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Una paz de hombres

Desde ya hay que exigir que la paridad entre hombres y mujeres quede reflejada en los tribunales de la JEP y en la comisión de la verdad, que son la espina dorsal del acuerdo de paz.

María Jimena Duzán, María Jimena Duzán
29 de julio de 2017

Este país tiene una deuda histórica con las mujeres que todavía no ha podido saldar y que quedó expuesta en la foto del acuerdo de paz que se firmó en Cartagena. En esa imagen histórica, queda claro que esa paz que se firma es un asunto de hombres y que las dos únicas mujeres que clasificaron para la foto -del lado del gobierno estaba la canciller María Ángela Holguín y por las Farc, Victoria Sandino- son precisamente testimonio de esa realidad.

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Esta exigua presencia de la mujer en un hecho histórico demuestra que, en materia de equidad de género, estos dos enemigos históricos no están tan distanciados. Las Farc están en deuda con sus mujeres, porque en todos los años de guerra las minusvaloraron y las invisibilizaron. Su estructura militar y jerárquica era sobre todo una estructura patriarcal y machista, y solo ahora que se prepararán para convertirse en un partido político, casi que a regañadientes, sus comandantes han empezado a tomar en serio el tema de la equidad de género. Ese nuevo partido que se va a crear debería darles a las mujeres el espacio que se merecen y que nunca tuvieron en la guerra.

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El Estado colombiano, pese a que sí es consciente de este desajuste, no ha conseguido cambiar la inequidad que existe entre los hombres y las mujeres. La Ley de Cuotas establece que por lo menos un 30 por ciento de los cargos de alto nivel que tiene el Estado deben ser ocupados por mujeres. Sin embargo, en la práctica, esta norma solo se cumple en ciertos niveles y es olímpicamente desconocida por la mayoría de las Alcaldías y Gobernaciones, con el agravante de que los funcionarios que la incumplen ni siquiera son sujetos de sanciones.

El acuerdo de paz establece que en el proceso de la implementación de los acuerdos se deben adoptar medidas que contribuyan a garantizar una representación equilibrada de hombres y mujeres en la conformación de la nueva institucionalidad que se crea. Sin embargo, ese postulado no se está cumpliendo ni en la Comisión de Seguimiento, Impulso y Verificación a la Implementación de los acuerdos de paz (CSIVI), donde de los seis integrantes solo uno de ellos es una mujer. Sisma, una de las ONG que ha criticado el déficit de mujeres en la nueva institucionalidad surgida a partir de los acuerdos de paz, le dijo a El Tiempo, hace poco, que de las 40 personas que ocupan algún cargo en la nueva institucionalidad, solamente seis son mujeres.

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El acuerdo de paz también flexibiliza las normas para que las madres cabeza de familia puedan ser propietarias de tierras y no sean discriminadas por el hecho de no tener marido, pero todavía falta ver cómo se lleva a cabo esta premisa en el terreno, donde los hombres son los que tienen el sartén por el mango.

Por eso, desde ya hay que exigir que esta paridad entre hombres y mujeres quede reflejada en los tribunales de la JEP y en la Comisión de la Verdad, que son la espina dorsal del acuerdo de paz. Las mujeres hemos sido por sobre todo víctimas de esta guerra, y nos merecemos de sobra un puesto protagónico en este nuevo escenario que se abre en busca de la verdad y de la reconciliación. Y ya es hora de que esta sociedad patriarcal y machista nos lo reconozca.

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