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Las nuevas guerras de Uribe

Entiendo el desespero y la frustación de Uribe: la fuerza de los hechos ha dejado sin sustento su tesis de que en Colombia no hay conflicto interno.

María Jimena Duzán, María Jimena Duzán
22 de julio de 2017

¿Por qué un expresidente vuelve trizas su dignidad al exponerse con un trino difamador en el que acusa a Daniel Samper, un columnista que hace humor, de ser un violador de niños? ¿Por qué en lugar de retractarse, prende la máquina del furibismo para que se desate un matoneo en las redes que hoy tiene su vida en peligro? ¿Por qué ese mismo expresidente quiere inventarse un conflicto entre cachacos y paisas y anda en la tarea de azuzar odios, exacerbando un sentimiento regionalista a ver si los paisas le compran esa nueva guerra?

Solo hay una explicación lógica para estas salidas tan desesperadas: la de que el fin del conflicto con las Farc dejó a Uribe sin enemigo. Lo descolocó de tal manera, que desde entonces anda como alma en pena, desesperado, inventándose nuevas guerras y nuevos enemigos para mantener las dosis de ira y de odio que requieren sus aguerridas huestes.

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Entiendo el desespero y la frustración de Uribe: la fuerza de los hechos ha dejado sin sustento su tesis de que en Colombia no hay conflicto interno; el tema de que las Farc no son sujetos políticos, sino terroristas, para infortunio suyo, pero para bien del país, es un asunto más que superado a tal punto que Estados Unidos acaba de sacar a las Farc de la lista de las amenazas terroristas que se ciernen sobre el continente americano.

En vista de que las Farc con armas son cosa del pasado, Uribe ha decidido enfilar su furia contra los medios de comunicación, como lo hizo Donald Trump en la campaña presidencial que lo llevó al poder. Detrás del trino difamador contra el columnista Daniel Samper Ospina, Álvaro Uribe busca poner en su mira a los medios y a los periodistas que lo critican y que defienden la vigencia del acuerdo de paz.

Por eso no se retracta de la calumnia contra Daniel Samper, sino que utiliza el trino para hacerle en las redes un juicio al periodista y de paso meter en el mismo saco a todos los medios que lo critican. ¿Si convirtieron a Santos en castrochavista, por qué no pueden convertir a los medios en el enemigo número uno de la Colombia que ellos quieren volver a gobernar?

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Soy la primera en reconocer la cuota de responsabilidad que tenemos los medios a la hora de informar de manera veraz e independiente sobre lo que sucede en el país. Pero a Uribe no le importa ese debate, como tampoco le importan los derechos de los niños ni de las mujeres que hoy invoca con tanto ahínco; él no cuestiona a los medios por arrogantes ni porque haya periodistas entronizando en el oficio malas prácticas. No. Uribe lo que quiere es estigmatizarnos y pordebajearnos con infundias para que nos salgamos de nuestros zapatos y nos convirtamos en sus enemigos políticos. De esa forma aviva una nueva guerra a falta de la que se nos acabó.

He sido crítica del periodismo de Soho y he tenido una controversia a veces agria con Daniel Samper sobre lo poco liberador que resultaba para la mujer el acto de desnudarse. Pero siempre lo hicimos dentro del marco democrático, sin necesidad de difamaciones, de calumnias ni recurrimos a bajezas como la de poner a andar mentiras dirigidas a socavar honras y reputaciones. El expresidente Uribe bien hubiera podido plantear sus discrepancias por la vía del debate político, pero no lo hizo porque eso no es lo que le interesa. Prefirió la calumnia que sí le da la dosis de indignación necesaria para que sus huestes mantengan la sangre caliente.

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Como al parecer este nuevo frente de batalla que ha abierto Uribe no es suficiente para mantener el enojo de sus huestes, el expresidente ha decidido inventarse otro: una guerra entre paisas y cachacos, la cual está alimentando de manera irresponsable desde su Twitter. Exacerbar sentimientos malsanos para abrirle heridas a una nación que acaba de terminar una guerra puede que le dé a Uribe réditos políticos, pero es un acto indigno, sobre todo viniendo de un expresidente. Qué es lo que Uribe quiere al incentivar estos odios: ¿que se declare una guerra entre los paisas y los cachacos por Belén de Bajirá? ¿Que en lugar de dirimir estas diferencias a través del debate político terminemos matándonos unos a otros?

Ojalá ni los paisas ni los cachacos ni el país compren estas nuevas guerras que nos está vendiendo Uribe de manera desesperada. Lo peor que nos podría pasar a los medios es que terminemos por cuenta de nuestros egos mordiendo el anzuelo que nos está poniendo el expresidente. Ojo, pues, con caer en su trampa.

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