el anaranjado aquel…

–Cuál samovar, me refiero –reviró Pastrana-: ¿qué significa eso?

–Aquel de allá, el rubio…

–¿Marco?

–¡Claro que es, papá! –señaló Uribe- ¡Ay, presidente Pastrana, miralo!

Pastrana miró, entonces, a Trump.

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–¡Es él, claro que es él! –dijo emocionado, mientras se componía la corbata–: ¡qué nervios!: lo admiro desde Miss Universo…

–¡Pedile una declaración contra Santos, una alianza, un autógrafo siquiera! –clamó Uribe.

–¿Yo? –tanteó conmocionado- No, no: mejor vaya usted que a mí me da pena…

–Andá vos, home, -insistió Uribe- que tu inglés es más corrido que el mío… More running than mine…

–Pero su español es mejor que el mío, presidente…

Trump, mientras tanto, analizaba con sus asesores, todos parientes suyos, los asuntos que lo trasnochaban: la situación en Siria, la guerra nuclear con Corea y el rating de los programas de la noche anterior. Uribe y Pastrana lo observaban a la distancia, con burbujeante dicha en el estómago:

–Necesitamos hablar con él como sea, presidente Pastrana: -dijo Uribe-: ese es el gallo que necesitamos para fregar a Santos, the rooster to fuck Saints: estoy que me hablo en inglés y todo…

–¿Y no dará pena interrumpirlo?

–Qué va, home: es por la patria… Lo llamás y acá yo le digo: presidente Trump, come to Colombia, we need to combat “Mercy Cordoba”, “Ivan FartsHimSelf” and castrochavist Saints, y listo, papá; a cambio, le ofrezco fake positivism asesory; le presto al general Rite Alex of the river para Siria, le doy al almirante Arango Bacci para que les maneje un portaviones en Corea…

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–¿Corea, el presidente de Ecuador?

–Corea del Norte, presidente Pastrana, allá donde está el chirriquitico ese de la capul rara…

–¿Pacho Santos?

En ese momento, Trump se puso de pie y caminó a un corredor:

–Mirá, mirá: se paró:–señaló Uribe, preso de la excitación.

–¡Es más alto que en la televisión! –advirtió Pastrana, pletórico.

–¡Y el cabello es de verdad, ej, ave María, y lo tiene brillante!

–¡Quiero una selfi!

–Ve, se va a ir por ese pasillo, anticipate y me lo traés a esta mesa…. –ordenó Uribe.

–Ay, no sé, presidente: me dan como nervios –respondió Pastrana, agitado–, ¿uno cómo le dice?

–Le decís Donald –pidió Uribe-: caéle, home, hacé como que te lo topás, y me le sacás el cafecito…

–¿Y si no agarra por ese bambuco?

–Es pasillo, presidente Pastrana, ¡pasillo!

Pastrana, entonces, se puso de pie nerviosamente; se dirigió al corredor por el que Trump, impasible, venía caminando; estrelló distraídamente su hombro contra el del magnate y se disculpó. Uribe siguió la escena desde su mesa: observó que por unos 30 segundos gesticularon, sonrieron, Pastrana le entregó una tarjeta, se dieron la mano, y el expresidente regresó a la mesa, exultante:

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–¿Ve, qué dijo, home, me tenías en ascuas?

–Oiga, presidente Uribe: qué señor tan adorado…

–¡Contá, contá que se me sale el corazón!

–Pues vea: me le presenté, le conté que yo también había sido como él…

–¿presidente?

–No: presentador de televisión en Colombia…

–Y qué te dijo…

–Que dónde quedaba Colombia…

–Y vos qué le dijiste…

–Pues la verdad: que no sabía, porque fue una charla cordial y muy sincera…

–¿Y te aceptó el tintico?

–Eso sí no: antes me dijo que más bien me devolviera porque en ese joropo solo podía haber socios…

–¡Pasillo!

–¡Eso! Que esa región del club era solo para socios: intercambió perspectivas de la región, mejor dicho…

–¿Pero no le pedistes prestada la madre de todas las bombas para echarla allá en las zonas de concentración de terroristafar, o unos marines para invadir Anapoima? –reclamó Uribe.

–Pues le iba a decir eso, pero ahí me dio una palmadita en el hombro y se fue –se defendió Pastrana-. Pero alcancé a pasarle mi tarjeta personal. Cuando nos llame le decimos todo eso…

Uribe hiperventiló.

–¡Increíble, home, que Trump también haya resultado castrochavista y no arme guerra contra Colombia para salvarnos, ej!

Se puso de pie gritando “Saints is a bad hombre, his friend of dictador Mature”, y abandonó el club por el bambuco de la región de invitados. O por el pasillo, mejor dicho. 

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