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De locos

Con corrupción, sin empleo, con la monarquía al borde del abismo y una Cataluña que habla de independizarse, España se parece a un manicomio tercermundista.

María Jimena Duzán, María Jimena Duzán
19 de julio de 2013

Los economistas dicen que las crisis económicas son cíclicas y que la que vive España no será la excepción. Sin embargo, la de España es una crisis económica bastante peculiar: no solo ha durado más de lo que muchos analistas esperaban, hecho que ha tenido un impacto brutal en la psiquis española, sino que ha venido acompañada de una crisis política de grandes proporciones. 

Demográficamente España está nuevamente decreciendo. El año pasado perdió un 0,2 por ciento de su población por primera vez desde 1973. Este descenso demográfico indica que hay un porcentaje importante de inmigrantes que decidió regresar a su país porque no aguantó la crisis. Y de esos, una gran mayoría son de nacionalidad colombiana y ecuatoriana. 

Gran parte de esos colombianos que hoy se están devolviendo, llegaron a España, huyendo de la crisis cafetera de finales de los noventa. “Cuando llegué hace 12 años, me ponía fácilmente 4.000 euros mensuales. Hoy solo tengo trabajo en verano porque en las demás estaciones no hay turistas”, me advirtió un taxista de Manizales, quien tiene preparado devolverse a Colombia en octubre de este año. 

Pero no solo se están devolviendo los inmigrantes de España. Con la crisis, este país ha vuelto a recuperar su tradición de nación emigrante. Cada vez son más los jóvenes españoles que se van del país en busca de mejor futuro. (¡La tasa de desempleo de jóvenes es más que la de Portugal y la de Grecia!). 

Este escenario tan poco promisorio ha estado acompañado de una crisis política que ha debilitado los dos partidos tradicionales: El Partido socialista y el Partido Popular. Muchos españoles responsabilizan al PP de Aznar y al PS de Zapatero de haber llevado a España a la debacle que hoy viven. Pero de los dos, el que más se ha debilitado es el Partido Socialista. 

Su jefe, Alfredo Pérez Rubalcaba es considerado un líder de poca monta y su partido está cada vez más desdibujado entre los votantes socialistas. “El gran problema de España y yo diría que de Europa es la crisis de la izquierda, de la que España no se salva”, me dice Santiago Tarin, periodista de La Vanguardia de Barcelona. “Nos hemos quedado sin oposición”. 

En cuanto al PP, partido del actual presidente Mariano Rajoy, el escándalo Bárcenas parece haberle abierto una herida que se está agravando con el paso del tiempo. Las denuncias del extesorero de ese partido que reveló la manera como se financiaban ilegalmente con dineros provenientes de grandes empresarios, que luego eran favorecidos con generosos contratos, ha tocado ya al presidente. 

Sin embargo, Juan Tapies, exdirector de La Vanguardia asegura que Rajoy puede salir indemne de este escándalo. “Dan por hecho de que si se recupera la economía, este escándalo no les va a costar”, me aseguró. 

Y como si esto fuera poco, la institución acaso más respetable y legítima de toda España, la monarquía, recordada porque permitió la vuelta de la democracia en España, se está viniendo a pique. Los españoles no le perdonan al rey Juan Carlos que se fuera a cazar elefantes con su querida y se alojara en fastuosos hoteles mientras sus súbditos no tienen ni para el mercado. 
De la admiración y el respeto que había por la familia real se ha pasado al repudio y al descrédito.

Felipe y Letizia fueron abucheados cuando entraban a la ópera en Barcelona. Y el duque de Palma, Iñaki Urdangarin, que aparecía siempre en las revistas del corazón como el yerno ideal, guapo, decente y de buenas maneras, se ha convertido en un corrupto, burdo e infiel, al punto de que muchos añoran al bon vivant de Marichalar. Urdangarin está siendo investigado por haber utilizado fondos de una ONG española en negocios de especulación financiera. 

El jueves pasado fue abucheado cuando entraba a los tribunales en Barcelona. Se le veía viejo, flaco y demacrado. Esta vez el duque no tuvo la Justicia de su parte para evitar que la contraparte le preguntara por su infidelidad. “Las infidelidades no se revelan”, dijo tratando de proteger su intimidad. 

No obstante, la semana pasada, una revista catalana, desoyendo las órdenes de la casa real, decidió publicar unos correos comprometedores en los que el duque de Palma sale hablando con una amante, quien al parecer era la esposa de su mejor amigo. Luego de su publicación, en Palma de Mallorca el alcalde decidió cambiar de nombre a una plaza que llevaba el nombre de ‘Los duques de Palma’. “Tal y como están las cosas, la monarquía no tiene hoy muchos seguidores”, me dice Sandra Araquistaín, directora de una agencia de relaciones públicas en Barcelona. 

Con la corrupción hasta el cuello, sin oposición, sin empleo, con la monarquía al borde del abismo y una Cataluña que habla de independizarse de España, este país se parece más a un manicomio tercermundista que a un país europeo. 

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