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Una conversación con Nicolás Echavarría

Echavarría tiene la oportunidad de hablar de su papel y el de los bananeros y ganaderos en Urabá en la época de los Castaño al acogerse a la justicia especial para la paz.

León Valencia, León Valencia
18 de febrero de 2017

El 8 de junio de 2014 Las2orillas publicó un expediente de la Unidad de Justicia y Paz de la Fiscalía en el que aparecía el nombre de Nicolás Echavarría Mesa, gerente de la campaña de Óscar Iván Zuluaga, acusado de entregarles dineros a los paramilitares en los tiempos en que había sido presidente de Banafrut, un conglomerado de empresas bananeras de la región de Urabá. No era el único.

Los señalados sumaban 226. Tampoco había una investigación formal. Solo era una denuncia de Raúl Hasbún, alias Pedro Bonito, empresario de la zona que se había vinculado a la estructura de los paramilitares.

Nicolás Echavarría le solicitó a María Elvira Bonilla, directora del portal, una reunión para hacer unas aclaraciones de la información. Estábamos ya a mediados de junio. Asistí a la reunión por invitación de María Elvira y después de oír a Echavarría sobre el caso de Urabá le dijimos que nos parecía totalmente pertinente y justo que publicara su versión en Las2orillas. Es una persona muy amable y a renglón seguido nos pusimos a conversar del final de la campaña, del momento dramático que estábamos viviendo por la enorme incertidumbre sobre el ganador. 

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Nos habló de las diferencias entre lo que decía y orientaba el asesor Duda Mendonça y lo que pensaba y mandaba el expresidente Uribe. Duda, basado en sofisticados estudios de opinión, le aconsejaba a Zuluaga que se corriera hacia el centro y asumiera un tono más conciliador al final de la campaña, que la primera vuelta había sido el momento para afianzar el voto de la derecha, pero en la segunda vuelta era necesario atraer el voto no uribista. 

En cambio Uribe señalaba que era necesario arreciar el ataque contra Santos, enfatizar su condición de traidor a la seguridad democrática, elevar las críticas a las negociaciones de paz,  polarizar el debate político. Nos dijo que la tensión entre Uribe y Zuluaga estaba creciendo porque Zuluaga tendía a ver más razonables los argumentos de Duda Mendonça. 
Después de dos años y ocho meses los dos temas de aquella conversación volvieron. En la primera semana de febrero, en una extraña coincidencia, la Dirección de Fiscalía Nacional Especializada en Justicia Transicional declaró como crimen de lesa humanidad la financiación de los bananeros de Urabá a los paramilitares; y en Brasil, Duda Mendonça confesó que había recibido de la firma Odebrecht 3 millones de dólares como parte del pago por la asesoría que prestó a la campaña presidencial de Óscar Iván Zuluaga, abriendo así un debate y una confrontación en el interior del uribismo.

La resolución de la Fiscalía es contundente, drástica, con un alcance insospechado sobre el posconflicto que empezamos a transitar. Dice: “Los bananeros de la época, al parecer, aportaron para el sostenimiento paramilitar una gran suma de dinero que terminó llegando a manos de los grupos ilegales a través de las denominadas Convivir cuando estas eran legales, y posteriormente de cooperativas de seguridad”.

Vincula la financiación con graves hechos que le dan la connotación inapelable de concierto para delinquir. Destaca lo “sucedido el día 7 de  noviembre de 2001, cuando en la terminal de carga del puerto de Urabá y de propiedad de una comercializadora frutícola (Banadex), se descargaron y almacenaron por el término de cuatro días, 3.400 fusiles AK-47, además de cuatro millones de cartuchos 7.65, cargamento de armas y municiones que venía desde Nicaragua a bordo del barco Otterloo de bandera panameña”. 

Ahora se sabe por la enorme documentación del Centro de Memoria Histórica y por las investigaciones de la parapolítica que fue en los años 2001, 2002 y 2003 cuando se produjo la gran expansión de los paramilitares, la más aterradora escalada de masacres, la formación de una enorme bancada parlamentaria afín a las Autodefensas Unidas de Colombia y la devastadora captura del poder local a lo largo y ancho del país. Esa financiación desde Urabá, esos fusiles y esas municiones fueron el ingrediente letal de estas operaciones. 

Las tensiones entre Zuluaga y Uribe por cuenta de la asesoría de Duda Mendonça tuvieron también un interesante desenlace. Uribe se desmarcó de Zuluaga cuando trascendió que buena parte de los honorarios de Mendonça los había pagado la firma Odebrecht, pidió que la investigación llegara hasta el fondo, dejó literalmente solo a Zuluaga. Quizás Uribe respiraba por la herida abierta de aquella discrepancia de 2014. 

Nicolás Echavarría podría ser el hombre clave para aclarar estos dos acontecimientos  transcendentales para la vida del país. En la conversación de 2014 pude ver que es una persona inteligente, audaz y frentera. Ahora tiene la gran oportunidad de hablar de su papel y el de todos los bananeros y ganaderos en Urabá en la época de los Castaño, al acogerse a la justicia especial para la paz que le dará el beneficio de no ir a la cárcel si actúa con verdad y contribuye a la no repetición de estos hechos. 

También puede contribuir a esclarecer qué papel cumplieron el candidato Zuluaga, su hijo David y el senador Iván Duque en el pacto con la firma Odebrecht para contratar al asesor Duda Mendonça, dado que oficiaba como gerente de la campaña y fue, seguramente, un testigo excepcional de estas transacciones. 
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