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César Gaviria, expresidente de la república. | Foto: Archivo SEMANA

ELECCIONES 2018

César Gaviria vuelve a tomar las riendas del Partido Liberal

El expresidente fue aclamado como nuevo director del partido. Su principal reto será armar las listas al Congreso y conducir al liberalismo al triunfo en las presidenciales.

28 de septiembre de 2017

Hace unos meses, el expresidente César Gaviria no contemplaba regresar a la política. Dedicado a sus actividades académicas y a redactar sus memorias, veía los toros desde la barrera. Esporádicamente aparecía con algún comentario público, pero parecía jubilado de los avatares de la política.

Este viernes en Bogotá de adelantó el Congreso Nacional del Partido Liberal, y Gaviria volvió a ser uno de sus protagonistas. Fue aclamado (no tenía rival) como el nuevo jefe único del partido, y por segunda vez asumió las riendas de la colectividad meses antes de unas elecciones. El liberalismo no llega a la Presidencia desde 1994 (con Ernesto Samper), y durante una década ha perdido su condición de primer partido con representación en el parlamento. Hoy es el tercero y es probable que en marzo del año entrante los liberales pierdan curules. Por eso Gaviria es el llamado.

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El expresidente ya había capitaneado el barco rojo para las elecciones de 2006. Los liberales andaban por el desierto de la oposición (al gobierno de Álvaro Uribe) y sufrían una desbandada de dirigentes que se pasaron a engrosar las filas de partidos como La U (caso de Juan Manuel Santos) o Cambio Radical (a dónde fue a parar Germán Vargas Lleras).

En aquella campaña, Gaviria tuvo que salir a las calles, por todo el país, y agitar el trapo rojo. Se subió a tarima a presentar a todos sus candidatos al Congreso, que fue su prioridad, pues no fue determinante en la candidatura de Horacio Serpa, quien quedó detrás de Carlos Gaviria en los comicios donde Álvaro Uribe consiguió su reelección.

En ese entonces, y como jefe liberal, Gaviria lideró la llamada “oposición constructiva” al Gobierno Uribe, que con el paso de los días y los escándalos de parapolítica o las chuzadas del DAS, se transformó en feroz. Bajo su batuta el liberalismo sobrevivió a ocho años sin cuotas burocráticas, y a pesar de los vaticinios, mantuvo sui fuerza. En el 2010 Gaviria cedió la dirección del partido a Rafael Pardo, no sin antes haber logrado que el partido terminara apoyando la candidatura de Santos.

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Las circunstancias que rodean al liberalismo son otras. Gaviria recibirá un partido con mayor representación burocrática, pues han sido los más cómodos en la coalición del Gobierno Santos. Sin embargo ha sido golpeado por el desprestigio que hay entre los ciudadanos frente a las instituciones, que lógicamente impacta a los partidos políticos. El discurso liberal, por ejemplo, se ha alejado de la ciudadanía, y los nuevos liderazgos no han emergido como sucedió en épocas anteriores.

“Al Partido Liberal se lo debemos regresar al corazón de los colombianos y sus necesidades, debemos seguir de frente apoyando el proceso de paz pero que esa paz produzca resultados tangibles para el desarrollo, progreso y la equidad de los colombianos, el proceso no se puede quedar en un acuerdo entre dos partes sino que tiene que arrojarle mejor vida a Colombia”, fue el mensaje que Gaviria les envió a los congresistas que desde hace meses lo han seducido, con cantos de sirena, para que asuma la jefatura del partido.

Gaviria llegará a poner orden en la casa, y a definir las reglas de juego de la consulta del partido para escoger el candidato presidencial. En su criterio debería realizarse en marzo, aunque no es un inamovible. Si los precandidatos acuerdan hacerla en noviembre, no tiene reparo, aunque es consciente que en menos de un mes sería imposible adelantar una campaña y movilizar la mayor cantidad de ciudadanos.

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Para asumir la jefatura liberal, Gaviria exigió el control de los principales cargos directivos, como la secretaría general, la tesorería, y la dirección administrativa. Y también asume el poder del bolígrafo, ese con el que conformará las listas de candidatos a Senado y Cámara, en las que exigirá antecedentes judiciales para otorgar los avales.

En este sentido, su reto será mantener las 17 curules que hoy tiene el partido en el Senado y arañar alguna adicional. Su meta es destronar a La U y al uribismo que hoy son las fuerzas políticas que mayor representación tienen en el Congreso.

Gaviria también condicionó su regreso a la jefatura liberal a que los parlamentarios voten en contra de las listas cerradas que propone la reforma política, con el objetivo de evitar disputas internas por los primeros renglones de la lista, los que más chances otorgan para acceder a una curul.

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Pero sin duda, el principal reto de Gaviria será conducir al partido a la victoria en las presidenciales. No necesariamente al candidato que determine la consulta, sino al que surja de una coalición parta enfrentar la primera vuelta.

Aunque Gaviria no es de vetos y de adoptar determinaciones en cada momento, al expresidente lo seduce más que el liberalismo integre una coalición de centro izquierda, pues allí los nombres no lo incomodan. Si no es en torno al candidato liberal, su liderazgo puede ser determinante para sellar alianzas.Su labor tendría cierta similitud a la que adelantó hace un año en el plebiscito, congregando las distintas vertientes políticas que acompañaron el Sí.  

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Gaviria recibió el mandato de los liberales, y asumió su cargo con un discurso en el que no dejó títere con cabeza. Dardos hacia algunos candidatos que ya están recogiendo firmas, pero sobretodo marcó distancia frente al Gobierno Santos, al que le reconoce el proceso de paz, y con el que seguirá jugado, pero que le cuestiona muchas de sus políticas. Entre otras, porque es conciente de que la cercanía con Santos, de quien fue jefe de debate en la segunda vuelta de la reelección, podría restar más que sumar. 

Gaviria, que parecía retirado de la política, volverá recargado. Para muchos es el indicado para fortalecer el partido, otros creen que su presencia es una muestra de la poca renovación que ha tenido el partido del trapo rojo.